Julio Castro – La República Cultural
Es una lata de comida, básicamente con carne de cerdo y algo de jamón en conserva. Sí, la mayoría no lo conoce, pero ese es precisamente el origen del término popular “spam”, que ahora se aplica a los correos basura de Internet, y es que en la segunda guerra mundial, las familias enviaban entre los víveres y el correo estas latas de comida de la marca Spam, que posteriormente llegaría hasta nuestros días, extendiéndose por todo el mundo con ventas de miles de millones de latas.
El término al que se refiere este trabajo de Inma Janeiro es, evidentemente, el del correo electrónico que cada día nos inunda desde hace un par de décadas, sin que tenga absolutamente ningún interés para la mayoría de sus receptores.
A través del teatro danza, ha querido desarrollar esta propuesta en la que por medio de diversos formatos, pone en evidencia la existencia del spam, y hace también cierta crítica cómica con la composición y con su intervención. Lo que arranca con un famoso sketch de los Monty Python llamado precisamente Spam Song, y que data de los años ’70, donde el grupo británico hacía un largo menú en el que todos los platos incluían carne de Spam (hasta que el repetitivo Spam ocupaba el plato completo), Inma abunda en tres aspectos: las variaciones sobre la repetición, la publicidad y la ubicación de la cuestión.
En cuanto a la repetición, juega por ejemplo, a través de proyecciones y efectos de luz, a invadir el espacio con su cuerpo y, al contrario, su cuerpo con las proyecciones y la luz. Sus pies entran en el video de la ciudad luminosa de Nueva York, para posteriormente difuminarse en ella, introduciéndose como el spam de tu correo.
En el aspecto publicitario, bombardeará las imágenes de conocidas y caras marcas, que aunque lleguen a entrar en la bandeja del correo, muchas veces no podrás optar a ellas, pero que sin embargo están favoreciendo una publicidad agresiva.
En cuanto a la ubicación, aunque señala al espacio central del capitalismo, continuamente se desplaza hacia la visión de nuestro propio entorno, incluso de cada “yo”, puesto que el spam lo consumimos cada cual en nuestro dispositivo al recibirlo, y lo gestionamos como nos parece.
Desde un comienzo trata de agotar al público para provocar la reacción ante lo que se muestra, para ridiculizar el hecho en sí. El intercambio entre acciones es a veces más fluido y otras recibe cortes profundos entre la creación de un espacio y el siguiente (en alguna ocasión la transición se agradecería). En cada momento podemos encontrarnos ante secuencias más visuales o ante otras en las que la intervención del texto centra todo, incluso sin apenas luz.
Como ya anuncia la creadora, se trata de una “antiobra”, en la que ha investigado en los contenidos del mismo spam del correo, para extraer sus conclusiones, y compone un trabajo abierto. Una interesante propuesta desde la que plantear la crítica.