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La intención del autor y la visión del público en La habitación y el tiempo - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Una joven es citada desde el otro lado de un ventanal, es una viajera, María Steuber, que les cuenta parte de sus historias a Julius y Olaf, que se encuentran en la habitación, a la vez que les increpa. Ella será el elmento conductor principal del hilo de esta fragmentada narrativa de Botho Strauss. Más tarde se irán sumando el viajero sin reloj, la mujer inquieta, el hombre sin abrigo que lleva a una mujer salvada de un incendio… El autor juega en sus textos con numerosos personajes, que observados con perspectiva, acaban por conformar uno sólo, o los puntos de vista diferentes de un mismo debate. Gabriel Molina se atreve a poner en escena este interesantísimo y complicado problema del autor germano, que desafía a la comprensión lineal de público o lector, a la hora de observar la intención del autor.

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La intención del autor y la visión del público en La habitación y el tiempo

Autores diferentes para un teatro diferente

La habitación y el tiempo
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La habitación y el tiempo

Chelo Cuevas en su personaje de Olaf. Foto: Julio Castro Jiménez.

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Dos de los personajes de la obra. Foto: Julio Castro Jiménez.

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DATOS RELACIONADOS

Autor y dirección: Gabriel Molina (Versión libre de El tiempo y la habitación de Botho Strauss).
Intérpretes: Ana Gómez, Ana Herrero, Lola Martínez, Judit Delgado, Chelo Cuevas, Yago Paisajes, Guillermo Martínez, Lucía Santaella
Compañía: Intangible

Julio Castro – La República Cultural

Una joven es citada desde el otro lado de un ventanal, es una viajera, María Steuber, que les cuenta parte de sus historias a Julius y Olaf, que se encuentran en la habitación, a la vez que les increpa. Ella será el elmento conductor principal del hilo de esta fragmentada narrativa de Botho Strauss. Más tarde se irán sumando el viajero sin reloj, la mujer inquieta, el hombre sin abrigo que lleva a una mujer salvada de un incendio…

El autor juega en sus textos con numerosos personajes, que observados con perspectiva, acaban por conformar uno sólo, o los puntos de vista diferentes de un mismo debate. Gabriel Molina se atreve a poner en escena este interesantísimo y complicado problema del autor germano, que desafía a la comprensión lineal de público o lector, a la hora de observar la intención del autor.

Si bien los personajes acaban a lo largo de las diferentes escenas, por alinearse entorno al hecho principal de su protagonista, lo cierto es que no concretan para el público si la idea que se extraerá de su composición y análisis, coincide con lo que Strauss (y quien lo ponga en escena), quieren trasladar, dejando más bien la sensación de un debate abierto a las dudas de cualquiera.

La factura surrealista de La Usina

Dentro de las propuestas que hace la compañía en la sala La Usina, encontramos este encaje de factura y texto surrealista, que en mi opinión favorece mucho la idea de un teatro diferente, donde la identidad de sus protagonistas permanecen en el propio ideario del autor, pero a la vez se pueden elaborar en la mente del público.

Es complicado aproximarse en una pequeña sala de teatro madrileña a un autor complejo en sus facturas, que además puede hablar de un pasado relativamente reciente, pero lo envuelve en un compendio de relaciones que giran entorno a una protagonista y sus personajes satélite, transformados cada vez en momentos distintos de la historia. Siempre me parece que el fruto de las apuestas valientes como estas, tienen un resultado a largo plazo más efectivo que el del mero teatro construido a partir de la copia, o del mero divertimento, y que no alcanzan ningún calado social a la larga desde el hecho cultural.

Con un equipo actoral en el que aparecen algun@s integrantes de anteriores propuestas, pero también otr@s nuev@s, es cierto que vemos algunas diferencias en el nivel del elenco, con alguna actriz especialmente destacada, pero proporcionan a la obra la serenidad suficiente que requiere el texto, así como los momentos de contraste en el choque entre caracteres que tienen sus momentos de absurdo y de coherencia.

La dirección no tiene problemas en cambiar o transponer el sexo de alguno de los personajes a la hora de adaptarla al elenco, sin tratar de disimular la intención. El mismo autor escribe en un momento dado “Si es verdad que cada hombre lleva en su interior a una mujer que dormita en la raíz de su columna vertebral y que se llama ‘la que está enroscada allí’” (uso el texto traducido por Jaime Siles y Ela Ma).

El simbolismo de Strauss

Como dice José Ramón Martín Largo, algunas obras de este autor junto a Bernhardt y Handke, “se consideran paradigma de la desestructuración de las convenciones teatrales, proceso en el que están incluidos textos y personajes, además de la misma sociedad, unas convenciones que no bastan para explicar los desgarros del mundo y del hombre actual”. Así pues, detrás de la construcción del texto y sus personajes, podemos y debemos escarbar para saber por qué choca la manera de mostrar su contenido, con el hecho de un trabajo teatral al uso, que podría ser comedia o tragedia, pero que, en este caso, no coincide con los parámetros habituales.

