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Equus, para el debate de las ideas y de los conceptos - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Cuando Peter Shaffer aborda a comienzos de la década de 1970 la creación del texto de esta obra, su interés llega de manera externa, propiciada por un caso real, del que seguramente llegaría a saber poco en su momento. Sin embargo, su propuesta adquiere en su momento vida propia, y los personajes que nacen de este reducido entramado social, acaban por entrelazarse de tal forma, que no hay duda de que está escribiendo una historia real, por más que el argumento surja de la imaginación del autor. Habla de amores socialmente vetados, de ideas prohibidas entonces y ahora, pero los aborda desde la imagen mística del adolescente, marcado por dos conceptos: la idea del rechazo a una religión impuesta por parte de su madre y asumida desde su entorno, y la del rechazo a esas creencias, que el padre asume como idea común.

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Equus, para el debate de las ideas y de los conceptos

Sin veneración auténtica un hombre se acobarda

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Cartel de la obra que dirige Carlos Martínez-Abarca. Cartel: cortesía de Arte&Desmayo.

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Cartel de la obra que dirige Carlos Martínez-Abarca. Cartel: cortesía de Arte&Desmayo.

Julio Castro – La República Cultural

Cuando Peter Shaffer aborda a comienzos de la década de 1970 la creación del texto de esta obra, su interés llega de manera externa, propiciada por un caso real, del que seguramente llegaría a saber poco en su momento. Sin embargo, su propuesta adquiere en su momento vida propia, y los personajes que nacen de este reducido entramado social, acaban por entrelazarse de tal forma, que no hay duda de que está escribiendo una historia real, por más que el argumento surja de la imaginación del autor.

Habla de amores socialmente vetados, de ideas prohibidas entonces y ahora, pero los aborda desde la imagen mística del adolescente, marcado por dos conceptos: la idea del rechazo a una religión impuesta por parte de su madre y asumida desde su entorno, y la del rechazo a esas creencias, que el padre asume como idea común.

Aunque los personajes tratan de señalar y atribuir culpas y responsabilidades, la realidad es que la obra en sí no implica esa situación, y asume que el individuo evoluciona hacia las imágenes y deseos que él mismo comprende del entorno, en tanto que su entorno trata de absorberlo y generar en él un individuo más, otro ser gris. La lucha que se desata para crear la propia identidad, es la que provoca las consecuencias de la historia.

Sin veneración auténtica un hombre se acobarda, ésa es la cruda realidad. Yo no he hecho más que acobardarme toda mi vida”, dice Martin, el psiquiatra “nadie puede culparse por ello”, le responde Esther, la jueza de menores.

¿Eso crees?” pregunta él “Yo mismo me he ido convirtiendo en un hombre insignificante y convencional… Sigo viviendo con una mujer pulcra que se sienta cada noche junto a mí, mientras yo me refugio en una falsa veneración, leyendo libros sobre la Grecia mítica… Hago ver de forma confusa que no podemos tener hijos… Cuando la verdad es que… Mejor dejémoslo”.

Sería difícil o imposible hacer una sinopsis de la obra sin implicarse, sin tomar partido en aquello que el propio autor propone para el debate abierto, sin condicionarse o condicionar a quien lee. Pero ahí está la obra y su texto que, a través del montaje, proporcionan la necesidad de abrir esa ventana al debate.

Del original hasta 40 años más tarde

Abordar esta obra en el momento actual sugiere que la compañía se enfrenta a varios hándicaps a la hora de su decisión y puesta en marcha. Por una parte, antes de arrancar, cuentan con el texto original, que recoge numerosas acotaciones y descripciones acerca de la idea del autor para la puesta en pie, por otra, en esta primera fase, es evidente que se está desafiando a un espectáculo original que supuso un gran montaje para la época.

Para ello, cuentan con su propia adaptación, que trata de permanecer fiel al original de Shaffer, y a su idea de la construcción de los personajes, pero que también cobran un carácter propio en la puesta en escena que dirige Carlos Martínez-Abarca. Pide el autor acerca de los caballos que no deben caer en la literalidad que imite algo relacionado con lo familiar en un caballo doméstico (“Any literalism which could suggest the cosy familiarity of a domestic animal… should be avoided”), y sugiere, precisamente, que no se utilice el paralelismo del actor moviéndose a cuatro patas, sino que sea más bien el efecto de los gestos, el movimiento mimético, a través del uso de las piernas, rodillas, cabeza, etcétera, aquello que marque el carácter del animal (“Animal effect must be created entirely mimetically, trhough the use of legs, knees, nek, face, and the turno f the head which can move the mask above it trhrouh all ghe gestures of equine wareiness and pride”).

