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Mercedes Gigosos - La República Cultural
Tuve la oportunidad de asistir al estreno de El lago de los cisnes que trae a Madrid la compañía ucraniana Kiev Modern Ballet bajo el Festival East Ballet. Sabía que vería algo distinto. Había leído algunas reseñas y tenía ganas de dejarme sorprender ¿El resultado? Cuando salí del teatro rememoré las palabras de Tatiana Solovieva, productora de este montaje: "cuando me dijeron que entrara al ensayo pensé que ya conocía el espectáculo y que estaría cinco minutos. Me quedé hasta el final y fui al estreno para volver a verlo". Y es que, efectivamente, los cinco primeros minutos son suficientes para que uno quiera ver más y adentrarse en esta atrevida propuesta.
El lago de los cisnes es un clásico dentro de los ballets y, aún más, si hablamos de los ballets de la Europa del Este; un clásico que sigue gustando y quedando en la memoria de los espectadores. Por eso, tener la valentía de crear una versión contemporánea es sin duda estar muy seguro de saber lo que se quiere transmitir con una nueva interpretación. Pues bien, esta audacia ha sido, en mi opinión, un acierto. Detrás de ella, está el coreógrafo Radu Poklitaru creador y director del Kiev Modern Ballet y referencia en el mundo de la danza contemporánea.
¿Hacia dónde nos lleva Poklitaru? De entrada, la historia no es la de siempre (princesa convertida en cisne); aquí es un cisne el que sufre la desgracia de ser raptado y alejado de su entorno para hacer de él un ser humano. El esfuerzo por vivir bajo otra apariencia, conforme a roles y valores que no le son propios, y alejado de su naturaleza instintiva, centra el núcleo de la trama, en la que no falta el amor como clave para el reencuentro del cisne con su auténtica esencia.
"Yo sabía desde hace tiempo que algún día haría mi propio Lago de los cisnes. Sabía que la genial música de Chaikovski y que me acompañaba durante toda la vida desde mi niñez, se convertiría en nueva coreografía, nuevo argumento. Pero cuando llegó el momento empecé los ensayos con miedo y emoción: ¿Cómo contar con el lenguaje de la danza la historia sobre qué tenemos que luchar por el derecho de ser nosotros mismos, da igual lo que nos cueste esta libertad interior? Tenemos solo una vida y hay que vivirla con sinceridad y orgullo. Hay que vivir con la propia cara, da igual qué máscaras y subsistencias nos impone el ambiente. Un pequeño cisne vive dentro de cada uno de nosotros. Pero en unos no se expresa y otros no se dan cuenta de su existencia." (Radu Poklitaru)
Si el argumento cambia, igualmente lo hace la puesta en escena. El coreógrafo maneja con un ajustado equilibrio la evolución de lo clásico a lo contemporáneo: no hay puntas, no hay tutús, no tenemos el conocido “pas de quatre”… y, sin embargo, están ahí, uno reconoce las distintas piezas y asiste a un ballet lleno de plumas. Es fácil entrever la base de Ivanov (coreógrafo de la versión tradicional) en la nueva creación, por lo que uno va y vuelve de una versión a otra. La contemporaneidad de este Lago de los cisnes se reafirma con las notas de humor que salpican el espectáculo y con la importante carga interpretativa de los bailarines.
En definitiva, algo distinto que ha recogido numerosos premios y que nos demuestra que es posible reinterpretar a los clásicos, consiguiendo destacados resultados.
