Julio Castro – La República Cultural
Cristina pretende dar celos a su exnovio Abel, y para ello trata de utilizar a Diego, al cual no conoce de nada, pero que ha venido a visitar una habitación supuestamente en alquiler en casa de ella. En mitad de la treta que ha montado la chica, Diego decide tomar su propio papel en la historia, haciendo participar a los otros dos en un juego que ninguno esperaba.
La puesta en escena de la obra de Laura Molpeceres, que ella misma dirige, ha optado por trabajar con un estilo conceptual en el diseño. Para ello dibujan en el suelo las estancias con las que comunicará el salón en el que se desarrolla la acción, en tanto que se le otorga mayor importancia al centro del escenario, con la mesa y las sillas entorno a las cuales se desarrolla la acción principal, además de algún otro elemento en los que se fijarán sus protagonistas durante la obra.
Estamos ante una comedia donde el enredo se fundamenta en un engaño tras otro, que acaba envolviendo prácticamente a todos los personajes en la misma bola (quizá la misma que Cristina trata de expulsar de su interior). En ciertos momentos la obra tiene mucho de divertida locura, mientras que en otros se enfrascan en una también divertida, pero profunda discusión psico-filosófica entorno a las personalidades de cada cual, sus zonas erróneas, y la manera de culpar siempre a los demás de los propios males.
El trabajo se deja ver bien, ellos son divertidos y se enzarzan junto al público entre las vidas de sus personajes para ofrecer un resultado final (eso sí, algo meloso para mi gusto y demasiado complaciente con un argumento más convencional). Pero, dejando esa opinión al margen, se pasa un buen rato a lo largo de la obra, y además de pasar unas buenas risas, a algún@ le servirá para mirar al su acompañante con otros ojos… o, mejor, a sí mism@.
Actores y actrices manejan bien sus diálogos y se ven obligados a utilizar todo el espacio para desarrollar la acción. Creo que cada intérprete de este elenco asume muy bien su papel, ya sea la aparentemente tímida Cristina (Maggie Civantos) que desata todo el lío, aunque parece no haber roto un plato; el muy autocontrolado Diego (Rubén Martínez), que aplica la racionalidad y los análisis psicológicos a todo su entorno; el ex de Cristina (David Tortosa), duro de entendederas hasta que alguien se mueve en el terreno de él; o Luna (Cristina Soria), la novia de David, aparentemente liberada y que, cuando aparece, acaba de cambiar y descontrolar toda la situación.
En cuanto al diseño escénico, fue concebido para ser visto desde arriba, y en este sentido el resultado es interesante en según qué sala, porque eso significa que en un escenario elevado será más complicado apreciar ciertas cosas, al margen de que una mesa alta como la que se utiliza, estorba en buena parte de la acción, y obliga a Maggie Civantos a estar de espaldas al público en algunos momentos, provocando una situación algo extraña.