Menú
laRepúblicaCultural.es - Revista Digital
Inicio
LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital
Síguenos
Hoy es Viernes 29 de marzo de 2024
Números:
ISSN 2174 - 4092

Pedro Casablanc: “Si no estamos permanentemente en candelero, en la brecha, desaparecemos” - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Sin lugar a dudas, uno de los actores españoles que en los últimos años han conseguido el reconocimiento de la crítica y el público es Pedro Casablanc, pseudónimo de Pedro Manuel Ortiz Domínguez (Casablanca, 1963). Ganador del último premio Ondas por su papel en la serie de televisión, Mar de Plástico, y nominado al premio Goya al mejor actor protagonista por su papel en la película B, lleva varias semanas ofreciendo un espléndido trabajo actoral en la función de Trankret Dorst, Yo, Feuerbach, dirigida por Antonio Simón e interpretada, junto a Pedro Casablanc, por Samuel Viyuela, que se representa en el Teatro de La Abadía de Madrid. Todavía presente su excelente interpretación en Hacia la alegría, de Olivier Py, Pedro nos adelanta en esta entrevista su nuevo proyecto con el creador francés para el próximo festival de Avignon.

república, cultural, revista, digital, entrevista, pedro casablanc, teatro, escena, ondas, yo feuerbach, La República Cultural

Pedro Casablanc: “Si no estamos permanentemente en candelero, en la brecha, desaparecemos

Me llegan monólogos interesantes, pero echo de menos un teatro con más estructura dramática

Pedro Casablanc
Ampliar imagen

Pedro Casablanc

Cartel de Yo, Feuerbach. Imagen: cortesía del actor.

Pedro Casablanc
Ampliar imagen
Pedro Casablanc

Una imagen del actor en escena. Foto: cortesía de Pedro Casablanc para el artículo.

Click en las imágenes para ampliar

Julio Checa – La República Cultural

Sin lugar a dudas, uno de los actores españoles que en los últimos años han conseguido el reconocimiento de la crítica y el público es Pedro Casablanc, pseudónimo de Pedro Manuel Ortiz Domínguez (Casablanca, 1963). Ganador del último premio Ondas por su papel en la serie de televisión, Mar de Plástico, y nominado al premio Goya al mejor actor protagonista por su papel en la película B, lleva varias semanas ofreciendo un espléndido trabajo actoral en la función de Trankret Dorst, Yo, Feuerbach, dirigida por Antonio Simón e interpretada, junto a Pedro Casablanc, por Samuel Viyuela, que se representa en el Teatro de La Abadía de Madrid.

Todavía presente su excelente interpretación en Hacia la alegría, de Olivier Py, Pedro nos adelanta en esta entrevista su nuevo proyecto con el creador francés para el próximo festival de Avignon. Además, es posible que muchos espectadores recuerden papeles suyos en televisión o trabajos de mérito ofrecidos, por ejemplo, en el Teatro de la Abadía, como El retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, de Valle-Inclán o como El Señor Puntila y su criado Matti, de Bertolt Brecht, que le valió el premio de la Unión de Actores.

Nos encontramos con Pedro Casablanc en el camerino del teatro de la Abadía, poco antes del inicio de la función, Yo Feuerbach, de Tankred Dorst.

¿Qué veías en Yo, Feuerbach desde hace años como para que fuera un texto que ya querías hacer? Me llama la atención que un actor, o un lector de poco más de 30 años se sienta tan interpelado por ese personaje.

