Eliane Hernández Montejo - La República Cultural
Todos hemos jugado alguna vez a elegir los tres objetos que nos llevaríamos a una isla desierta, y nos hemos visto obligados a elegir entre la supervivencia y el ocio, entre lo realmente necesario y lo puramente sentimental. También hemos pensado en alguna ocasión qué rescataríamos si nos viésemos obligados a abandonar nuestra casa por algún tipo de catástrofe, como un incendio o un terremoto, sin saber si podríamos regresar a ella. Y, en esa última situación, siempre han ganado los elementos con mayor valor sentimental, puesto que al tomar la decisión siempre contábamos con algún tipo de respaldo para rehacer nuestro hogar después: un seguro, la familia, dinero ahorrado, el gobierno, las organizaciones humanitarias o, incluso, la solidaridad de los desconocidos.
Pero, ¿qué pasaría si supiésemos que nuestra vida iba a cambiar para siempre? Si tuviésemos que abandonar nuestros hogares de manera definitiva y dejar atrás también todas nuestras pertenencias. Los conflictos de los últimos años en Siria, Sudán del Sur, República Centroafricana y Malí han convertido a más de 14 millones de personas en refugiados, forzándolas a tomar esa decisión. Hombres, mujeres y niños que se han visto obligados a abandonar sus viviendas y sus países, que han renunciado a todo, para salvar sus vidas.
En The most important thing. Retratos de una huida el fotoperiodista Brian Sokol retrata a varias de esas personas junto con los objetos que les han acompañado en su viaje. Descubrir lo que cada uno de ellos ha considerado más importante no solo ayuda a conocerles mejor, sino que hace que los visitantes de la exposición se sientan identificados con ellos al intentar imaginar cómo actuarían en sus mismas circunstancias.
Muchos posan acompañados de los instrumentos que les han ayudado a continuar con sus vidas, facilitándoles la huida o asegurándoles el sustento en su país de acogida, como Abdou Ag Moussa y la moto en la que escapó con su familia, o la máquina de coser de Benjamín, con la que arregla la ropa de otros refugiados para conseguir comida para su mujer y sus hijos. Otros se aferran a aquello que les ayuda a mantener una sensación de pertenencia a algo mayor, como la tienda tuareg que recuerda a Omar Ag Chakude los lazos con sus antepasados y su estilo de vida nómada, o la Biblia de Lucie y el Corán de Iman.
Y mientras tanto los niños, a pesar de todo, siguen siendo niños. Y en su huida lo más importante son sus muñecas, sus vaqueros favoritos, sus mascotas, o aquello que en realidad está por encima de cualquier posesión material, y a lo que, en realidad, se aferran todos, pero que a sus nueve años Bonheur explica a la perfección: “lo más importante que tengo es mi vida y mi familia”.