Julio Castro – La República Cultural
Piedras en el estómago, piedras en los bolsillos, si es preciso un bello vestido para unas bragas numeradas. Mujeres que son muertas, no sólo matadas, que es el crimen de moda, sino muertas en vida, por malos tratos, por violencia, por mutilación.
Mamen Agüera dirige esta pieza que ejecuta un colectivo temporal, de diversa procedencia, que se une para bailar los Cuerpos y números que simbolizan esas acciones que cada día van pasando a un plano más lejano en las noticias.
Las escenas se suceden en un recorrido a través de la sala donde se ha creado y estrenado, La Puerta Estrecha, un espacio madrileño en el que, además del teatro y la danza, caben otras artes y, sin duda, el compromiso.
El motivo está en la sociedad
Y si todo cabe en la realidad de nuestra sociedad, todo puede pasarse por el género artístico. Especialmente cuando se trata de denunciar a un mundo que cada día se retrata en la primera plana de los diarios entorno a la violencia. Especialmente, cuando la violencia deja de ser primera plana para ser costumbre.
Así se han tornado en costumbres los actos violentos contra las mujeres. Eso que tan alegremente se ha clasificado en “violencia de género”: una vez acuñado el término, podemos denominarlo y agrupar en ese espacio y bajo la etiqueta elegida, lo que seguramente la mayor parte de la gente vería en su entorno como un horror. Sin embargo, etiquetado y contabilizado, la estadística copa los medios sin mayor o menor espanto. Vamos ganando, tenemos una de las estadísticas más elevadas de mujeres muertas en la Unión Europea: otro récord deportivo. Para romper, aquí danzarán el camino de esos horrores.
Hace un par de meses decidieron, colectivamente, organizar una semana dedicada a la mujer, a través de diversas propuestas. El arranque, con la instalación “300 bragas”, aún expuesta ocupando una de las grandes paredes de la entrada del local. Pero la acción que han puesto en escena, va más allá del mero hecho expositivo, porque conlleva un largo trabajo de investigación, acerca de las mujeres y diversas formas de maltrato.
Construyendo el trabajo artístico
El movimiento se acompaña de algunos textos, apenas de objetos, de música en directo, y de cifras al acabar cada secuencia. Como digo, si en España vamos por una media superior de un asesinato de mujer por semana, Mamen Agüera se ha ocupado de contabilizar otros números que no se encuentran en las estadísticas, y además de los asesinatos “domésticos”, encontramos lapidaciones, ablaciones, torturas diversas. Todo un mundo que va mucho más allá de la discriminación sexual, se extiende a nuestro alrededor.
Si el movimiento y el diseño en el que se han creado las diversas piezas ayudan a seguir las historias de las que nos hablan, lo que queda escrito tras el montaje y, por supuesto, tras los números, permite incluso sonrisas en algunos momentos, sin que la terrible idea de chocar contra un muro una y otra vez, impidan la mutación de una joven. O la tortura de una familia a manos de hombres con metralletas, devuelvan a una madre perdida a su hija.
Entre títulos y realidades, la denuncia
Por momentos, las mujeres parecen danzar al azar, en otros se exhiben como mercancía o como tragedia, en otras ocasiones vagan por un relato o son movidas por la guitarra de Toñi Mora, a partir de “La pobreza tiene rostro de mujer”.
Mamen Agüera se permite momentos aparentemente más ligeros de contacto con un público que no puede estar ausente, para acabar en mujer muerta, a través de su pieza “Con los bolsillos llenos de piedras y el corazón magullado”. Olga Peris le da continuidad con la pieza “Ya tenemos bastante con lo que tenemos de sobra”.
La tremenda seriedad en escena de Mónica Almagro señala que su trabajo no admite frivolidad, pero a través de “El coltán de mi cuerpo” transmite toda la fuerza. Como la tensión de la pieza de Aiala Etxegarai, en movimientos convulsivos llevan inevitablemente a su mutilación en “No me di cuenta de que estaba muerta hasta pasado mucho tiempo”. La propuesta de Catalina Mahecha ha sido transformada para ser asumida por todas, al haberse ausentado de la composición, así que arrancan en conjunto con “Si nosotras callamos gritarán las piedras”.
Todo acaba en una especie de acción performática denominada “No nos cabe tanta muerte”, cuerpos muertos deslizándose por las escaleras a morir amontonados, y finalmente recoger los saludos, precisamente, ante la instalación “300 bragas”.
Nada es inocente ni casual, los títulos lo señalan, y parten de diversas historias, textos y trabajos de investigación recopilados a efectos de esta composición. Además de ir a conocer la propuesta, recomiendo buscar la posibilidad de hablar con sus protagonistas e indagar, pero, sobre todo, de mirar en la calle de un modo diferente para cambiar las cosas.