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Alberto García-Teresa – La República Cultural
Ambientes degradados, narradores enfermizos, vileza, tugurios, taras físicas, inadaptación social, una constante sensación de repulsión y algunos detalles fantásticos son algunos de los parámetros y de los elementos que componen la decena de relatos y una novela corta agrupados en el segundo libro de cuentos de Julio Jurado.
En estas piezas, escritas mayoritariamente en presente (también se recogen un par de relatos donde juega con otras formas de narración y de presentación del texto, con lo que se demuestra la versatilidad de este autor), Jurado sabe vestir a sus personajes y levanta entornos significativos. Les dota de equipaje, por el cual se asoman y, hábilmente, sólo se apuntan y sugieren sus historias singulares. Los más característicos cuentos del volumen (aunque hay relatos con otros registros) se ubican en atmósferas retorcidas, truculentas, basadas en el feísmo, en las que el escritor desarrolla argumentos de narrativa negra, donde las pulsiones sexuales tienen una continua presencia. Así, nos lleva a emplazamientos perversos y malsanos, donde se transparenta la degradación social que Jurado plasma en los individuos. Además, coloca ciertas premisas fantásticas o maravillosas en un lugar central en alguno de estos textos.
Sin embargo, aunque se muestra hábil con los giros de las tramas e incluso con la introducción de mcguffins y el llevar al lector al despiste, dichas tramas están poco desarrolladas, en general, y no lleva a trabar historias sólidas. En ese sentido, podríamos concluir que Julio Jurado es un buen constructor de personajes y ambientaciones, aunque no de historias, a las que les queda cierto empaque y orientación. Con todo, se debe resaltar el trabajo con esos tipos singulares, con los que, sin duda, no nos gustaría toparnos…
