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Julio Castro – La República Cultural
Venga, claro, seguro que todo el mundo se ha visto a sí mismo recorriendo el mismo trayecto una y otra vez durante meses o años, hasta preguntarse si la vida es como un yoyo. No digo un trayecto físico, sino vital, porque yo puedo ir y venir al trabajo por uno u otro lugar, pero siempre acabo en el mismo sitio y rodeado de la misma… ¿gente? Eso lo sabe hacer cualquiera.
Nuestro protagonista es un hombre rutinario. Podría ser el “hombre-rutina”. Porque cada mañana hace lo mismo, ha llegado a la conclusión de que su vida es y será siempre así, de manera que vamos a vivir una semana de su trayecto diario, recogido por Miguel Morillo, y narrado por Manuel Fernández Nieves.
Bésame mucho irrumpe a saxo en escena, y marcará una y otra vez los cambios de jornada y, por lo tanto, las transiciones de situación. “Lo peor es no follar”, nos anuncia desde el primer momento nuestro protagonista, “la necesidad de sexo”, aclara, justo antes de comenzar a narrarnos su semana rutinaria… o no.
Cuando voy al teatro, confío en encontrarme teatro, y aunque una obra se llame Bukowski, como esta, sé que el escritor no ha resucitado 21 años más tarde para deleitarnos con una novedad teatral en el Teatro El Montacargas. Eso sí que sería llevar al extremo el teatro del absurdo. Lo que también tengo asegurado es que Manuel Fernández Nieves y Miguel Morillo, van a ofrecerme un trabajo del que no saldré insatisfecho.
Así que, en este caso, encontrar que Miguel toma el protagonismo del medio germano medio estadounidense, para transferir el tema central de la obra a las consecuencias de su obra sobre un individuo actual, clase media ciudadana, oficinista sin pena ni gloria, de mediana edad y más bien mediocre y rutinario, no me sorprende nada. Es más, era lo esperable.
Y saber que Manuel, desde lo que era un experimento de lectura dramatizada, se levanta de la silla y suelta a su personaje por el escenario, para que eche a correr entre el público.
No, no se trata de un texto de Bukowski, es la necesidad de leer algo diferente que saque a cada uno de su vida rutinaria, para interiorizar una alegría que ya no existe, capaz de liberar a ese ser que se nos moría dentro cada mañana de camino a la oficina, cada tarde de vuelta a casa, o cada noche “sin sexo” en la cama de al lado.
Así que en este trabajo chocaremos con la realidad de que un día, cualquiera, hoy o el año que viene, un accidente destructivo cambia la vida del sujeto, y le obliga a saber morirse por fuera y convertirse en otro yo desde dentro. Porque el personaje de esta propuesta es así: hay un pasado como una losa que corre detrás para sepultarle, la tía de las tetas del coche de al lado; ese “querer a alguien como se quiere al sofá, como se quiere al frigorífico”; los informes en la oficina, la gente que depende de ti, tanta gente… ; Depeche Mode que es lo único que sirve por la mañana (“he probado con Michael Jackson, con Madonna… nada”); si es preciso, ver un ataque al corazón que no le dice mucho; y “pam, pam, pam, las ganas de follar”.
Aunque está rondando, no se trata de describir un presenta maldito, ni de presagiar un futuro halagüeño, sino de hacer frente a la propia realidad, y a la manera de salirse de un círculo cada vez más cerrado. Sería penoso encontrarse con un trabajo de “final feliz” en manos de Miguel o de Manolo, no porque lo vean todo negro, sino porque lo que prometen es que hay un futuro. El de este personaje no podía ser más abierto y desastroso y, sin embargo, tan satisfactorio para él y para el público.
Detrás de todo, apenas rondar el Factotum del escritor para dar a la obra el sentido que se pretende. Es el estilo de Morillo, lo vimos claramente en Michael Jackson in memoriam, pero ha ido evidenciándose a lo largo de los años con Perra vida, dulces sueños, o con El río en llamas, donde utilizaba recursos contrarios, es decir, la de ocultar el objetivo en una temática sorprendente, mientras que en esta o en la de Jackson, el autor está en el título y en el motivo de la intención, pero no en el texto. Aunque ya hace unos años que me enganché al teatro de este autor y director, con Bar Ulises, la evolución del tiempo le reafirma en un estilo propio y contemporáneo, que no sabe de moldes ni de límites.
Quiere lo casual o lo accidental que este texto se haya estrenado con Manuel Fernández Nieves, y quiere el teatro que sea un muy adecuado actor para el texto y para el personaje. Parece que la idea es poner la experiencia definitivamente en pie, y seguro que resultará, aunque me quedo con esta versión, donde el protagonista es más próximo a cada ciudadano, siempre que haya un futuro posible.
