Julio Castro – La República Cultural
Gallardo ha recogido a Maya en su flamante coche nuevo, y por la autopista él se dirige hacia el trabajo en el centro de la ciudad, sin sospechar que un atasco les dejará atrapados sin saber a qué hora habrá una solución. La cuestión no es de horas, días o meses, sino que, por medio de este símil/lenguaje, la obra acerca al público a la metáfora de convertir una herramienta o un pasaje de tiempo en un objetivo final en la vida.
Hace unos años produjo esta propuesta Kubik Fabrik, que supuso la segunda parte de la Trilogía del Hombre Moderno, compuesta además por Metro cúbico y Büro. Aunque no pude verla en las ocasiones anteriores en las que se ha mostrado al público, sí que asistí al estreno de una versión adaptada para público familiar, por medio de títeres formato Muppets. Y en esta ocasión sí ha sido posible, afortunadamente, porque aunque la otra versión tiene su entidad propia, son próximas en la temática, pero diferente en el argumento.
La imaginación y el absurdo son dos peculiaridades de las producciones de Kubik, y tienen mucho que ver con el estilo de Fernando Sánchez-Cabezudo, que comparte la dramaturgia con Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo y con Alfredo Sanzol. Pero, seguramente, en cuanto a lo visual, aquello que destaca es la parte gestual en escena, junto con la forma de crear los espacios de sus trabajos.
A priori hay dos diferencias respecto de las anteriormente citadas obras de la trilogía, que son la de compartir espacio con otro personaje, dado que Fernando da vida a Gallardo y Ana Cerdeiriña a su vez hará el papel de Maya, puesto que en las otras él era el protagonista único; y, por otra parte, la del diálogo por medio de textos, en tanto que los anteriores se fundamentaban en el mimo.
Un vehículo que no conduce a nada
Por lo demás, la idea de construcción entorno a un elemento clave y central para la obra, es la misma. En este caso un coche. No es un vehículo normal, sino que han escogido un Trabant 601, vehículo que se fabricó durante unos años en la República Democrática de Alemania en los años ’60, aunque algunos modelos salieron de fábrica a comienzos de los ’90. Tiene todo su sentido, ya que era el único vehículo accesible para cualquier ciudadan@ en aquella época y en aquella Europa, de países fragmentados y economías de subsistencia que buscaban el lujo. Por eso, en la obra de Kubik el modelo se rebautizará como Luxus.
También tiene sentido situar en el entorno en que lo hacen, a sus personajes, porque siendo completamente atemporales en su argumento, el contexto de vestuario y vehículo, así como ciertos detalles del diálogo, conducen la idea del público hacia un tiempo pasado en el que el trabajo es una esclavitud, la dependencia de los falsos lujos materiales y las apariencias condicionan las relaciones sociales y la posición del individuo en su entorno, y porque la comedia puede servirse en un absurdo crítico que vale para los años ’50-60, igual que para este mismo momento.
Un coche de lujo y una necesidad de apariencias, que en ningún caso conducirán a ninguna parte.
Atrapados en un atasco, o atrapados en la propia realidad
No estamos ante una crítica ambigua o puntual sobre el medio de vida en el que tratamos de desenvolvernos, sino que la propuesta hace una inmersión en un mar de preguntas, dudas y críticas más o menos directas, que acabarán por conducir a la mirada del absurdo servida dentro de nuestro propio medio de transporte.
Durante la vida en el atasco encontramos dos actitudes, una que conduce al egoísmo de lograr las propias necesidades y ambiciones, y otra que reconduce la convivencia o las propias elecciones. Los personajes pueden representar ambas, pero, sobre todo, generan un mundo en el que aquellos de los que hablan con respecto a su entorno, son la viva fauna de una sociedad reconstruida alrededor de una nueva realidad, sin pararse a analizar o cuestionar los motivos. Las noticias llegan, pero no solucionan nada, salvo la necesidad de explicarse cada cual la situación, justificando el por qué de las carencias en las que viven.
Personajes de comedia en poco espacio
Él es expansivo, aparentemente. Ella es sencilla, aparentemente. Mientras Gallardo quiere lucir su coche ante la chica, y hacerse el listo, Maya quiere verle como con “alma de viajero”. Pero él pronto debe confesar que le acaban de entregar el coche y que es su primer viaje. Ella irá recorriendo el mundo en sus historias, y preguntando por referentes “¿Ha estado usted en Tokio?”, le inquiere en medio de una narración “¿… Tokio ciudad?… no”. Así que tampoco es preciso llamarse a engaño.
Ella, que parece una sencilla joven de viaje, pronto deja en evidencia que esconde algo en su pasado reciente y que, como todo el mundo, viaja con una carga en la maleta.
Todo es cómico y absurdo, a la vez que real y profundo. Si imaginamos que Fernando Sánchez-Cabezudo es el amo de la comedia, la realidad es que el gesto supera toda comunicación y tiene la capacidad de no parar en escena estableciendo un lenguaje múltiple. Y en este caso compruebo que la complicidad y coordinación con Ana Cerdeiriña es indiscutible, creando entre ambos un personaje único que dialoga consigo mismo construyendo un lenguaje propio y un espacio cerrado común que visitamos por el ojo de la cerradura.
Formatos diversos y compartidos
Para construir el lugar común han optado por complementar con proyecciones en blanco y negro de anuncios televisivos y de noticias de la época, que en algunas ocasiones sirven de transición. Para ofrecer una idea de la manera en que se puede entender la realidad, el grado de absurdez y comicidad que porta el trabajo escénico, comparte el nivel con los mensajes proyectados, demostrando que la intención a la hora de mirar es importante a la hora de ser capaces de ver.
Por lo demás, el trabajo es, intencionadamente bastante frontal, mostrando un vehículo inútil, que apunta hacia un lugar hacia donde nunca podrá avanzar, no sólo porque hay un atasco en escena, sino porque el público está delante.
Si el coche es antiguo, no así el discurso, que han querido actualizar, de manera que pocos días antes de las elecciones municipales en Madrid, acercan la implicación al público con este diálogo:
- Lo van a privatizar.
- ¿El qué?
- El atasco.
- Esto con Manuela no pasaba.
Hemos vivido un largo, muy largo, tiempo de atasco, y la mayoría ya no está dispuesta a seguir inmóvil. Sólo falta que cada persona o colectivo quiera saber mirar. Y hacer. Porque de ahí también se sale con la gente del teatro, y, aunque durmiéramos, no lograron detenernos la vida: despertamos.
Esta trilogía de Kubik, define muy bien la situación de nuestra sociedad avejentada y anclada a un pasado que no pudo existir, de manguito, mente estrecha y amplias miserias. ¿Quién no es capaz de verlo?