Julio Castro – La República Cultural
Se celebró en Almagro el último congreso de italianistas hace un par de semanas, donde el tema, el viaje en la literatura, ha centrado la cuestión en esta ocasión, dando pie a la participación de autores italianos como el escritor y periodista Franco Mimmi, que con el Ulises publicado el pasado año, ha abierto brecha para que italianistas y no italianistas hagan sus referencias a este viaje. Viaje que, sea en el espacio o en el tiempo, tiene un fuerte referente a innumerables autores Homéricos y posteriores que pueblan nuestro mediterráneo.
Dentro del mismo congreso se quiso rendir homenaje a la figura del que fuera primer director del Colegio Universitario de Ciudad Real: Manuel Gil Esteve (afortunadamente vivo y lúcido, le pese a quiénes les pese), hoy jubilado, pero siempre Catedrático de Filología Italiana de la Universidad Complutense de Madrid. Cuando me explicó, antes del Congreso, el tema y el hilo de la cuestión que tenía intención de abordar en el mismo, como discurso previo a la clausura, no perdí la ocasión de solicitarle que me lo hiciese llegar tras la lectura, porque creo que es bastante ilustrativo de la memoria que se nos cuela por las rendijas de la historia, por las fosas de Valencia, por los huecos de nuestras universidades que hoy parecen tan "eclécticas", cuando más bien optan por desplazarse a la temida situación que antaño nos dejara tantas heridas en el recuerdo.
Se hizo el homenaje, aunque, decantándose por los colores que se decanta, particularmente el del rojo, y señalando como señala el verde de la envidia, es comprensible que ni un embajador del fascista Berlusconi, ni otros elementos (que no se despegan ni con palanca de la cola de cometas estrellados), optasen por permanecer en la puerta (por fuera, claro) en tanto que la conferencia de clausura, era presidida por Isabel González, Catadrática de la U. de Santiago de Compostela y Presidenta de la Asociación de Italianistas Españoles. Es comprensible, también, que haya habido otros momentos para homenajes, como la Ordine di Cavaliere della Stella della Solidarietà Italiana, recibida hace ya un tiempo por méritos propios, y por decisión del propio Presidente de la República Italiana y que Manuel Gil, Manolo, aceptó “con gusto porque me la concedía el pueblo (la civilización) italiano”. ¿Qué importa un ciudadano extranjero con la máxima condecoración, cuando el propio pueblo italiano poco importa para tantos “mandatarios”?
Dentro (contraste de colores), diferentes ideologías pugnaban por arropar con la diversidad del calor humano que permite la inteligencia, al que ha sido (y es), seguramente, un tremendo exponente de la ideología frente a aquel fascismo de comisarías en la universidad, pero también frente al de la pobreza de mente que promueve daños iguales o peores a medio y largo plazo, sin darnos cuenta. Ahí quedan textos como ’Ítaca te regaló un hermoso viaje’: estudio mitográfico del Ulises de Franco Mimmi en que M.D. Castro Jiménez aprovecha para un doble homenaje, a la obra de Mimmi y a la de Manuel Gil Esteve, o también Un viaje por el Apenino tosco-emiliano con Francesco Guccini de M. Gil Roviraotro doble homenaje dedicado a Guccini y al homenajeado central del evento. Interesantes trabajos, no sólo en su investigación, percepción y contenidos, sino también en no tener cortapisas a la hora del “carpe diem” que el momento señala.
Este texto, el de Manolo, es uno de los mejores trayectos por los colores, que muchos escritores, pensadores y políticos, deberían construir con su vida, porque los tonos de grises no debieran tener pasaje en nuestro viaje.
