Julio Castro – La República Cultural
“La porcelana aún está intacta, la fisuras sólo se ven desde la superficie”, dice el personaje de Amparo. Propiamente, como si fuera una figura de porcelana, permanece en su asiento desde donde muestra su sentimiento en evolución desde la infancia, a medida que el movimiento y su desarrollo va tomando fuerza.
Es la pieza de Amparo Malo, que traza un recorrido vital a modo de primera/tercera persona, que desgrana el anhelo de crecer y desarrollarse en una o varias materias, mientras que analiza las carencias de su propio deseo, ya que sólo se trata de contentar y satisfacer al entorno.
El hilo conductor es el de la bailarina de ballet, pero también el de la admiración por Martha Graham, que se confunde con el odio de una trayectoria impuesta y no deseada.
A lo largo de la pieza se muestra un recorrido tratando de convertirse en bailarina, cantante, o jugadora de ajedrez, pero en particular bailarina. El deseo de satisfacer a la madre en el anhelo de poder mostrar a una hija famosa, transforma en odio lo que pudo ser una línea personal deseable o, en tal caso, pasajera, pero nunca desagradable.
Su protagonista y creadora alude a lo que alguien desea ser, frente a lo que acaba siendo, visto desde una retrospectiva vital, en la que lo externo se suma a la propia responsabilidad de no haber sabido querer lo que deseaba. El movimiento se basa en el texto de la narración que expone, pero quiere forzar la historia deformando ambas acciones.
La transgresión a través de la tragedia que muestra Amparo Malo, convierte en comedia este trabajo escénico, que quiere abarcar los formatos del teatro, danza, cabaret, performance, y que termina siendo un estupendo clown a partir de la danza.