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Australia, qué lo sea, no es que lo deba ser - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

No comprendo que terminando el primer decenio del siglo XXI se facturen trabajos como el del realizador australiano Baz Luhrmann, que ha acometido un proyecto de lo más simplón, artificioso, cursi, plano, previsible hasta la nausea, pasado de moda y de rosca, constituyéndose en demanda de consumidores de telenovelas. Me aburro, categórica sensación a lo Homer Simpson, asomaba a mi espíritu hora tras hora en la larga sesión de Australia. Tres horas, al término de las cuales lo único que he sacado en limpio se resume en irritación y pérdida de tiempo.

Australia, qué lo sea, no es que lo deba ser

Nikole Kidman
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Nikole Kidman

Una imagen de la actriz del film de Baz Luhrmann.

Australia
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Australia

Una imagen del film de Baz Luhrmann.

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DATOS RELACIONADOS

Título original: Australia
Director: Baz Luhrmann
Intérpretes: Nicole Kidman, Hugh Jackman, David Wenham, Bryan Brown, Jack Thompson, Brandon Walters, James Hong
Guión: Baz Luhrmann, Ronald Harwood, Stuart Beattie, Richard Flanagan (Historia: Baz Luhrmann)
Fotografía: Mandy Walker
Música: David Hirschfelder
Año: 2008
Duración: 165’
País: Australia
Productora: Coproducción Australia-USA; Bazmark Films / Twentieth Century-Fox

Blanca Vázquez - La República Cultural

No comprendo que terminando el primer decenio del siglo XXI se facturen trabajos como el del realizador australiano Baz Luhrmann, que ha acometido un proyecto de lo más simplón, artificioso, cursi, plano, previsible hasta la nausea, pasado de moda y de rosca, constituyéndose en demanda de consumidores de telenovelas. Me aburro, categórica sensación a lo Homer Simpson, asomaba a mi espíritu hora tras hora en la larga sesión de Australia. Tres horas, al término de las cuales lo único que he sacado en limpio se resume en irritación y pérdida de tiempo.

Pero que este tipo de producciones grandeur tengan un éxito de taquilla no es de extrañar. Es una manera de mantener aún vivo aquel cine de ensoñación tecnicolor aventurera y glamorosa, la épica del descubrimiento y domesticación de otros mundos. Solo que hoy día eso funciona con “Wall-e”, pero no con un postrer sucedáneo de “Lo que el viento se llevó” (1939), "Centauros del desierto" (1956), “Memorias de África” (1985), “Indochina”(1992), “1492:La conquista del paraíso" (1992), la búsqueda de oro y rutas salvajes en Alaska o sobre las estepas rusas, con un batiburrillo de todos ellos, mezcla de la que apenas se puede sonsacar solo género romántico-chusquero y algo de Western americano y cine bélico.

Australia no es una película histórica, aunque se halle inmersa en un contexto histórico (de nuevo el período anterior a la II Guerra Mundial, y van 80); no contiene trazas de thriller, misterio, reflexión o retratos de luchas interiores (como su antecesora en estreno, “El intercambio”, de Easwood), ni siquiera contiene un depurado aliento epopéyico (enmascarado en un brillante colorido) y sí exhibe un catálogo de malos a la carta ( genes deportados por la corona inglesa) que no dejan descansar a los héroes del látigo, y buenos, muy buenos (a poder ser pertenecientes a la aristocracia inglesa) que se erigen en salvadores de los pueblos indígenas, en este caso aborígenes australianos. Y éste sea quizá el único punto de interés de esta fallida, endeble y pobre superproducción megalománica que deriva desde el mismo comienzo en caminos harto convencionales: Todo lo referente a los aborígenes australianos y los grandes espacios paisajísticos (a los que se presta menos atención de la que se debiera) de extraña fauna y flora. Amenazador exotismo a ojos de los europeos llegados a aquellas tierras, hogar de un pueblo cuyas existencias estaban conectadas en cuerpo y alma con la naturaleza, a la que veneraban como un Dios. Pero incluso este tema, (justo al final se hace referencia a la generación robada) que debería haber sido el centro y la razón del evento cinematográfico, con resultados más inmersos en las sombras y la amargura, se traslada a un segundo plano en aras de un drama romántico a la antigua usanza, sin fuerza y sin credibilidad, con un Happy End tópico, resultado, como va siendo habitual, de la presión de productores y la mala costumbre de las previews antes del estreno.

Pero ya sabemos, la tela es la tela, y ella manda, a costa de destruir la originalidad, una interpretación viva que proporcione buenos retratos a los personajes, el realismo en el relato histórico, el especial ingenio de un buen guión, o una mayor densidad dramática.

Si bien le quedó la estética pop que le venía al pelo a “Moulin Rouge”(2001), apuntalando su naturaleza de cuento de hadas y parodia, no le ha dado resultado a Luhrmann en una exploración de inmensas tierras que le ha venido grande, donde el itinerario físico debería ir desvelando el psicológico. La musa del realizador, (también protagonista de su trabajo publicitario sobre Chanel), Nicole Kidman , va perdiendo expresividad y naturalidad a medida que abusa del botox, donde apenas hace esfuerzos con su oficio dejando el peso en su presencia de algodón de azúcar, lo que la aleja mucho de quién pretende emular, aquella baronesa interpretada por Meryl Streep. Hugh Jackman hace ostentación de musculitos, pero escasa profundidad. Del resto destacan los actores que se interpretan a sí mismos, es decir los aborígenes, (entre ellos el personaje del rey Jorge, David Gulpilil), y un niño de hermosos ojos al que el director le ha dado la voz narradora, lo que remata el listado de torpezas de este especialista en modulaciones estéticas de postal turística.

Aparte de algunos momentos humorísticos del comienzo: La pelea entre lluvia de ropa interior femenina, la ingenua contemplación de los canguros y un disparo súbito, o el primer intento de Lady Sarah Ashley/Kidman de controlar el ganado, poco más se puede apreciar en esta épica de Mago de Oz, menos aún tomárnosla en serio.

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