El color en la literatura italiana y aledaños en definitiva: el color en mi vida
Manuel Gil Esteve
Queridos amigos: Gracias por estar ahí, después de tres días intensos y despiadados, en los que no todo ha sabido a rosas (rojas, por cierto). A estas alturas, estoy seguro de que vuestra paciencia, vuestra amistad, os va a llevar a esperar una hora más, pacientes y atentos. Espero poder hacerlo breve y suave. Almagro lo merece, nuestra Presidenta, más y vosotros (nada de vosotras/os) también. ¿Vale? Pues, vamos ya, que el tiempo es oro y no es oro (amrarillo especial, sí) todo lo que reluce.
Ahora hace 69 años, 7 meses, 17 días menos unas horas, o 16 días más unas horas, en una casita de dos plantas en un barrio obrero a las afueras de Valencia, hacia Madrid (entonces aún no), sus habitantes permanecen en silencio, “entre dos clarors”, como allí se dice, cuando el día aún no es noche y la noche aún no se ha adueñado del día, ni día ni noche, simbiosis del presente y del futuro, metáfora del devenir, los devenires. El barrio es un barrio obrero (aunque en él habitan jóvenes parejas de empleados y jovencísimos próximos profesionales, médicos, por ejemplo.
La pareja que en él vive, junto a su hijo de apenas tres años y la madre de ella ya mayor, ha enviado a Manolín, así se llama el niño, a la cama. Ellos no se sabe bien dónde están en estos momentos, aunque seguramente leyendo uno de los muchos libros que tienen acumulados, como es habitual, excepto en los fines de semana, días en los que estarán llegando con sus bicicletas, con otros amigos de recorrer la comarca.
Pero hoy no, hoy no es así. Hoy tienen también entre sus manos, los mismos libros a los que hemos hecho referencia pero con otras finalidades. Observemos, si me lo permitís. Sólo tenéis que esperar atentos unos instantes por comprobar que la afirmación no es gratuita, ojalá lo fuera, muy otra sería la historia a la que vais a asistir.
Veamos. Veámoslo juntos, si os parece, es mi aventura de vida que quisiera convertirla en vuestra para siempre. En abril, si no llueve:
“Al meu país la pluja” |
Raimon cantando en Madrid en el 40 aniversario del Mayo del ’68. |
Así me reconcilié con los libros, sucesores en mi caso de aquellos que no pudieron escapar a la quema. Así, colaboré en la restauración de la Biblioteca de la calle de la Nave. Por cierto, hasta entonces, en esa Biblioteca, lo recordaba perfectamente el Bibliotecario por haberla tenido en sus manos, había una traducción impresa de la Divina Comedia, al catalán, más antigua que la que se hizo al castellano, la más antigua de la península. A lo largo de todo este tiempo, he buscado y rebuscado esa traducción, he hablado con quienes podrían haberla visto. Se perdió su pista, o alguien la evaporó, ¿quién sabe? En mi casa conservo una foto de los libros puestos a secar en la Biblioteca de Florencia “dopo l´alluvione”. Fue el otro escenario donde intenté reparar la barbarie de la quema de mi barrio…
Portada de la Divina Commedia traducida al catalán |
Feuen mentida del present “Jo vinc d´un silenci Jo vinc dels plaers Jo vinc d´un silenc Jo vinc d´un silenci Jo vinc d´una lluita Jo vinc d´un silenci |
Los días se alargan, plácidos en tardes tranquilas y el cielo luce azul de mar (azul segunda referencia al color, “soy un desmarado…”, no un desterrado como el Cid castellano: “mio Çid de nuestro mal vos no ganades nada…”, habría dicho una niña convertida en verso del poema fundador de la patria de los vencedores). En esas tardes-noche, las ventanas permanecen abiertas para que penetre el aire húmedo. Nuestro niño duerme (bueno, debería dormir) en una habitación que da a una terraza (galería le llaman los del lugar, en un castellano regional, el valenciano, “valencià, cátala tropical”, reza en un monte junto a Xàtiva, la tierra de Raimon y de-----. Nuestro amigo salta normalmente desde la habitación a la terraza, a través de la ventana, y observa las estrellas lejanas del cielo levantino, mucho más lejanas y tenues que las castellanas del Alto del León, aunque aún le faltan 16 años para saberlo, o más…
Hoy es un día especial porque vamos a comprobar que nada es como parece: los padres (Manolo y Vicentita, Viçentín para Manolo) no leen los libros, Manolín no observa las estrellas (“estrellas/ estrellas tristes/ tristes, distantes estrellas/ ¿Sois ojos de amigos muertos que miráis desde la altura?”, reza Juan Ramón, el de Zenobia, la magistral traductora de Rabindranath Tagore, el indio de palabras humanas.