Creo que es importante comprender estos breves pasajes del preludio del texto, porque el autor genera un diseño listo para desencadenar el contenido de sus personajes y de los dos mundos que separan a aquellos entre sí, pero que deben comprender para saber cómo se relacionan.

Es precisamente ese punto de inflexión el que hace que la obra cobre la potencia que sugiere esa ruptura entre el realismo de este mundo asumido y el otro lado del abismo, hasta el recreado por Alan Estrán. Así se puede vivir en la puesta en escena de la compañía Arte&Desmayo, que adapta la capacidad escénica de su sala, para colocar al público a ambos lados del cuadrilátero a modo de pequeño estrado, que recuerda el de su original, pero al que proporcionan otras salidas que aprovechan el espacio y también aportan otro carisma al entorno de los establos.

Obviamente, no puedo hablar de la forma en que llegó a nuestro país aquel montaje de Collado, ni mucho menos del original de Shaffer, pero el trazado de sus referentes en textos que llegan a través del tiempo, e imágenes que están disponibles, aportan una idea de proximidad y a la vez de desafío en la nueva construcción.

Vivimos una época que dirige a la sociedad hacia la oscuridad desde el comienzo de siglo y milenio (cuestión que parece asumida normalmente), pero lo que en otros lugares es un retroceso de las ideas hacia un abismo, para este país es apenas un pasito. Así que, lanzar la posibilidad de dos mundos que pugnan de un lado por abrir las posibilidades mucho más allá de lo que se admite convencionalmente y, de otro, por volver a sentirnos sujetos por cuerdas y arneses, otorga a la obra de Shaffer un principio de actualidad, que aunque algunos sintamos que está asentado, en la mayor parte de la sociedad es ajeno y lejano, porque ni siquiera se debate.

Choque de caracteres

Parece que el interés del autor por el análisis del comportamiento humano supone un gran peso en la creación del texto, cuestión que se desprende también de su contenido. Pero lo interesante en la puesta en escena, es la percepción de esa lucha interna y externa.

Desarrollarlo y transmitirlo no se limita al contenido del texto, sino que debe lograrse la labor de hacerlo llegar al público. En este sentido, los caracteres que desarrollan los personajes en escena son la clave, de manera que el modo en que se establecen las dualidades entre pares de intérpretes cada vez que se presenta la posibilidad, hacen que en el espectador se desate esa curiosidad por comprenderlos, quizá por posicionarse, o por saber hacia donde conduce. Así, el carácter habitualmente más lineal de Martin Dysart, el psiquiatra que encarna Juanma Gómez, frente a la excentricidad del muchacho tratado, Alan Estrán (en escena Sergio Ramos), marca límites en el desarrollo.

Límites, quizá, que suponen un parangón con el cuadrilátero escénico del que habla su autor en el texto, lugar donde enfrentarse, donde desarrollar buena parte de la acción, pero también lugar acotado y con límites que habría que saber si saltarse o no.

Pese a todo, no han querido establecer un personaje plano en el caso del psiquiatra, así que toman muy bien el juego de altibajos, de aproximación al paciente, de provocación, que también trasladará a los padres del muchacho, Fran (Pablo Méndez) y Marian (Magdalena Broto), donde reside el otro lugar de polarización, y que el personaje del médico, que actúa al tiempo como narrador, permite generar ese ambiente más fácilmente.

Actualización del entorno y movimiento

En el texto adaptado por su director Carlos Martínez-Abarca a la puesta en escena, a partir de la traducción de Natalia Fisac, se ha ido hacia una aproximación a la actualidad en la que surgen elementos de las nuevas tecnologías, aunque tras ella sigue surgiendo el problema original de la televisión y la alienación del individuo. Quizá los elementos a los que en su momento hacía referencia Shaffer que figuraban como riesgo potencial en la sociedad, se vean hoy multiplicados.

