Eliane Hernández Montejo – La República Cultural
Para realizar una buena fotografía siempre es necesaria una cierta preparación de la misma. Calcular el enfoque, la profundidad de campo y la exposición, tener en cuenta la iluminación y decidir la composición de la imagen pueden marcar la diferencia entre una buena y una mala fotografía. La paciencia es una cualidad imprescindible para cualquier fotógrafo y, sin embargo, cuando se trata de fotografía para prensa el tiempo no siempre juega a favor del creador.
La exposición Pedro Madueño. Cinco minutos. Retratos periodísticos 1977-2015 recoge cerca de cincuenta retratos realizados para su publicación en La Vanguardia en los que la técnica del fotógrafo se impone siempre a la urgencia del trabajo. Según sus propias palabras: “Cuando alguien me dice ‘solo tienes cinco minutos’, esa frase se convierte en un reto estimulante. Tener poco tiempo condiciona sin duda una imagen, pero disponer de mucho tiempo no siempre es garantía de mayor calidad”.
Atrapar la esencia del personaje a través de una imagen es lo que realmente importa en el caso de un retrato, y en el caso de Madueño son varios los métodos para lograrlo. Desde una relación cercana con algunos de los personajes, hasta las fotos realizadas cuando la sesión parece haber terminado ya, pasando por la invitación a realizar, como paso previo a la toma de la imagen o mientras la esta captando, una tarea relacionada íntimamente con su profesión.
Una cruz pintada por el mismo en su mejilla, capta el primer vistazo del retrato de Antoni Tàpies. Las arrugas del rostro, resaltadas por los juegos de luces y sombras, marcan también el símbolo de la cruz, uno de los signos característicos a lo largo de su carrera. Así, los primeros planos como este, en los que los surcos de la edad configuran la personalidad del modelo, contrastan con imágenes en las que el entorno, por sencillo que sea, comparte protagonismo con el personaje.
Terenci Moix sujeta un cigarrillo entre sus manos, sentado, distante, en un diván en el que le acompañan, en una esquina, un gato y un cojín, y, en la otra, un libro. La redondeada, y nada alargada, sombra de Eduardo Mendoza le acompaña mientras camina por la calle. Ana María Matute descansa, tranquila, sentada en un clásico sillón de orejas, mientras que Joan De Sagarra lo hace tumbado fumando un puro.
Escritores, actores, políticos, cocineros, cineastas,… Distintos rostros que nos observan, desde ángulos diferentes, de frente o de perfil, cercanos o distantes, estáticos o en movimiento. Sin saber, que, realmente, son ellos los observados.