Manuel López – La República Cultural
Ficarra e Picone no son muy conocidos en España, pero eso no quita que sean unas pequeñas estrellas en su país. Su trabajo en radio y televisión les permitió en 2007 lanzarse a mayores proyectos y, desde entonces, ya han dirigido y guionizado cinco largometrajes. L´ora legale es su apuesta para este 2017 y debo reconocer que la primera parte me gustó.
La historia nos lleva a un pequeño pueblo costero de Sicilia, Pietrammare, donde se van a realizar unas elecciones para elegir a un nuevo alcalde. En este ambiente conocemos a Salvatore y Valentino, dos dueños de un bar en plena plaza del pueblo que hacen campaña cada uno por los dos principales candidatos: Patanè (antiguo alcalde que tiene acostumbrado al pueblo a un “status quo” de corrupción) y Amato (profesor de historia dispuesto a hacer cumplir la ley). Curiosamente ambos son cuñados del segundo y aunque la situación parece más a favor del alcalde patán y corrupto, la detención del primero lleva a que todo el pueblo acabe votando por descarte al segundo.
Por desgracia, no estaban preparados para lo que iba a pasar. Y es que Amato decide empezar a cumplir a rajatabla las leyes, nada de corrupción ni favoritismos (¿cómo no ayudar a tu familia cuando tienes una posición de control?), toca empezar a reciclar, cumplir las normativas de tráfico, eliminar la libertad de licencias de construcción,… Pero, a medida que la ciudad va quedando bonita, el pueblo se queja.
La comedia que se desarrolla gira entonces hacía ese punto, a ver como la gente, acostumbrada a una legalidad laxa y a poder comprar al alcalde, se va quejando de las normas, de los nuevos impuestos, de que los trabajadores públicos tengan que ir a trabajar,… Quedando una comedia ligera y simpática.
El problema se tuerce hacia el final (y si queréis una sorpresa dejad de leer porque contaré lo que es, para mí, el sorprendente final de la historia), tal vez por ser Sicilia (o Italia) empiezan a jugar con la mafia. Como esta se mete para conseguir volver al estatus quo inicial donde de manera indirecta controlan la ciudad y su política. Una presión que, según el propio guion, tampoco deben ejercer demasiado ya que el clero hace su parte en acabar de convencer a los habitantes que la presión legal debe desparecer.
Por si fuera poco, tiene un giro aún más patético al final que sirve para dar dos mensajes: primero, por muy correcto que sea uno, siempre tiene una mancha en su vida. Y segundo, la legalidad está bien y da cosas buenas, pero se está mejor en un estatus quo de corrupción donde todo el mundo gana y las cosas, a su manera, también funcionan.
Un mensaje horrible para un país que, como el nuestro, siempre ha acarreado problemas de corrupción y que pudiendo dar un mensaje positivo y de cambio deciden que no, que es más divertido dejar las cosas mal y no buscar una solución. Una pésima moraleja que muchos tomarán y toman como mejor solución ante uno de los grandes problemas sociales del momento.
El cine, como el arte general, tienen que servir como crítica, como medio para mostrar los problemas de las personas y la sociedad, y proponer soluciones que hagan mejorar. Si esta parte no funciona, cada vez la sociedad será menos crítica y se estancará en lo que la política y los medios nos hagan creer.