No sabremos, en este sentido, cómo verá los próximos años y la evolución el autor, ya que nos abandonó precisamente este 2016, pero, seguramente, lo que se puede extractar de su obra, dirige más hacia un pensamiento en el que la racionalidad debe pesar sobre el miedo a la libertad, ya que la coherencia está en el desarrollo de los individuos, más que en las limitaciones del entorno y en los métodos coercitivos.

Pero si se da esa actualización en los medios electrónicos, no es así en la cuestión del movimiento, de manera que han conseguido un trabajo muy potente en cuanto a esta cuestión, dotando de un resultado bastante impresionante en el trabajo de los efectos físicos de los caballos, aspecto bastante visible, pero que oculta o deja en segundo plano otro trabajo importante, que es el de la manera en que el resto de movimientos a lo largo de la obra obligan a que se ajusten debido a la limitación de espacio y a la proximidad del público, y también en el sentido de que los caballos están presentes en el backstage o alrededor. Tengamos en cuenta que, aunque hay variaciones en los personajes respecto del original, el intercambio y las rotaciones entre algunos de ellos, obliga a controlar la manera en que llega al público sin interferencias que rompan el ambiente.

La compañía y la necesidad del debate

Parece que abordar los conflictos sociales e individuales sobre sexo, violencia, o relación personal con el entorno, tendría como resultado una enorme obviedad, pero la realidad es que apena miramos alrededor (incluso tomando consciencia de cada cual, cuestión más complicada), vemos que el resultado de los límites ficticios, conducen a resultados nada deseables, y que la apertura de mentes está lejos de haber llegado a comenzar de manera colectiva. En este sentido se hace necesario tratar estas cuestiones y generar el debate de las ideas y también de los conceptos.

Cierto, no es nada nuevo, el texto sigue siendo muy potente, pero la puesta en escena tiene su propio carácter, e invita a explorarla. Parece que la compañía ha optado por el desarrollo de montajes que crean cierta controversia e inquietud en el público: así lo hicieron con El coleccionista, de Fowles, y así nos lo traen de nuevo en esta puesta en escena.

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Alan, un chico de 17 años, ingresa en un hospital psiquiátrico por haber cegado a cuatro caballos en unas caballerizas. El psiquiatra encargado de su tratamiento, Martin, irá revelando las circunstancias sociales, familiares, religiosas y sexuales que han conducido al chico a cometer esa atrocidad, cuestionando al público sobre nuestra manera de aceptar e integrar las individualidades dentro de la normalidad social.

Una obra escrita por Peter Shaffer en 1973 y estrenada en Londres en el mismo año. Desde entonces, este texto alcanzó una repercusión mundial inmediata. Shaffer se basó en un hecho real para construir una historia sobre la fascinación sexual y religiosa que ejerce un caballo en un chico de 17 años y su tratamiento en un hospital psiquiátrico.

El autor cuestiona con este texto qué es lo que la sociedad contemporánea considera “normal” y las restricciones que esa misma sociedad está dispuesta a ejercer para mantener a toda costa esa “normalidad”. En España, la obra se estrenó en Octubre de 1975 y, desde entonces, ha permanecido prácticamente ausente de los escenarios. La importancia del texto y, sobre todo, su vigencia, hace más que necesaria la revisitación del mismo.

Fecha: el Domingo 30 de octubre de 2016

Horario: a las 20:00h

Lugar: Sala Arte y Desmayo - c/ Baleares, 14 -Marqués de Vadillo- (Madrid)

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Fecha: el Domingo 19 de junio de 2016

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Fecha: el Jueves 16 de junio de 2016

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DATOS RELACIONADOS

Autor: Peter Shaffer
Traducción: Natalia Fisac
Versión y Dirección: Carlos Martínez-Abarca
Intérpretes: Juanma Gómez, Elia Muñoz, Natalia Fisac, Sergio Ramos, Pablo Méndez, Magdalena Broto, Roberto González, Íñigo Elorriaga, María Heredia, Cristina Arranz
Diseño de Movimiento: Patricia Roldán
Iluminación y Sonido: Álvaro Gómez
Vestuario: Reyes Carrasco
Diseño y realización de Máscaras: Guillermo Campa
Video y Making of: David Blanco
Espacio escénico: Carlos Martínez-Abarca
Realización escenografía: Javier Gómez-Pastrana
Adjunto a la Dirección: David Lázaro
Diseño gráfico: Roque Domínguez
Producción ejecutiva: Sara Amo
Compañía: Arte&Desmayo

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