El autor se posiciona en sus textos en la imaginación que proviene de un simbolismo difícil de interpretar a ciencia cierta, pero que suele tener mucha relación con la política y lo social. Además de la trama social a la que puede llevar El tiempo y la habitación, y situando en la fecha de la caída de la división entre las dos Alemanias, en que está escrito su texto, podemos imaginar una situación de dicotomía entre ambas geopolíticas, con Strauss situado a ambos lados de la provocación política, más que en medio de ambas. De esta forma, podría estar haciendo reflexionar a sus personajes entre ambas posiciones, formando un pensamiento de debate interno, donde lo físico corresponde a seres físicos, en tanto que el debate que parece de ideas desorganizadas, es lo filosófico, el análisis de un posicionamiento no creado, pero sí existente. Desde la mujer que salta del edificio en llamas y no vuelve a despertar hasta que se reencuentra con el nombre de su destino, hasta el hombre sin reloj, que lo busca desde el inicio, o la propia María Steuber, que parece conducir el argumento desde su protagonismo, pero que finalmente no reconoce el lugar al que llega, aunque “nos conocemos de alguna parte”, dice al Grafista, “Sí, sólo que creo que fue mucho antes”, responde él a María. Puede resultar interesante leer el texto desde sus formas de personajes o desde el simbolismo de una larga época, aunque la realidad de la intención, sólo el propio Strauss la conoce.

El énfasis en el autor de teatro

Con esta construcción escénica, el equipo que la pone en marcha refuerza un teatro que, si bien correspondiente a lo que hoy se distingue como “teatro de texto” (concepción que me parece poco apropiada), se aproxima más al denominado “teatro posdramático”, en cuanto a los formatos que rompe en la construcción, pero también en cuanto a la manera de dibujarlo.

Ya anteriormente han jugado con propuestas de especial interés en esta línea, explorando autores como Tadeuz Kantor, o dejando deslizar esa misma intención en historias surrealistas que se vuelcan hacia ideas de construcción diferente. En este sentido, creo que tiene mucha más fuerza cuando profundizan en un teatro diferente, que en la reelaboración de ideas ajenas al mismo. El encuentro con un autor de teatro de estas dimensiones, por complejo que sea, devuelve el teatro al teatro o, en general, lo escénico a lo escénico, dejando de lado el complejo de un público que no quiere más que comedia e intriga en los escenarios.

Nada es inocente en el teatro

Pues no será la primera ni la última vez que lo diga, y es que no creo en la inocencia de cualquier espacio escénico, porque todo nace de la intención (en el sentido que sea), pero son autores como Strauss los que hacen ver como un amasijo el contenido, para obligar al público a clarificar lo que quiere pensar, no el autor, a veces ni siquiera quien lo interpreta en escena, sino cada espectador@ a la hora de tener que comprender y posicionarse. Decía un viejo conocido hace unos años, Jos Sagüés, que los personajes de Botho Strauss “son almodovarianos”. Es consecuencia de la composición que Jos hace de la obras del autor y de su mirada personal, pero eso es lo que debe producirse detrás de la cuarta pared, o al otro lado del texto, porque como también decía aquel acerca del teatro de este autor: “no sólo no acertamos a saber lo que nos pasa, sino a comunicar lo que ocurre en nuestras propias cabezas”. Creo que, si alguien se molesta en leer este texto de Strauss, o tiene ocasión de ver el montaje de la compañía, se posicionará en la situación de soledad ante la comprensión propia, y de necesidad de trascender cualquier formato clásico de la escena, porque el autor o la autora, pueden quedar al desnudo y, sin embargo, tan sólo hacer de espejo de cada mirada. Pero eso, muchas veces se echa en falta.

Fecha: el Viernes 27 de octubre de 2017

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro La Usina - c/ Palos de la Frontera, 4 -Embajadores- (Madrid)

Reservas:
91 468 47 54 / 670 580 570
teatro@lausina.es
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Fecha: el Viernes 27 de octubre de 2017

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro La Usina - c/ Palos de la Frontera, 4 -Embajadores- (Madrid)

Reservas:
91 468 47 54 / 670 580 570
teatro@lausina.es
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Fecha: el Viernes 20 de octubre de 2017

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro La Usina - c/ Palos de la Frontera, 4 -Embajadores- (Madrid)

Reservas:
91 468 47 54 / 670 580 570
teatro@lausina.es
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Fecha: el Viernes 13 de octubre de 2017

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro La Usina - c/ Palos de la Frontera, 4 -Embajadores- (Madrid)

Reservas:
91 468 47 54 / 670 580 570
teatro@lausina.es
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Fecha: el Viernes 6 de octubre de 2017

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro La Usina - c/ Palos de la Frontera, 4 -Embajadores- (Madrid)

Reservas:
91 468 47 54 / 670 580 570
teatro@lausina.es
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