Pues ya debería de ser un poco visionario y ver lo que nos espera o lo que es la profesión. Yo no creo que hiciera una lectura del lado pesimista de la obra, del lado patético. Echando la vista atrás (y esto que me preguntas no me lo he planteado nunca, me lo estoy planteando ahora mismo), probablemente fuera el hecho de que es un actor y el hecho de poder representar a un actor. Al fin y al cabo es lo que hacen los histriones, hacer de actor. Es una vuelta de tuerca más a tu trabajo, no hacer un personaje gris. El colmo del actor es interpretar a un actor y a mí siempre me han llamado mucho la atención esas obras que tratan sobre actores o sobre teatro y esta era una de ellas. El hecho de la encarnación, de que el actor se convierte en otra cosa y de pronto crea un mundo mágico a su alrededor, como el de los pájaros, o el del perro, que en la obra original aparece en escena, … yo creo que todo eso me llamó más la atención… me interesaba más que el hecho de que la vida va pasando y vamos sobrando de alguna manera. También es verdad que cuando yo leí esta obra las cosas no eran iguales, había más actores mayores. Ahora no se puede hacer un elenco en Madrid con actores de más de 45 años o 50. Ahora no se podría hacer Doce hombres sin piedad. Ahora sí que tiene sentido la función.

Sí, me costaba entenderlo desde una cierta “simpatía” generacional.

Si, pero perdóname. También te tengo que decir que desde que empecé, digamos, con dieciocho años como profesional, cada vez que he tenido que acceder a una obra me he tenido que someter a un casting y me he tenido que someter a castings, a veces, humillantes. Y me he tenido que someter a que valoraran mi [con énfasis] vocación. Y eso está también en la obra y eso se comprende en esta profesión desde que eres muy joven. Cuando un tipo, un director de cine te coge la cara, te da la vuelta y te mira los perfiles y te trata como un objeto, y te dice “bueno, gracias, gracias”. Eso también estaba ahí y eso se comprende también. A mucha gente joven que viene a ver la obra eso le toca mucho.

Sin duda es un texto magnífico que permite un gran número de lecturas. Me preguntaba por asuntos que tienen mucho que ver con nuestro tiempo, como el conflicto generacional, la tensión de lo joven frente a lo viejo, la casta frente a lo que no lo es, la desatención al magisterio, el significado de términos como “éxito” o “fracaso”. La imagen de este hombre que hizo “el gran papel” y todavía tiene que someterse a pruebas y puede ser expulsado impunemente de un escenario ante la mirada impasible de ese jovencito que no es capaz de reconocer ni siquiera la entrega o la vocación. ¿Te parece una lectura válida en relación a lo que puede ser la realidad española?

Sí, es una lectura absolutamente válida, enraizada con lo que cuenta la obra. La realidad española es esa. Pero es que esta obra está escrita en el año 1986, en Alemania, con lo cual lo trágico es que es la realidad mundial. El desprecio o la indiferencia absoluta hacia eso que tú dices del magisterio, de esos que vienen detrás y que saben más. Ahora resulta que como la nueva generación ha tomado el relevo en lo tecnológico, pues nosotros necesitamos lo tecnológico y parece que nosotros necesitamos que ellos nos enseñen algo que nos adelanta en velocidad, que es lo tecnológico. Pero todo lo artístico, lo espiritual… Yo creo que se da el gran bache entre lo tecnológico y lo espiritual. Probablemente somos la generación, no ya nosotros, sino nuestros padres, los que estuvieron antes, digamos… en mi mundo, los Bódalo o los Merlo, aquellos que si ahora estuvieran delante admiraríamos con la boca abierta. Yo creo que eso se ha perdido porque lo tecnológico ha pegado un empujón tan rápido que nos ha dejado completamente detrás.

¿Y no crees que hay también una desatención a la experiencia? A veces parece que las nuevas generaciones no sienten la necesidad de mirarse en lo que van a ser dentro de veinte años.

Bueno, nadie sabe lo que van a ser. Los psicólogos de ahora no tienen ni idea de a quiénes van a tratar. Estas generaciones, dentro de veinte o treinta años, nadie sabe muy bien qué clase de monstruo [risas] psicológicamente patologizado [más risas] van a encontrar. Hay desatención a la cultura, por ejemplo a leer, simplemente al hecho de leer. Un país con un índice de lectura tan bajo, donde la gente no lee…, si no lees, no sé, no escarbas en lo que había antes, no haces arqueología. Hay una tremenda ignorancia respecto a lo que hay detrás y ya lo he dicho en alguna ocasión. Esta profesión, donde tienes que saber, por lo menos, cómo lo han hecho los que estaban antes… No hay ningún interés. También es verdad que somos un país en el que la tradición cada uno la toma como quiere, la tradición teatral no existe. No hay ningún tipo de reverencia o de recuerdo, de memoria, hacia los que estuvieron antes. Yo he ido, por ejemplo, a un teatro a Londres a comprar una entrada y la señora taquillera tenía detrás un retrato de John Gielgud. Aquí, en las taquillas de los teatros parece que estás comprando una aspirina en una farmacia, una cosa aséptica, donde no hay ningún referente a nada. Parece que todos los que llegamos queremos borrar lo que había antes porque yo soy, yo soy … después de mí, el diluvio.