No, Manolín observa en silencio cómo unas manos van depositando en una hoguera hecha junto al albaricoquero que plantó su abuelo Manuel, “Manolín no seas orgulloso que el orgullo trae las guerras” (vendrían Bush, Asnar y Cía. a corroborarlo), su abuelo Manuel vive en la casa de al lado, en el nº 11 de la calle D del mentado barrio de la Aguja (Agulla para los del lugar, del Sindicato de la Aguja, por eso aquello de barrio obrero en sus orígenes…). Nuestro amigo, mirada de niño aún inocente, por poco tiempo ciertamente, mira cómo esa mano va depositando dulcemente las hojas de un libro y esperan a que prendan con intensidad. Otras manos, éstas de mujer –Manolín ya distingue aunque sin lograr saber a quién pertenecen-, van entregando una a una las hojas para su holocausto. Y, de cuando en cuando, se detienen y el niño oye una voz femenina que lee “Para mi Manolo, este libro comprado con los ahorros de los almuerzos, día a día…” Ahora sí, nuestro amigo ha distinguido perfectamente la voz de su madre y no consigue entender nada. Su abuelo le había enseñado que no se hace fuego junto a los árboles porque en épocas como ésta, secas, hay gran peligro de incendio, y los árboles tienen vida porque tienen savia y tienen savia porque viven, y cuestan mucho, mucho, de criar. Y sus padres le habían inculcado que los libros están para manosearlo, y abrirlos, y leerlos, página a página con la caricia de los ojos que los sorben cuan néctar de vida y esperanza. Y ahora, aquí, el fuego anida junto al árbol, su madre rompe los libros y su padre los entrega al fuego destructor, quemando árboles que fueron semilla de cultura, proyecto de futuro. Perpleja situación, el mundo al revés, constructor de la nada por destructor de la vida. El fuego destructor del mundo construido por un Dios que destruye la morada del hombre, a la que un día, perdido en el infinito dio vida: “abuelo dónde está Dios…”
La guerra di Piero (Fabrizio de Andrè) |
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Dormi sepolto in un campo di grano, Lungo le sponde del mio torrente Così dicevi ed era d’Inverno Fermati Piero, fermati adesso, Ma tu non lo udisti ed il tempo E mentre marciavi con l’anima in spalle Sparagli Piero, sparagli ora |
E se gli sparo in fronte o nel cuore E mentre gli usi questa premura Cadesti a terra, senza un lamento Cadesti a terra, senza un lamento Ninetta mia, crepare di Maggio E mentre il grano ti stava a sentire Dormi sepolto in un campo di grano, |
(Tuvo muy pronto la idea muy clara que su trabajo tenía que sustentarse sobre dos carriles: el ansia por la justicia social que todavía no existe –ni nunca la ha habido, ni nunca la habrá-, y la ilusión de poder participar de algún modo en un CAMBIO DEL MUNDO –Obama: “cambiarè el mundo”. El segundo camino se pierde muy pronto, el primero aún está ahí).
Yo había asistido con apenas tres años, un mediodía, a la salida del trabajo, cuando cada ciudadano de la República se dirigía a su casa comer, cómo desde el aire, aviones fascistas italianos acribillaban a la gente, diezmándola. Y cómo, después, hacían otra pasada y lanzaban octavillas sobre los pocos que aún quedaban vivos en las que aparecía escrito “con Franco, pan blanco”, ¡Dios misericordioso y eterno!
