Eliane Hernández Montejo - La República Cultural
Protector solar, crema para después del sol, bañador, toalla, camisetas, pantalones cortos, vestidos, ropa interior, el neceser… Todos hemos hecho, sobre todo en estas fechas, mentalmente o armados con papel y bolígrafo, la lista de imprescindibles que llevar en nuestra maleta. Por eso resulta especialmente curiosa una exposición sobre maletas aunque, en realidad, ellas no son las protagonistas, sino que le ceden tal honor a su contenido.
Cada maleta contiene la fotografía y la historia de un refugiado, uno de sus objetos personales, un mapa con el camino que ha recorrido, un dibujo y el testimonio de un periodista, escritor o activista de Derechos Humanos. Se trata de un total de once maletas que sirven para acoger y mostrar las vivencias de de Aladín, Iboun, Imán, Jeanne, Karim, Morad, Nya, Sajad, Suleika, Zeinab y Libertad. Once personas que ponen nombre y rostro a situaciones que los medios de comunicación normalmente describen únicamente en impersonales cifras. La guerra, la violencia y la persecución en su nación han forzado a 60 millones de personas a desplazarse buscando refugio en otros países.
Refugio que la Declaración Universal de los Derechos Humanos les garantiza en su artículo 14 y que, sin embargo, Europa les obliga a mendigar. La guerra de Siria ha dejado sin hogar a Zeinab, Karim, Imán y Aladín entre muchos otros. Algunos consiguieron llegar a Finlandia o España antes del cierre de fronteras, la mayoría aguardan en Idomeni, Atenas o Lesbos a que otros decidan su destino.
Una guerra diferente, en este caso la de Irak, también destruyó los sueños de Sajad, que ahora comienza a reconstruirlos en Austria. Mientras que el conflicto ininterrumpido de República Centroafricana obligó a Jeanne a dejar Daga, su pueblo, para intentar sobrevivir en una pequeña aldea de Chad.
En muchos casos las continuas guerras o la inmensa pobreza de países como Malí o Somalia empujan a sus habitantes hacía el norte, buscando cobijo en España, a la que intentan llegar saltando la valla, en pequeñas balsas de plástico o, incluso, a nado. Nya Thierry lo intentó todo, hasta en nueve ocasiones, para acabar detenido en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche, y continuar ahora a la espera de unos papeles que le permitan llevar una vida normal en nuestro país.
Por eso resulta especialmente curiosa la onceava maleta, la que pertenece a Libertad, a la que la Guerra Civil española arrebató hasta su nombre (la rebautizaron como María Luisa) y que pasó sus primeros años de vida en campos de refugiados en Francia. Allí, en Rivesaltes, la encontró la Segunda Guerra Mundial, esa que Europa parece haber olvidado, igual que España no recuerda ya los años en los que éramos nosotros los que huíamos de la guerra. Y cuando las bombas caen sobre Alepo nos limitamos a mirar para otro lado y creer que la población civil vive al margen del conflicto, porque el objetivo directo no son ellos, sino el Estado Islámico, y eso nos permite dormir tranquilos por la noche.