Julio Castro – La República Cultural
Azucena viene “del sur del sur”, regresa a la casa familiar, donde sus tres hermanas han permanecido, aunque nunca parece haber tenido mucho en común con ellas “siempre supe que me iría”, dice “desarrollé el cinismo antes que las tetas”. Así es el personaje de Laura Santos en esta obra de Antonio de Cos, una joven que parece acaparar el protagonismo de la historia, que poco a poco se irá distribuyendo entre las otras integrantes del cuarteto actoral.
Cuatro hermanas de muy diversos caracteres surgen de la misma familia y, pese a todo, parecen tener muy poco en común, no sólo entre ellas, sino también con su padre, que ahora ha fallecido.
De la diferencia a la diferencia
Antonio de Cos se adentra con esta propuesta en un mundo de exploración de la familia, de los caracteres humanos y, en contraposición con otras historias similares, acaba por recalcar las diferencias humanas como rasgos de conexión familiar entre las protagonistas.
Si estamos habituados a partir de la diferencia para llegar a la cercanía por similitudes, las cuatro protagonistas ahondan en la exploración de su infancia juntas, para descubrir lo diferentes que son, afianzándose en el proceso los lazos de unión que estaban construidos sobre tópicos y falacias familiares.
Y es que, finalmente, l@s hij@s son l@s hij@s, y se crían como pueden o como quieren, quién lo sabe, pero tengas un corrupto o un gran hombre como padre, nada de eso te convertirá en mejor o peor…
Una cierta proximidad a la cinematografía
En este sentido parece establecerse una proximidad a ciertos trabajos cinematográficos de Woody Allen que, aunque ya sabemos que recurrentemente incluye en sus argumentos, destacan más en Hannah y sus hermanas o, incluso, en Interiores (que para mí es uno de sus mejores trabajos): a partir de los tópicos sociales, alcanza un punto de absurdo en el que más tarde se verá una realidad diferente.
El formato elegido por el autor y director, se basa en desarrollar momentos protagónicos de cada una de las hermanas, que pasarán a primer plano con monólogos, acciones colectivas, o con breves proyecciones de recuerdos, en los que expresan su manera de ver los recuerdos individuales y comunes. Tras esta especie de “flash back” de cada una, su historia vuelve al momento presente. Es interesante, porque no se limita a un punto único de cada imagen que los personajes tienen en mente, sino que el resto son invitadas a participar en el proceso de recuerdos individuales.
Y un toque más clásico en el estilo
No son las proyecciones el factor que acerca la obra a un formato cinematográfico, sino el planteamiento de escena individual, el juego de iluminación y la manera de exponerse al público en primera persona de cada uno de los personajes.
Pese al formato escogido, que parece moverse en un momento muy presente, encontramos un toque chejoviano en el texto, que traslada a los personajes la emotividad de sus recuerdos, por encima de la realidad que están viviendo, lo que lleva a las cuatro hermanas a un constante enfrentamiento para tratar de comprender su relación a partir de lugares distantes en la realidad. Esto supone un cierto toque trágico a modo de barniz, sobre un trabajo que aparentemente responde a la comedia, dándole así mayor profundidad.
Sin embargo, es preciso recalcar que la comedia está presente casi en cualquier momento, haciendo casi de hilo conductor de un argumento que esconde otras sorpresas.
La propuesta cuenta con diferentes transiciones que incluyen momentos de juegos con luces y, casi siempre, con música. Si hay alguna cosa que pueda sobrar, quizá sea el falso movimiento introducir una mesa en escena, para una breve secuencia, que obliga a sacar a continuación del escenario. Por lo demás, hay un sobrio decorado que cuenta apenas con cuatro sillas, que no siempre son necesarias.
Personajes y actrices
Cada una de las protagonistas de la obra ha sido capaz de ocupar su espacio y encajar el carácter que corresponde. De manera que Margarita (Carlota Romero), la más serena, es la hija mayor, casada, con niños, cuya posición, como descubriremos, acaba poniendo en duda la auténtica serenidad de su carácter, o la comprensión de su vida por parte de ella misma. Azucena (Laura Santos) parece ser la contraposición más absoluta de su hermana mayor, y por eso se dedica a viajar a países difíciles para desarrollar una labor que, en realidad, pretende que la desarrolle a ella, mientras huye de un conflicto abierto con su hermana Margarita, aunque quizá los deseos y los sueños anden finalmente cercanos.