Esto me llevó a detenerme en GIROTONDO: |
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Se verrà la guerra, Marcondiro’ndero Ci salverà il soldato che non la vorrà La guerra è già scoppiata, Marcondiro’ndero Buon Dio è già scappato, dove non si sa L’aeroplano vola, Marcondiro’ndera Ci salva l’aviatore che non lo farà La bomba è già caduta, Marcondiro’ndero |
La prenderanno tutti, Marcondiro’ndera Siam grandi o siam piccini li distruggerà Ci sono troppe buche, Marcondiro’ndera E voi a divertirvi andate un po’ più in là La guerra è dappertutto, Marcondiro’ndera Di gente, bestie e fiori no, non ce n’è più La terra è tutta nostra, Marcondiro’ndera |
(En esta canción narra cómo la despiadada locura del hombre ha desencadenado la guerra atómica, y cómo la tierra no ha sido destruida. Solo los niños han quedado vivos, y continúan en un absurdo girotondo –corro- que los arrastra gradualmente a la locura).
Me queda apenas un suspiro. Y sigo escuchando, lo que quiere decir, leyendo:
Il vecchio e il bambino |
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Un vecchio e un bambino si preser per mano |
i vecchi non sanno, nel loro pensiero, |
(Esta canción tiene el sabor de una historia de la niñez pero no tiene nada que ver, a pesar de los loables intentos de interpretación de muchos, con el “smog” –la contaminación, la polución y “l´inquinamento”- -Il vecchio e il bambino habla del holocausto nuclear: Es una canción intocable. Sus fans no soportarían verla “stromessa di scalette dei miei concerti”).
Esos sueños, amigos, yo los he notado. Y también he notado el escalofrío producido por la bombas atómicas, tan lejos de mi espacio, como he notado el “calosfrío” de las bombas –sean reales o en forma de panfletos- lanzadas por los fascistas a la salida de las fábricas y los comercios. En est segundo caso, Santiago –un niño vasco acogido por mis padres durante la guerra y luego separado de forma drástica por los vencedores de los brazos de mi madre, mientras el niño decía “mamá, no dejes que me lleven”. Mi madre murió con el dolor del hijo perdido y jamás recuperado y yo todavía sigo buscando por los archivos de la policía, por ver si “lo encontraría”. Si lo consiguiera, mi madre viviría, mis padres vivirían… Esto fue peor que la quema de los libros…
A la luz de los acontecimientos vividos, pasado el tiempo, fueron llegando a mí personajes verdaderamente humanos: dos internacionalistas, procedentes del cristianismo católico, Maricarmen García Nieto y José Mª de Llanos, dos sujetos verdaderamente interesantes y cuya contribución a la causa de este país no tiene parangón. Maricarmen, procedente de una familia de la alta burguesía catalana, familia de banqueros, la Banca Riva y García, había sido monja, se había creído el mensaje, la buena nueva, el compromiso y, desilusionada por la convivencia de la jerarquía católica con el poder de los facciosos, convertido en Estado Fascista, había dejado el convento, entrado en la universidad y, de su brazo, en loa lucha clandestina por la libertad (el PCE tendría mucho que decir, entre otras cosas el olvido a la que la sometió tanto en la vida como en la muerte). Y José Mª de Llanos, jesuita, confesor del Dictador, encargado de darle unos ejercicios espirituales, también desencantado por la mentira del mal llamado mensaje evangélico, por la figura del Maestro, había abandonado su cargo (nunca dejaría de ser jesuita militante) y creado en el Pozo del Tío Raimundo, en Madrid, todo un movimiento obrero que desembocaría con aquellos obreros del régimen y el propio cura en Comisiones Obreras y el PCE, con carné y lucha. Paralelamente había fundado un Colegio para estudiantes universitarios trabajadores, en la calle límite (luego Juan XXIII, casualidades de la vida) que tuvo una actividad intensa en la clandestinidad y propicio el trabajo paralelo entre marxistas y cristianos, que tan buenos frutos dio en sus días para el futuro de este país.