Me preguntaba por este momento de “desconcierto”, de desvanecimiento de los referentes en nuestro país. Creo que el teatro también vive ese proceso de confusión, pero quería saber, en tú opinión, qué parte de responsabilidad tiene el propio teatro. ¿Qué hace o ha hecho mal el teatro español?

Yo creo que la gente creativa en el teatro, y en general, son las personas menos autocríticas que hay. Son personas que no aceptan bajo ningún concepto que se les critique o que se las desapruebe. Entonces, al no haber una reflexión sobre lo que estás haciendo, no hay posibilidad de avanzar. Además, ¿quién es el teatro ahora mismo? ¿A quíén te tienes que dirigir para decir “esto tiene que cambiar”? ¿Al Director del Centro Dramático Nacional? ¿Al Ministro de Cultura? ¿A dónde? No hay un foro donde llegar y exponer y decir “esto no puede seguir así”. ¿Por qué no se revisita Chejov o Buero Vallejo o Valle Inclán o Shakespeare…? Por una cuestión, primero, de presupuesto. Ya no se pueden hacer obras de grandes elencos y, al no hacerse, desaparecen. La gente joven no tiene acceso a ese tipo de obras, pero tampoco tiene acceso a pagar lo que cuestan los derechos de autor de una obra, pongamos, de autores como Buero Vallejo. Entonces, tienen que reinventarse ellos, escribir obras para dos o para tres, que están en un teatro pequeño. Porque la necesidad de hacer teatro está ahí y se reinventa, pero no hay una revisión de lo anterior. Esas causas materiales conducen a una absoluta ignorancia.

Otro aspecto que me interesó de la función tiene que ver con el ensimismamiento. El propio título lo declara, Yo, Feuerbach. No sé si ves en la obra la idea de que ese ensimismamiento conduce, sospecho, a una forma bastante triste de soledad, tanto la soledad del individuo como la soledad del actor.

¡Uff! Yo creo que esa la soledad del corredor de fondo, como el de aquella película [risas]. Es la soledad del incomprendido en este caso. Es verdad que es un actor con grandes capacidades, incluso que van más allá de lo normal, con una sensibilidad extrema. Y todo eso lo lleva a ser una persona diferente. Está solo porque es una persona excluida. Es un actor de un grandísimo nivel, pero que el lobby teatral no lo acepta porque puede ser incómodo. Y eso pasa cada vez más porque vivimos en lo políticamente correcto. A aquel que por su pasión, que traspasa ciertas barreras de lo correcto o de lo peligroso, se le excluye. Y esa es la soledad de este loco.

¿Y dirías, entonces, que en el teatro español un elemento más extendido de lo necesario sería esa idea de lobby y la búsqueda de zonas “templadas”, zonas de “confort” y, por tanto, todo aquello que tenga que ver con exceder un cierto nivel de riesgo, o de crítica, o de pasión no es bien recibido?

Yo creo que sí. Creo que estamos viviendo un momento, bueno hace ya tiempo, que se van formando y van mutando y se van convirtiendo los lobbys que son de un color y luego se convierten en otro…, pero siempre estamos más cómodos dentro de ciertos clanes, donde todo se hace igual, donde todos nos conocemos y …bueno, es la famosa metáfora del tirano, del sátrapa que le enseña a un joven aspirante a sátrapa que a todas las espigas que sobresalen hay que cortarle la cabeza porque sobresale, porque despunta. Se admira, pero, por si acaso, es mejor ponerlo al margen. Un paisaje más moderado, donde todo esté con regla. Esa es la soledad del artistas, más que la soledad del individuo.

