Eliane Hernández Montejo – La República Cultural
Existen numerosas instantáneas de Marilyn Monroe. El poder cautivador de la tentación rubia era tal que, incluso antes de ser famosa, Philippe Halsman quedó atrapado por sus encantos cuando Life le encargó retratar a ocho jóvenes aspirantes a actrices. Y tres años después su firma iría en la primera portada de Norma Jean en la revista ilustrada.
Desde ese momento actriz y fotógrafo colaborarían en múltiples ocasiones, de las que surgirían imágenes como las tomadas en su propio apartamento mientras realizaba diversos ejercicios, que incluían levantar pesas; o una divertida serie de siete fotos en las que simula pasar una entrevista de trabajo, que resultan mucho más peculiares todavía gracias a los comentarios de Halsman describiendo cada momento de la misma: abordaje, posición de batalla, ataque, asalto final y victoria.
Todas estas fotografías pueden contemplarse en la retrospectiva Philippe Halsman. ¡Sorpréndeme!, organizada por la Caixa, en la que también se expone la colaboración de Marilyn en uno de los proyectos más conocidos del artista letón-estadounidense, jumpology. Más de doscientos saltos que desembocaron en una nueva portada de la actriz en Life.
La jumpology surgió del principal objetivo de Halsman, captar la verdadera esencia de las personas que plasmaba. Según él mismo explicó: “mi aspiración es crear un retrato que perdure en la historia como la imagen que defina a esa persona, para que, cuando la gente recuerde a una gran figura del pasado, lo que vea sea una fotografía creada por mi cámara y mi ojo”.
Por ello, durante diez años, después de realizar cada uno de los encargos que recibía, aprovechaba para preguntar a los retratados si querrían participar en ese proyecto personal. Logrando así que cientos de personajes conocidos, no solo del mundo del espectáculo, sino también políticos, escritores o científicos, saltasen ante su cámara.
Otro de los participantes fue Salvador Dalí, que eligió la peculiar compañía de una silla y tres gatos a la hora de realizar su salto. Fotógrafo y pintor se convirtieron en grandes colaboradores durante treinta y siete años, unidos por su particular sentido del humor y de la ironía, jugando a crear imágenes irreales que solo existían en su imaginación. Ambos sabían que podían contar con el otro a la hora de materializar sus ideas más locas e imposibles.
Así, por ejemplo, el libro Dali’s Mustache: a Photographic Interview, creado entre los dos, fue el resultado de la fascinación del fotógrafo por el principal rasgo distintivo del físico del pintor catalán, su peculiar bigote. En este trabajo se planteaba al protagonista una pregunta por escrito, que era contestada en la siguiente página con un retrato acompañado de su correspondiente pie de foto. Una experiencia que la exposición permite recrear a todos los visitantes, eligiendo una pregunta de las que te proponen y publicando un autorretrato para responderla. Y unos segundos después, ambos pasan a formar parte también de la muestra.