Pues bien, si volvemos por un momento al barrio de la Aguja y nos asomamos a la vida cotidiana de algunos de sus habitantes, podremos componer una novela real de amor y muerte. Resulta que allí, en la plaza, una de las 65 casas que componían el barrio, vivió un guardia civil, que sirvió con honestidad a la República, Aurelio Sayalero. Cuando acabó la contienda, los vencedores demandaron a Aurelio que entregara las armas que le había consignado la República para la defensa del orden constitucional y de los ciudadanos. Aurelio se negó, aduciendo que había jurado (entonces se juraba, aún no se prometía con valor de juramento) utilizarlas para mantener la república y sólo entregarlas en el caso de que las autoridades nombradas por el pueblo se las demandaran. Ironías de la vida, los que habían traicionado a la República, traicionando su juramento, lo juzgaron y condenaron por traición al orden constituido (“general restrero…”). y lo condenaron, cómo no, a muerte por su “delito” de fidelidad al pueblo que le dio las armas. Como no se le conocieron ni imputaron (que no es lo mismo) delitos de sangre, se le concedió el indulto transformándolo en cadena perpetua. Pero, cuando el indultó llegó a la Capitanía General (maldita capitanía la de Valencia: 23F y Milán del Bosc), mientras amigos y familiares se trasladaban desde la mentada capitanía a la cárcel de Monte Olivete (¡ay, Jesús, y el huerto de los olivos: “!ay, Senyor, Senyor!, per qué anareu al hort, tenint el julivert a casa”). Una llamada a la prisión advirtió del edicto y ordenó el fusilamiento inmediato del reoAurelio nunca supo que hasta los asesinos habían reconocido su inocencia; precisamente por eso lo asesinaban. ¡Dios!
Sí, fue así. Por eso lo traigo ante vosotros, ante el pueblo que siempre quiere conocer la verdad, aunque tantas veces se la escatimen. Aurelio escribió a María y un sacerdote con la conciencia social suficientemente evolucionada, se la entregó después de muerto el guardia civil:
“19/7/1939 Todas nuestras ilusiones quedarán en breve truncadas porque la fatalidad así lo dispone. Ya sabes que siempre te ame con todas mis potencias y que de nuestra unión queda un hijito. Este es el lazo que siempre nos unirá hasta la extinción de nuestras vidas. Si te entregan esta es la mía, mi vida ya se ha extinguido pero te queda nuestro querido hijo que te servirá de consuelo ahora y de ayuda después. Solo te encarezco que lo críes y lo eduques de forma que mañana pueda ser un hombre honrado, trabajador, bondadoso y en fin útil y servicial para sus semejantes al estilo de cómo lo fue Jesucristo para los hombres. Edúcale, en fin, como mejor te dicte tu conciencia. Quisiera poder decirte muchas cosas, estar infinitamente dado a tus sentidos tantas palabras dulcemente consoladoras que es para eso solo para lo que quisiera vivir. Mi mayor consuelo seria que te acogieras a mi familia y amparada también por la tuya vivieras siempre a su lado guardando siempre mi memoria, pero si crees mas conveniente tomara otro camino mas conveniente para ti ya para nuestro hijo, piénsalo bien, pero tómalo si así lo crees. Consuela mucho a nuestros padres y hermanos y busca en ellos tu consuelo. Despídeme de todos los amigos y conocidos y diles que tu esposo muere con la conciencia tan tranquila y tan limpia que no teme nada por que acusarse. Como milita le han juzgado por un llamado delito militar que en los códigos se castiga de esa forma. Proclama muy alto que tu marido no es ni asesino ni ladrón. Tú sabes que soy bueno y esta certidumbre me consuela para ir sereno a mi destino. Nada mas mi querida esposa, se honrada guardando mi memoria y vive también de una forma honrada y digna. A ti te hago el encargo preciso que des por mi a mi madre un abrazo y un beso de despedida, y besa a todos y diles que con el beso va también el corazón del hijo, del hermano, del pariente que se va de la vida con la inocencia del recién nacido. A nuestro hijo, en fin, bésalo por mi largamente, dale todos los besos que yo no podré darle, y tu esposa mía recibe todo el amor de tu esposo AURELIO” |