¿Cuáles son los principales peligros actorales en la interpretación de este Feuerbach? Permite mucho virtuosismo, hacer un montón de cosas, pero no sé si eso es peligroso. Siempre me has parecido un actor “cerebral”, con grandes recursos, pero contenidos.

Yo creo que es el personaje más rico que me ha tocado hacer, que me permite explayarme, hacer un festival. Hay un momento en que estoy muy cómodo y esas barreras que tú dices se empiezan a agrietar y por pudor, o por una especia de regla de trabajo que siempre respeto (Laurence Olivier decía que no había que darle todo al espectador, que siempre tenía que haber más detrás), … y eso es una forma de trabajo mía que a lo mejor he utilizado yo, pero por incapacidad. Y es verdad que este papel me da la posibilidad de ir más allá, de darlo todo. En principio, no me importa, siempre que no traicione ciertas barreras (de las que habla también Feuerbach en la obra), hay limitaciones, barreras que nos ponemos. Yo creo que no se puede actuar sin ningún tipo de limitación. Hay una partitura, un acuerdo, al que se ha llegado después de un tiempo de ensayo con el director. Una partitura amplia en este caso, pero por ser un actor racional, a veces, me doy cuenta perfectamente de lo que hago y, algunos días, doy un paso para atrás.

En este proceso, tu actividad como director ¿supone una forma de contrapeso, más allá de la dirección, en este caso, de Antonio Simón? ¿Tu “yo” actor se enfrenta a tu “yo” director y se establece alguna lucha entre lo que te gustaría hacer y lo que te gustaría ver sobre el escenario?

No. El hecho de haber dirigido y la experiencia, te dan esa segunda atención. Nunca me he impedido o me he privado de hacer lo que quería hacer en un papel. Lo que pasa es que no se puede hacer todo en cada papel. El hecho de ser director me ayuda a que lo que planteo como director, mis exigencias, me las aplico a mí mismo. Soy consciente de los días en que, probablemente, haya roto el saco de contención y puedo recuperar. Es bueno saber que puedes llegar hasta cierto punto, pero que no debes pasar de ahí. Y eso lo he aprendido con grandes directores, como Carles Alfaro, muy concienzudo para eso. Es el goce de no pasar la frontera, de tener ahí un caramelo que quieres, pero que decides no cogerlo porque es un caramelo envenenado. Eso tiene que ver con el asunto de “indicar”. Yo sé que hay cosas que si indico más de la cuenta, me voy a ganar más al público y se van a reír mucho más. Yo decido no pasar esa barrera a cambio de la risa y del aplauso. Y eso es un reto y una gran satisfacción cuando no lo haces. Es una tentación en la que no caes. Las tentaciones… el reto es no caer en la tentación.

¿Eres consciente del espacio que ocupas en el panorama actoral o teatral español? Te manejas y eres muy reconocido en otros medios (acabas de ganar, por ejemplo, un premio Ondas por un papel en televisión). Eres una cara de referencia, que también tienes ahora en la cartelera una obra de primerísima actualidad.

Bueno, soy consciente del lugar que ocupo y probablemente me gustaría ocupar otro. Tengo carencias, he hecho muy pocas películas. Siempre quise ser actor de cine. Yo nací en Marruecos en una ciudad que no tenía teatro, aunque tuve acceso al teatro francés a través de la televisión. Con la edad que tengo he hecho una sola película, que es B, por la que me han nominado a los Goya. No está nada mal, pero me hubiera gustado haber hecho más películas. Es lo que hay. Sí que es verdad que en televisión me han dado el premio Ondas por una serie. Sí, soy consciente del lugar que ocupo y no sé si puedo aspirar a más, o si está muy bien así. Lo que sí tengo claro es que no puedo parar de trabajar.

