Eliane Hernández Montejo – La República Cultural
Igual que existen jóvenes genios capaces de asombrar al mundo con sus creaciones en la más tierna infancia, otros muchos artistas descubren su vocación de forma más tardía, movidos por una experiencia vital o un acontecimiento decisivo que toma las riendas de sus vidas dándoles un giro inesperado. Tal es el caso de Vasily Kandinsky, quien, después de diez años dedicados al estudio del derecho y la economía, decidió abandonar ambas disciplinas por una nueva pasión: la pintura.
Descubrir uno de los cuadros de la serie Pajares de Monet y asistir a una representación del Lohengrin de Wagner en el teatro Bolshói le conducirán, en 1896, a rechazar un trabajo como profesor en Estonia para trasladarse a Munich con la intención de estudiar pintura en la escuela de Anton Ažbè.
Este será el inicio de la primera etapa alemana de Kandinsky, en la que las canciones y leyendas alemanas, con las que le crió su abuela, y el arte popular del norte de Rusia, que descubrió durante sus años de estudiante, serán las principales fuentes de inspiración para sus obras. Munich será también el lugar donde escribió, en diciembre de 1911, De lo espiritual en el arte, donde explica su visión del arte en general, y de la pintura en particular.
Allí analiza, entre otros temas, la relación existente entre los colores y las formas: “los colores agudos encontrarán mayor resonancia cualitativa en las formas agudas (el amarillo en un triángulo). Los colores que se inclinan a la profundidad son consonantes con las formas redondas (el azul en un círculo)”; o entre el color y los sonidos: “representado musicalmente, el azul claro se corresponde con un flauta, el oscuro con un violonchelo y el más oscuro, con los tonos fantásticos del contrabajo”. Después de su publicación, y antes de regresar a Rusia, creará sus primeras pinturas abstractas.
La Primera Guerra Mundial obliga a Kandinsky a instalarse en Moscú, y aunque durante esta etapa su producción artística es menor, pintando, sobre todo, acuarelas y dibujos, también dará forma a una de sus obras fundamentales, En gris. Y en 1921, Gropius le llamará para dar clase en la Bauhaus, donde retomará con nueva fuerza la pintura centrándose ahora en los colores fríos y las formas geométricas elementales, que darán paso a la aparición de su segunda obra sobre la teoría del arte: Punto y línea sobre plano. En ella, los colores y las figuras geométricas quedaran definitivamente asociados, del mismo modo en que lo hacen en sus pinturas: el triángulo con los amarillos, el cuadrado con los rojos, y el círculo con los azules.
El cierre de la Bauhaus llevará a Kandinsky a París, donde las formas orgánicas, que ya comenzaban a aparecer en sus últimos años en Alemania, se apoderarán por completo de su obra. Hojas, corales, criaturas marinas, organismos unicelulares, amebas, insectos, embriones, estructuras celulares, etc, toman el protagonismo en unos cuadros en los que la abstracción se centra en formas de la naturaleza dejando relegadas las figuras geométricas.
Además de mostrar alrededor de 100 obras del Centro Pompidou, divididas en cuatro secciones, diferenciadas cronológicamente y por su lugar de residencia en cada etapa, la exposición Kandinsky, una retrospectiva nos invita a descubrir la música interior de las obras del pintor ruso, acompañando la visita, gracias a la audioguía, de distintos fragmentos musicales relacionados con las obras expuestas.