Así, pasado el tiempo, entendí lo que me querían decir en aquel texto que leí, hablando de la relación entre Carrera (catalán) y Plácido Domingo (castellano), respecto de la Fundación sobre la Leucemia que había fundado Plácido Domingo para contribuir a la curación de su enemigo irreconciliable en el mundo del arte y que había querido permanecer en el anonimato porque no quería humillar a Carrera (“Así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan por vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”, Jesús)
Estamos llegando al final. Me vais a permitir lo que podría considerarse una confesión: durante muchos años, casi todos los que he vivido, he soñado con encontrar un texto que me explicara lo que yo había pretendido durante todo mi periplo y que, a la vez, me sirviera para explicar a los demás, es decir, a todos, lo que yo había buscado y, en cierto modo, sido. El color de mi vida, si me permitís. Mira por dónde, hace tres días me ha llegado de la mano –de la pluma- de una de las persones que yo más admiro, Manuel Vicent. Dice así, y así queda, al final mi intervención: “Existe un catálogo de odios humanos según el grado de su refinamiento y perfidia. El más intenso es el dio teológico, que se produce entre sectas religiosas. Por la distinta interpretación de una sola palabra revelada a un profeta han sido degollados millones de creyentes. Al de los teólogos le sigue el ODIO ENTRE ERUDITOS e historiadores, capaces de los peores navajazos personales en su disputa acerca del número de sandalia que calzaba Alfonso X el Sabio. En tercer lugar está EL ODIO ENTRE LOS POETAS, artistas y escritores, que va desde el pellizco de monja a LA INSIDIA MÁS RUIN. Este odio suele ser a veces tan melifluo es que es DIFÍCIL DISTINGUIRLO DE LA ENVIDIA. El odio LIBERA, pero la envidia ATA. Por eso su MECLA ES EXPLOSIVA. La envidia es el único vicio que NO PRODUCE PLACER. Se trata de un GEN MUY DOLOROSO, ASENTDO EN EL HÍGADO, que PUEDE LLEVARTE A COMETER GRANDES FELONÍAS y sólo por eso ESTÁ CATALOGADO COMO PECADO CAPITAL, aunque no se trata de un pecado sino de una enfermedad amarilla. La CALUMNIA y la PUÑALADA POR LA ESPALDA son los remedio por el bien ajeno, los clásicos, que el portador de ese gen utiliza para sacudirse de encima el sufrimiento, SÓLO LAS PERSONAS QUE NO CONOCEN LA ENVIDIA SON REALMENTE LIBRES. Estar siempre dispuesto por el éxito de un amigo, no experimentar un secreto regocijo ante cualquiera de sus fracasos constituye una cumbre del espíritu, que no es diferente de la dicha de vivir, un don que el estómago agradece con digestiones felices y el cerebro con sueños profundos y sosegados. El niño chivato del colegio, el empleado soplón de la empresa, el confidente de la policía de bajos fondos se mueven en un estrato psicológico en el que la envidia todavía duele, el odio y el fanatismo se unen, ocupado por la figura del delator político, quien llega a creer que la traición, junto con el veneno, es el arte protagonista de la historia. Sustituyan, por favor,eruditos, poetas e intelectuales por FILÓLOGOS y les cuadrará a la perfección lo que pretendo decirles. A mí me ha ayudado mucho, muchísimo a entender lo que hace mucho tiempo quería comunicar. (Y acaba: “con la húmeda suavidad del reptil, sus palabras se deslizan hasta el odio del inquisidor). (No espera recompensa. Después de la delación se siente bien pagado por el bálsamo muy dulce que le invade todos los cartílagos con sumo placer hasta el fondo de los sentidos)