¿Y el personaje de Feuerbach te sirve para mirarte? Esto es una máquina de triturar fama, premios, gente…

Si no estamos permanentemente en candelero, en la brecha, desaparecemos. Por eso tenemos esa necesidad de estar siempre sobre las tablas. Nuria Espert o José María Flotats…, con unas edades en que podrías estar perfectamente en tu casa y seguimos en la brecha. No queremos desaparecer. Es verdad que se trata de un trabajo que nos mantiene con vida.

Sé que hay muchos textos muy apetecibles, pero ¿hay algún texto ahora que especialmente querrías hacer?

Es lo que tú dices, hay muchos, pero no tengo especial interés. Sí es verdad que dentro de algunos años me gustaría hacer un gran Shakespeare, me gustaría hacer un Rey Lear, al que estoy dando vueltas para más adelante. Me apetece mucho hacer una gran comedia musical.

Con relación a la dramaturgia… hablabas antes de un Buero…

Bueno, hay muchos problemas con los derechos de autor…

Y sobre la generación de dramaturgos y dramaturgas más jóvenes, más actuales?

Veo y conozco pocas cosas. He ido a ver La piedra oscura, que tanto éxito tiene, los trabajos de Jordi Casanova…, o Idiota…, estos grandes frescos que me parecen interesantes…, pero era lo que te decía antes… yo creo que están intentando reinventar un teatro de guerrilla, o necesario, que haga de la necesidad virtud, de dos actores… Me llegan monólogos interesantes, de gente muy informada…, me acaba de llegar uno político sobre Carrero Blanco, pero echo de menos un teatro con más estructura dramática. El teatro que me llega es muy narrativo, como Mouawad. Los actores salen y cuentan, narran. Echo de menos un teatro en que haya conflicto.

Sin embargo, sí creo que hay un teatro de ese que tú reclamas, pero no tiene facilidad para salir de esos espacios que tú decías antes.

Sí seguro, y tener que ir a Francia… ¿quién nos iba a decir que íbamos a ir a Francia a buscar teatro de boulevard. En Francia se hace en pequeños teatritos y aquí se infla, se buscan grandes nombres…

… pero tú has hecho Olivier Py, por ejemplo, es decir, hay otra dramaturgia francesa. Tú has hecho Hacia la alegría, que me parece un monumento.

Sí, sí, pero estamos plagados de teatro de boulevard.

¿Y lo que hace desde hace algún tiempo Flotats?

Bueno, tiene una pátina culta, pero también va por ahí. Y sí es verdad que hay una dramaturgia francesa muy potente a la que no hemos accedido. DE hecho, me voy con Olivier Py otra vez a Avignon, con un nuevo texto suyo y elenco francés. Después de la experiencia de la coproducción con La Abadía, estreno de nuevo en julio en Avignon.

Por ir cerrando. Si no llegan producciones de más interés, parece que el único cauce sería la edición.

De todas formas, cuando llegan estas producciones francesas al circuito comercial de Madrid, y luego se giran por provincias, porque cuando hablamos de teatro hablamos de Madrid, porque el teatro español no existe, y Barcelona, nadie tiene acceso a leer esto. Hay grandes productores que van a Paris o Nueva York a ver estas obras, que las compran, las traducen y las montan, pero no hay una publicación.

El panorama de la edición teatral española es bastante desolador. No sé si vosotros, en la profesión, lo pensáis.

Leo bastante teatro de fuera en traducción francesas. Hay tantísimo teatro que aquí no se ha hecho nunca ni se ha traducido… Es verdad… por hablarte de este texto, Yo Feuerbach, está publicado en la ADE, pero ya no se encuentra, si no es en fotocopia. A partir de esa fotocopia, que también tenía Antonio Simón, pensamos en hacer la obra. Vimos la edición argentina y después, con ayuda de Miguel Sáez, fuimos rehaciendo el texto, que no está en ningún sitio.

¿Interviniste en la dramaturgia del texto?

No en la dramaturgia, que hizo Jordi Casanova, pero sí en alguna forma de expresión, algún asunto que surgió en el teatro, en el proceso de ensayos, pero poco más.

Pues muchas gracias por tu tiempo.

Gracias a ti.

Alojados en NODO50.org
Licencia de Creative Commons