Rosa (Elena Larios) parece la más seria y equilibrada, ha desarrollado su carrera como médico, pero no todo es lo que parece. Violeta (Alba Rosa), la pequeña, parecerá el nexo de unión entre todas, incluso la más maleable, pero no deja de tener su propia idea acerca de su vida y sus objetivos.
Las cuatro actrices llevan a cabo un buen trabajo en un formato muy cercano al público, y no tienen ningún problema en exponer su situación y sus recuerdos mirando a los ojos. Este trabajo hace que sea muy fresco el planteamiento y, tal vez, sería interesante, esperable incluso, que llegasen a mezclarse con el público durante su intervención (o cuando salen de escena) rompiendo la cuarta pared completamente. Pese a su juventud, la mayoría tiene una amplia trayectoria en el teatro, y aquí lo saben demostrar.
En fin, una propuesta muy diferente de aquel Dos en la ciudad, que sí conserva ciertos toques de humor cercanos, y una cierta impronta de Woody (además de traer también a Carlota Romero).
Marga, Rosa, Azucena y Violeta se reencuentran tras la muerte de su padre. Cuatro hermanas. Cuatro vidas y cuatro maneras de entenderla. Cuatro intentos de salir adelante. Cuatro personas haciendo memoria para poder empezar de cero.
Esta historia no es una gran historia. No cuenta, por ejemplo, las hazañas de un héroe. No se sitúa en un lugar o un momento trascendentales para la Humanidad. Ni tan siquiera sus personajes tienen vocación de serlo. No, no nos engañemos, esta historia no es una gran historia, aunque hable de regresos y de huidas, de familia y desencanto, de secretos y de amor. Sin embargo, esta historia es, al fin y al cabo, una historia. La que es. Una historia de entendimiento, de honestidad, de cuatro hermanas que lo único que quieren es ser felices, cada una a su manera. Ser ellas. O, simplemente, ser. Cómo serlo ya es otra historia. Flores habla de recuerdos, de deseos, de miedos y de rincones sin iluminar. Es un ajuste de cuentas con el pasado de alguien que ama, tanto como desdeña, lo vivido.
Antonio de Cos (Cádiz, 1978) se forma en el Laboratorio de Teatro de William Layton y amplía su formación con Andrés Lima, Alex Rigola, Ernesto Caballero, Fernando Piernas, Vicente Fuentes, Ernesto Arias y Owen Horsley, entre otros. Ha trabajado con directores como Francisco Vidal, Francesco Carril o David Boceta. En la actualidad, representa Dios no tiene tiempo libre, escrita y dirigida por Lucía Etxebarría. En televisión ha participado en series como C.L.A. No somos ángeles, El comisario o La que se avecina. Con Felipe Vara de Rey rodó el cortometraje Independencia por el que obtuvo una mención especial del jurado a la mejor interpretación en el IX Notodofilmfest y una nominación a mejor actor en el Festival de cinema jove d´Elx. Como dramaturgo es autor de Juanillo on fire (Noche de los Teatros 2009), Safronia (junto a José Padilla y Juan Vinuesa), Nacho’s, Dos en la ciudad, entre otras. Como guionista firma el guion del cortometraje Por las venas de la noche (Premio RTVA) y del documental 20 años no es poco. Cambalache Jazz Club. Flores es su segundo montaje como director de escena tras Dos en la ciudad.
