Julio Castro – La República Cultural
Brenda prepara todo en su salón para que sea una tarde perfecta en compañía de sus invitadas. Una a una irá recibiéndolas para tomar el té, que debe ser perfectamente “british”, a las cinco de la tarde. Todo es ideal, ha preparado trufas para sus tres amigas, el suelo es perfecto, las tazas son de lujo y les irá enseñando dónde se encuentra cada cosa en la casa, mientras hablan acerca de todos esos años en que no se han visto, hasta el reencuentro de esta tarde.
La tarde no discurrirá bien en todo momento, hay sus más y sus menos, diferencias de opinión, alguna pelea más brusca que otra, pero es que Laura es complicada, se ha hecho vegetariana y ha adelgazado, Ana clara tiene dos hijos y perdió al marido, y Celina está embarazada… y claro, surgen diferencias de opinión, envidias…
Pero casi todo es perfecto. Casi, porque hay un pequeño desajuste: en realidad, ninguna de sus amigas están en el salón, sino en la mente de Brenda.
Una forma diferente de construir el personaje
Perfectamente imperfecta, absolutamente descortés y maleducada en un marco completamente correcto y ordenado. Así es la situación que crea Valeria Giorcelli, bajo la dirección de Macarena García Lenzi, autora también del texto que muestran.
Han querido diseñar una propuesta en la que su protagonista trata de ser alguien agradable, que lleva una vida normal, cuestión imposible, por los motivos que se podrán concluir del desarrollo de la obra. Realmente, el papel de Brenda resulta de lo más inoportuno e inadecuado, situación bastante inédita, ya que en realidad conversa consigo misma, o con aquello que imagina estar viendo. Sin embargo, y aún queriendo vivir la situación perfecta que tenía en la cabeza, sus amigas no transigirán en permitírselo.
Se trata de un personaje completamente incorrecto, tratando de aparentar lo que no es, lo que no hay, lo que no puede ocurrir. La realidad es que se trata de una enorme tragedia, y que a lo largo de su desarrollo la actriz va dejando detalles que hacen intuir que, por más que todo el mundo ría por cada metedura de pata, algo no encaja, y que detrás la tragedia está presente. Juega al humor negro casi de continuo, aunque no parece molestar mucho a sus amigas… salvo a Lau. Por algo será.
Un momento de monólogos especiales
En las últimas semanas me encuentro con auténticos monólogos de actrices con unos muy buenos desarrollos. Algunos de ellos dentro de obras en las que les rodea un elenco, otros en los que se enfrentan solas a la escena. Este tiene la peculiaridad de cumplir ambos requisitos (aunque parezca imposible), porque realmente, la actriz no está sola en escena en ningún momento, sino que se encuentra con otros tres personajes. Tanto es así que el diálogo no comienza hasta que abre la puerta del domicilio por primera vez, y hasta ese instante es como un robot haciendo tareas medidas, pero desde ese momento no cesará su texto.
No conocía a Valeria Giorcelli, que se muestra como una gran actriz, capaz de enfrentarse a este papel en un espacio reducido. En su trabajo no sólo genera su identidad, sino que debe imaginar la de otros tres personajes: es como el “más difícil todavía” del circo, pero juega a la soltura y la perfección a la hora de ejecutarlo. Esta actriz, procedente de Buenos Aires, no deja de recordarme en la manera de hacer su trabajo a nuestra Petra Martínez, tanto en la manera de expresar su papel, como en la forma de mostrarlo.
Aunque en este otoño de 2015 apenas nos dejará cinco funciones en Madrid de la autora/directora y de la actriz, confío en tener la ocasión de ver otras propuestas más adelante.