Eliane Hernández Montejo – La República Cultural
Todas las guerras implican muerte y destrucción. Sin embargo, durante muchos siglos, mientras el campo de batalla se encontraba lejos de las ciudades y la estrategia militar se basaba sobre todo en frentes prácticamente inmóviles, la población civil se encontraba relativamente a salvo, al menos hasta que el enemigo llegaba a las puertas de la ciudad en cuestión.
La inclusión de los ciudadanos en general como objetivo militar supuso la aparición de una nueva arma: el terror. Ya no se trataba solamente de destruir físicamente, la desmoralización era casi igual de importante, y las masacres indiscriminadas se convirtieron, hasta nuestros días, en un elemento más de cualquier guerra.
El Guernica de Pablo Picasso es la representación pictórica por excelencia de esas matanzas. Si bien, en él, no aparece ningún detalle concreto que permita identificarlo con el bombardeo de la villa vasca, por lo que la simbología de los distintos elementos que componen el cuadro ha sido analizada de manera permanente desde su creación para la Exposición Internacional de París, de 1937.
Por eso, con motivo de su 80 aniversario, el museo que lo alberga, ha puesto en marcha una exposición que supone una nueva forma de acercarse al lienzo, a través de la evolución personal y artística de su autor. Las obras que creó en la etapa comprendida entre finales de los años 20 y mediados de los años 40 se convierten así en un marco general con el que comprender Guernica.
Piedad y terror en Picasso. El camino a Guernica recorre el trayecto desde el punto en el que sus cuadros estaban siempre encerrados en el espacio protector de un cuarto hasta el momento en el que se sitúan en un espacio abierto. Permitiendo comprobar también la evolución del protagonismo de los pequeños objetos cotidianos al de las grandes figuras, normalmente mujeres, completamente angustiadas.
Así, los rostros tristes que plasma a finales de los años 20 acaban dando paso a gigantescas formas monstruosas que dominan por completo un espacio exterior por lo demás vacío. Mientras que los temas de sus pinturas intentan reflejar una simple certeza, para Picasso la crueldad era una característica humana básica.
Aunque quizás la parte de la exposición denominada Mater dolorosa sea la más fácilmente identificable con la obra principal de la muestra. En ella, las lágrimas de las mujeres retratadas no se deslizan suavemente, sino que parecen apuñalarles el rostro, mientras que sus ojos no las derraman, ya que las cuencas se desbordan en una clara imagen de desesperación, similar al grito desgarrador de la madre que en Guernica sostiene en sus brazos a su hijo muerto.
Si bien Picasso no puso punto y final al tema de la muerte y el horror de los conflictos bélicos con la creación de ese lienzo, por lo que las tres últimas salas de la muestra están dedicadas a enseñar la forma en la que, durante la Segunda Guerra Mundial, sus obras se vieron irremediablemente influidas por la angustia y la tragedia que le rodeaban.