Elena Larios (Sevilla, 1989). En 2002 comienza su andadura teatral, ingresando en la escuela Viento Sur Teatro de Sevilla. En ella participa en numerosos montajes, destacando Bodas de Sangre (F.G. Lorca), dirigida por Antonio Reina; obra que realiza un intercambio con la compañía cubana Teatro de los Elementos en 2006. En 2008 se desplaza a Madrid para iniciar su formación en la RESAD, donde obtiene su licenciatura en 2012. Durante estos cuatro años, interpreta obras como Los que sueñan (W. Mastrosimone), La Señorita Julia (A. Strindberg), Más allá de la terapia (C. Durang), el montaje de teatro-danza Jadea (A.J. González), una versión musical de Trabajos de amor perdidos (W. Shakespeare) y Bonita, pero ordinaria (N. Rodrigues). Es cofundadora de la compañía Ataraxia, con la que participa en la obra A solas con Marilyn dirigida por Mariano Gracia, obteniendo numerosos premios en festivales de teatro. En 2011 hace su primera incursión en el cine, protagonizando la película No te supe perder, dirigida por Manuel Benito de Valle, actualmente en post-producción. En 2013 participa en la 59ª edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida con la exitosa producción Hécuba, dirigida por José Carlos Plaza.
Carlota Romero (Madrid, 1983) Diplomada en interpretación en el Laboratorio William Layton. Como actriz ha trabajado con directores como Francisco Vidal para la Cía. William Layton en Romeo y Julieta de W. Shakespeare, y Fígaro o el día de las locuras, escrita por José Ramón Fernández; con David Boceta para la Cía. Perdisión Teatro en ¡Qué arte más grande!, De Madrí al cielo (y un agujerito pa ’verlo) y Ramón; también con David Boceta para la Cía. Safronia Teatro, en Safronia, escrita por José Padilla, Juan Vinuesa y Antonio de Cos. Desde septiembre 2012 hasta julio 2014 participó como actriz en Dos En La Ciudad, escrita y dirigida por Antonio de Cos. Ha trabajado como actriz en diferentes cortometrajes, entre los que destaca El Decálogo del Buenrollista dirigido por Montse Santalla; en web series como Dating Dalí, dirigida por Alonso Laporta, y La Súper Cafetera, dirigida por Carlos Payá Brioso. Como directora estrenará este marzo 2015 el montaje Las Estrategias del Caos, escrita por Joaquín Navamuel, para la Cía. Oyenga Teatro.
Alba Rosa (Melilla). Desde 2002 trabaja con la compañía de teatro profesional Concord, protagonizando obras con giras nacionales. Desde 2006 vive en Madrid, donde se formará primero en el Teatro de Cámara con Ángel Gutiérrez y luego en el Laboratorio Teatral William Layton, donde tiene la oprtunidad de trabajar con profesionales como Paca Ojea, Arnold Taraborelli o Gabriel Chamé. En 2008 ingresa en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD), licenciándose en la especialidad de Interpretación Textual en 2012 bajo la tutela de Mariano Gracia. Allí entrena voz con Vicente León y Vicente Fuentes y esgrima con Joaquín Campomanes. Recientemente, ha trabajado con compañías teatrales como Perdisión Teatro, Ataraxia, The Cross Border Project: teatro foro y La manada. Su último estreno fue en el Festival Clásico de Mérida con la tragedia Hécuba, dirigida por Jose Carlos Plaza. En el terreno audiovisual, ha participado en cortometrajes como El test o Victoria y en la serie televisiva Amar en tiempos revueltos.
Laura Santos (Madrid, 1988) Licenciada en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid (RESAD). Se especializa en la técnica Michael Chéjov con Lenard Petit en el Michael Chekhov Acting Studio de Nueva York. Complementa su formación estudiando Comedia del Arte con Fabio Mangolini en Italia, y participa en talleres con Carles Alfaro, Ernesto Arias, Lidia Otón, Pepa Pedroche, Fernanda Orazi, Jan Ferslev (Odin Teatret), y Mar Navarro, entre otros. Estudia verso con Vicente Fuentes y baile con Arnold Taraborrelli. Como actriz pertenece a la compañía The Cross Border Project con la que ha trabajado en tres montajes bajo la dirección de Lucía Miranda: De Fuenteovejuna a Ciudad Juárez, Perdidos en Nunca Jamás, y ¿Qué hacemos con la abuela?. También ha trabajado en otros montajes como La verdad también se inventa, un collage de textos de Antonio Machado dirigido por Alicia González para el teatro Fernán Gómez dentro del ciclo Los martes, milagro; Ramón, dirigido por David Boceta; El beso en el asfalto con Mariano Gracia, y con Francesco Carril en Fragmentos. En cine ha participado en Los ilusos, de Jonás Trueba.