Alberto García-Teresa – La República Cultural
En su primer poemario publicado, Diana García Bujarrabal maneja con fluidez el ritmo del verso y logra algunas piezas chispeantes. Los juegos de palabras, especialmente, la construcción de los poemas en espiral alrededor de una misma idea y la inserción de registros de expresiones orales son componentes dinamizadores en sus piezas, que se combinan con una mirada aguda del entorno. Además, destaca una veta de imaginería surrealista que la autora explora puntualmente. Por este suelo a piel, de hecho, está salpicado de brillantes imágenes.
García Bujarrabal entiende que la poesía es capaz “de levantar el vuelo en los costados del lenguaje”. A partir de esa concepción, trabaja el lenguaje (que es, en sí mismo, como tema, uno de los ejes del libro) desde la perspectiva de que se trata de nuestra capacidad de mediar y de relacionarnos con el mundo y con los otros. Así, la madrileña reflexiona sobre los conflictos provocados por la capacidad / incapacidad de decir y de nombrar. De hecho, aborda cómo el lenguaje nos construye. De esta manera, se interroga sobre la identidad, pues al tratarse de un elemento contradictorio e inestable, nos llena de dudas constantemente.
Finalmente, otro eje es la crítica social, que se centra en la miseria, la explotación laboral, la deshumanización y el sexismo. La poeta recorre la desolación que lleva hasta la celebración de la indignación, que se desborda hasta culminar en la rebeldía.
Con un buen manejo técnico y la combinación de dos vías de exploración del concepto de realidad (una más filosófica y trascendente y otra apegada al contexto histórico), Diana García Bujarrabal comienza su trayectoria poética con firmeza.