Julio Castro – La República Cultural
“Creo que no deberíamos meternos en política”, le dice Bruce Niles (Pelayo Rocal en la obra dirigida por Jesús Amate) a Ned Weeks(en este caso César Oliver) hacia la quinta escena de la obra. Ned Weeks es un escritor sin pelos en la lengua, que al hacerse consciente de que algo grave ocurre a su alrededor a comienzos de los años ’80, decide emprender una intensa campaña para concienciar a la comunidad gay, y exigir soluciones y colaboración a los responsables políticos en Nueva York y en Estados Unidos. Quien le habla es uno de los colaboradores de la asociación que se ha creado con el impulso de Ned, y que no quiere significarse particularmente, pero que también quiere su parcela de poder.
No será la única ocasión, porque más adelante, en la escena novena del texto original, el propio Bruce dice algo como “el alcalde no va a ayudarnos. Además, si nos metemos demasiado en política, perderemos nuestro estatus de exención de impuestos. Eso es lo que dijo el abogado en el despacho de tu hermano”
La puesta en escena en Madrid del estreno de la obra dirigida por Jesús Amate en que ya fuera mostrada en 2014, y que regresa en 2016, conduce a mirar alrededor y ver prácticamente una réplica de esos años ’80, en la que las tasas de muerte por SIDA han bajado porque en ciertos países del mundo se realizan duros tratamientos que alargan la vida, mientras que se ha bajado la guardia en la prevención, lo que trae, no sólo un crecimiento en los países más pobres, sino un cierto repunte que puede ser un muy mal augurio en nuestro entorno.
Adaptación entre la obra teatral de Kramer, pero más cercana al formato del film de Murphy, la propuesta de Amate desarrolla en cerca de dos horas el texto, mostrando una posición claramente crítica con el ocultismo y la dejación que sigue habiendo en las cuestiones relacionadas con el VIH
Larry Kramer y su apuesta social luchadora e inconformista
En apenas 80 páginas, Larry Kramer desarrollaba el texto de su obra The normal heart el año 1984, que se estrenaba el 21 de abril de 1985 en el Public Theatre de la ciudad de Nueva York y que se publicaría poco después en Samuel French Acting Edition. No sólo permanecería un año en el cartel del teatro, sino que, según leo, ha sido representada al menos en 600 ocasiones en Estados Unidos.
La llegada al cine dos décadas después, a través de la producción y dirección de Ryan Murphy, demuestra algunos de los ciertos avances conseguidos entorno al VIH, pero sobre todo, el problema que supuso el erróneo tratamiento de la enfermedad desde sus inicios, y las consecuencias que suponen hoy aquellas políticas nefastas, llenas de prejuicios y de moralidades, como siempre, desechables. Pero también ofrece otra visión, que es el error de toda una comunidad de personas que, por su sexualidad, son marginadas en todo el mundo, y que, pese a todo, asumen los roles y defectos de esa misma sociedad y sus políticos, tapando en ocasiones problemas graves.
La historia muestra dos duras luchas, la de la doctora Emma Brookner y la de Ned Weeks, que se entrecruzan desde posiciones diferentes. Los protagonistas tratan de dar visibilidad a la enfermedad, con sus medios mermados por las circunstancias políticas y sociales, con unos conocimientos limitados por el momento inicial y la carencia de apoyos, a la vez que chocan con una sociedad que (pese al miedo) se negaba a reconocer lo que se extendía sin control ni precaución.
Kramer vuelca buena parte de sus propias vivencias y de su biografía, donde encontramos duros paralelismos en cuanto a la lucha emprendida por él mismo en la sociedad estadounidense, donde los intereses acaban primando sobre la enfermedad, la muerte y la extensión de la pandemia del SIDA.
La puesta en escena de Jesús Amate
Un local de música para gays, un lugar en el que se practica el sexo de manera insegura, sirve de arranque para la puesta en escena de Jesús Amate. Para su desarrollo, como digo, se vale de algunas técnicas propias del cine, como las proyecciones de datos e incluso de videos de difusión, pero sus personajes están muy presentes en escena.
Sorprende el volumen de personajes y del correspondiente elenco, en momentos en que la cosa es complicada en el teatro (cuándo no lo es), pero también demuestra una apuesta por el teatro comprometido, y por la necesidad de expresar su idea, como ocurre con los trabajos del director y dramaturgo (Mi novio es gay, No se puede mirar, Mary Poppins no existe, Fluxus…), donde, ya sea en un formato más realista o más imaginario, más directo o menos, comunica sus conceptos y aborda temas comprometidos. Seguramente, este es el formato más serio en el que he visto su trabajo de dirección, pero hay que tener en cuenta que el texto original es ajeno y ha querido respetar la propuesta original.
Quizá la primera parte tiende a comprimir excesivamente los textos de los diálogos, precisamente por la necesidad de mantener los contenidos argumentales. Sin embargo, el desarrollo logra mantener la tensión entorno al concepto de la lucha por la denuncia, del activismo, de hacer algo más, y de la tragedia inevitable de las muertes.
La obra se concentra en un breve período de años de los ’80, pero la situación se traspasa a nuestros tiempos. Se evidencia la polarización entre una idea de relaciones irresponsables, frente a la idea de un amor duradero y correspondido, que es lo que el autor pretende defender a través también de su lucha, como forma de relación.
A veces, en celebraciones de logros sociales se nos va la energía y el esfuerzo, sin pensar en lo real, en lo tangible, en aquello que está destruyendo (físicamente incluso) a esta sociedad. Así que, si antes de entrar intercambiamos algunas ideas comunes sobre la situación actual y la necesidad de intercambiar las posiciones críticas en esta sociedad, al finalizar la función, Jesús Amate me dice que ve que cada vez es más necesario volver a hablar del tema, porque parece que hay un repunte entre las generaciones más jóvenes. Lo peor es que, seguramente, todo es fruto de las mismas desidias sociales y la falta de implicación, como la que Kramer denuncia en sus personajes y Amate recalca. Por eso parece oportuno llamar la atención precisamente en estas fechas.
Curiosamente, frente a la propuesta del amor exclusivo, pide Larry Kramer que se incluya este fragmento del poema de Auden September 1, 1939, en los programas de su obra, y aquí lo reproduciremos, donde se puede leer “el error grabado en la piel de cada mujer y de cada hombre que anhela lo que no puede tener, no el amor universal, sino el ser amado en exclusiva”. Quizá, lo que prevalece en definitiva, es que hay una necesidad de amor en el ser humano con un corazón normal:
The windiest militant trash
Important Persons shout
Is not so crude as our wish:
What mad Nijinsky wrote
About Diaghilev
Is true of the normal heart;
For the error bred in the bone
Of each woman and each man
Craves what it cannot have,
Not universal love
But to be loved alone.
All I have is a voice
To undo the folded lie,
The romantic lie in the brain
Of the sensual man-in-the street
And the lie of Authority
Whose buildings grope the sky:
There is no such thing as the State
And no one exists alone;
Hunger allows no choice
To the citizen or the police;
We must love one another or die.
(De September 1, 1939) W. H. Auden