Eliane Hernández Montejo – La República Cultural
En los últimos años Japón se ha convertido en uno de los destinos turísticos favoritos de los españoles. Durante el año 2015 el número de viajes realizados a ese país se incrementó en un 27,5% respecto al año anterior, y en 2016 el aumento fue de un 19%, un poco menor pero igualmente significativo.
Y es que, aunque los españoles por lo general preferimos viajar dentro de nuestras fronteras y, en cuanto a destinos internacionales, normalmente nos decantamos por Europa, el país nipón está lleno de aspectos que nos resultan muy atractivos, como su cultura, su forma de vida y su respeto por la naturaleza.
Esa fascinación por el país del Sol Naciente no es nada nuevo. En 1907 el estreno de la que se convertiría en la ópera más famosa de Giacomo Puccini, Madama Butterfly, en el Teatro Real de Madrid, supuso un hito dentro del creciente interés por todo lo japonés que experimentaba España desde la presencia de Japón en las Exposiciones Universales de Londres en 1862 y París en 1867, y especialmente la de Barcelona en 1988.
Se trataba de una ópera completamente distinta ya que unía un tema delicado como la historia de amor entre la joven e inocente Cio-Cio-San, conocida como Butterfly, con B. F. Pinkerton, teniente de la marina estadounidense; con el exotismo del escenario en el que se desarrolla, un país lejano con costumbres completamente diferentes a las occidentales. Historia de amor por parte de ella, por supuesto, porque en el caso de él quedaba claro desde el principio que solo busca un pasatiempo mientras encuentra una esposa más conveniente.
Puccini plasmó en ella todos los elementos que caracterizaban la imagen japonesa que cada vez más se iba extendiendo por el arte y la literatura europeos. Un fenómeno en el que España también se vio inmersa tal y como refleja la exposición del museo Museo Thyssen-Bornemisza, Madama Butterfly y la atracción por Japón. Madrid, 1868-1915.
En ella pueden verse óleos de Raimundo de Madrazo y Pedro Sáenz, de clara inspiración oriental; estampas representativas de los principales temas tratados por los pintores japoneses Kitagawa Utamaro y Katsushika Hokusai, las mujeres y los paisajes respectivamente; objetos característicos de los famosos salones japoneses que existían en casi cualquier mansión nobiliaria de fin de siglo, como un vaso de porcelana satsuma y un juego de recipientes Jubako; unas llamativas imágenes de Alfonso XIII vestido como un shogun y de su madre, María Cristina, caracterizada a su vez como una dama japonesa; y, por supuesto, elementos relacionados con Madama Butterfly, como una serie de siete figurines originales diseñados por Joaquín Xaudaró para esa primera representación o un programa de mano también de 1907.