Día nublado, grisáceo. Acaba de amanecer y llegamos a Víznar. Subimos a lo alto del monte y nos ponemos a investigar y preguntar a los aldeanos si saben exactamente dónde murió Lorca. Ninguno nos responde con exactitud. Intentemos recomponer el pasado; un grupo de soldados del ejército sublevado lleva a tres personas que son fieles al Gobierno Legítimo de la República de España. Dos de ellos son el banderillero Francisco Galadí y el “maestro de Pulianas”, Dióscoro Galindo; el tercero en discordia es uno de los mejores poetas del mundo, para muchos el mejor -para mí también-: Federico García Lorca. Continúan monte arriba y, de repente, tres disparos suenan. Ya no se supo nada más de ellos.
Volvemos al siglo XXI. Estamos en Víznar haciendo un reportaje fotográfico que nos han encargado sobre la muerte de Lorca y su posible localización. Tuvimos mala suerte con el día, todo hay que decirlo, ya que nos llovió, pero me gusta cómo quedaron las fotos. Hicimos fotos a todo aquello que pudimos ver y nos podía servir.
Algunos llevábamos documentándonos de Lorca bastante tiempo atrás; otros siempre lo hemos estado ya que nos gustaba lo relacionado con su obra. Hemos hablado con profesores, historiadores expertos en la materia (como Gibson o Paco V.) etc. En algunas zonas del Barranco de Víznar no pude evitar soltar alguna lágrima mientras leía los nombres de esos Héroes que lucharon por la República. Estaban enterrados bajo nuestros pies en una profunda fosa. Recordé a familiares míos que perdieron la vida luchando por la democracia y la libertad. Todo esto yo no lo viví, claro está, pero las leyendas de los abuelos siempre perduran en el tiempo.
En algunos momentos del camino cerré los ojos y me imaginaba ese paisaje en el año 1936. Ver como desfilaban miembros y miembros republicanos que iban camino a la muerte. La guadaña de las Parcas les estaba apuntando, nunca sabrán el por qué, estaban defendiendo lo correcto. Abrí los ojos. Era momento de volver a casa y escribir lo vivido.
Esta entrada va para todos aquellos que defienden la República o que perdieron a algún familiar en esa asquerosa guerra que llevó a casi 40 años de dictadura. Por todos ellos…¡Viva La República!
Adoro este poema.
- Arbolé, arbolé
seco y verdé.
La niña del bello rostro
está cogiendo aceituna.
El viento, galán de torres,
la prende por la cintura.
Pasaron cuatro jinetes
sobre jacas andaluzas
con trajes de azul y verde,
con largas capas oscuras.
«Vente a Córdoba, muchacha».
La niña no los escucha.
Pasaron tres torerillos
delgaditos de cintura,
con trajes color naranja
y espadas de plata antigua.
«Vente a Sevilla, muchacha».
La niña no los escucha.
Cuando la tarde se puso
morada, con luz difusa,
pasó un joven que llevaba
rosas y mirtos de luna.
«Vente a Granada, muchacha».
Y la niña no lo escucha.
La niña del bello rostro
sigue cogiendo aceituna,
con el brazo gris del viento
ceñido por la cintura.
Arbolé arbolé
seco y verdé.
Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, 5 de junio de 1898 – ¿Víznar o Alfacar?, 18 de agosto de 1936).