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Marcos Ana es el preso, y además el poeta - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Falleció en Madrid, a los 96 años, Fernando Macarro Castillo. Era el hijo de Marcos Macarro y Ana Castillo. El hijo de dos jornaleros. En esta tierra mía de adopción, en Salamanca, cuando hemos hablado tantas veces de él con aquellos que lo habían conocido antes, incluso en Roma, siempre me contaban que era el hijo de un palafrenero en la pedanía de San Vicente, en la Alcudia (¿verdad, Ángel Custodio?)

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Marcos Ana es el preso, y además el poeta

Hasta ahora, poeta; hasta siempre, camarada

Marcos Ana
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Marcos Ana

El escritor en 2012, durante la presentación de su libro Poemas de la prisión y la vida en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Foto: ® Javi Álvarez

Marcos Ana
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Marcos Ana

El escritor en 2012, durante la presentación de su libro Poemas de la prisión y la vida en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Foto: ® Javi Álvarez

Manuel Gil Rovira – La República Cultural

Falleció en Madrid, a los 96 años, Fernando Macarro Castillo. Era el hijo de Marcos Macarro y Ana Castillo. El hijo de dos jornaleros. En esta tierra mía de adopción, en Salamanca, cuando hemos hablado tantas veces de él con aquellos que lo habían conocido antes, incluso en Roma, siempre me contaban que era el hijo de un palafrenero en la pedanía de San Vicente, en la Alcudia (¿verdad, Ángel Custodio?)

El caso es que se podría haber ido un poco más Marcos Macarro y Ana Castillo. Su hijo no lo permitió. Marcos Ana, el nombre para siempre del otrora Fernando Macarro Castillo, se rebautizó con el nombre de su historia.

Marcos Ana, todavía Fernando, se incorporó a las milicias republicanas que enfrentaban el Golpe militar de julio del ’36 no cumplidos aún los 18 años. Transcurriría la Guerra y Marcos, “cautivo y desarmado” el pueblo de España, intentó la salida por el Puerto de Alicante. Como tantos otros luchadores por la democracia republicana, como tantos otros comunistas afiliados a la JSU primero, y después al PCE, que intentaron esa salida, fue detenido y encarcelado. Fueron Albatera, Porlier, Ocaña, Burgos…

Y entonces ya Marcos Ana sin otro nombre con el que querer vestirse, con el que deber vestirse. Pena de muerte y veintitrés años de prisión y penas de muerte. Anunciada una “saca” con su nombre, comenta él, que luego no fue cierta. Escuchar a diario los nombres, que luego eran camiones y después disparos. Y, entre tanto plasmarlo.

Marcos Ana, que ha conocido, por ejemplo, a Buero, entre otros, en la cárcel, supongo que en el Penal de Ocaña (tengo a mano sus preciosas memorias, Decidme cómo es un árbol, y os refiero a ellas) empieza a escribir de su entorno. Del más cercano a su yo (la reflexión del que está preso) al que vierte un nosotros (otra vez el poema del que está preso).

No sé el año de composición del poema. Ni con cuál de las estratagemas lo haría salir de prisión. Pero nos contaba lo de hoy, su muerte, y lo de lo por venir, futuro:

Aquí me quedo yo,
cuidando la bandera,
en esta tumba solitaria y fría,
con los muros clavados en mi carne
y las venas abiertas al dolor de mi agonía.
Mis ojos en la Noche irán buscando
una grieta de luz, una salida
o una hierba de sol consoladora.

Camaradas, adiós,
adiós amigos, llevad mi corazón en vuestras manos,
repartidlo con amor entre los míos,
contad sus mordeduras,
abrídmelo en canal, que el mundo sepa
a qué pecho vacío pertenece,
de qué preso de cuajo fue arrancado
Vuestra firma estampad en estas piedras,
jurad volver por mí, juradlo a voces,
hasta que el mundo tiemble y la promesa
se vuelva corazón vivo en mis manos.

Salud a los que os vais hacia la vida,
árbol de libertad, los que quedamos
avizorando iremos vuestra senda,

con fe en el compromiso que juramos.(1)

Marcos Ana es el preso, y además el poeta. Son todos los presos del fascismo español que han conseguido, a través de papelitos, colarse fuera de los muros de las cárceles. Y Pablo Neruda, Rafael Alberti y muchos otros, repiten. La misma operación que intentaron, por desgracia sin resultados, con Miguel (Hernández) se desencadena, buscando y consiguiendo un clamor internacional, con Marcos. Y Marcos sale de la cárcel en 1961 y se exilia, poco después, en Francia.

Empieza ahí una verdadera embajada de España por el mundo. Lo invitan a Chile, a Uruguay, a Argentina… A contar los que sufre el país de la asaltada Segunda República con discursos y versos que lo plasman. Y es también Cuba y su zafra, y es también la Unión Soviética y es toda Europa. Es Italia, donde tanto se le conoció por “culpa” de Rafael, de Guttuso o Viitorio Vidali (otrora en las Brigadas Internacionales Comandante Carlos) etc. hasta el encargo de la fundación del Centro de Información y Solidaridad con España (CISE) con presidencia de honor de Pablo Picasso.

Muerto el general, Marcos vuelve a España tras brindar con champán (así se cuenta acertadamente en sus memorias) en el CISE en París, como otros lo hacían, por ejemplo, en Florencia. Y la vida sigue. Sigue siguiendo. Y Marcos, cambiado el siglo, sigue en las plazas con todos sus años, y contándonos toda su fuerza. Esto último era casi antes de ayer. No más de dos años. Era hablar un segundo, quizá cuidando la bandera y mirar como él le decía a los más jóvenes: Salud a los que os vais hacia la vida. Y, entonces, uno vuelve a sus libros y a su vida. Y te viene a la mente quién ya hacía años que te lo habían descrito. Y te viene a la mente Blas (de Otero):

A Marcos Ana
¡Ah de la vida! ¿Nadie responde?
(Quevedo)

No hablo por hablar. Escribo
hablando, sencillamente:
como en un cantar de amigo.

Nâzim, Marcos, Lina Odena,
Nina van Zant, compañeros
en la libertad más bella.

La libertad del que forja
un pueblo libre: Miguel
Hernández cavó la aurora.

¡Ah de la vida! Preguntas
a tientas: “el mar”, “el campo”…
Las olas se han vuelto mudas.

Veintidós años… Decidme
cómo es un árbol. Quién silba
arriba en el aire.

Quién me recuerda. Quién llama
desde el fondo de una mina.
Espaciosa y triste España.

La libertad por el suelo.
Tú la levantas, la apoyas
en el hombro del obrero.

El olivo y las espigas
te dan la mano, se pasan,
brisa a brisa la consigna.

Como en un cantar de amigo,
escribo lo que me dictan
la fábrica y el olivo.(2)

Contado cuanto ha podido salir a vuelapluma, sólo queda una cosa: hasta ahora, poeta; hasta siempre, camarada.


(1)Marcos Ana, Poemas de la prisión y de la vida, Barcelona (Argentina…. Venezuela), Umbriel Editores- Tabla Rasa,2011
(2)Blas de Otero, Obra completa, Madrid, Galaxia Gutemberg, 2015, pp.479-480

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