Julio Castro – La República Cultural
Ío no deja de tejer unas cadenetas de lana entorno a su cuerpo, mientras hace parte de la introducción al público. Todo se va situando entorno a un escenario caótico y lleno de objetos absolutamente dispares, donde nos recibirá la situación de este Prometeo encadenado. Entre la parodia y la comedia, Circo Interior Bruto genera una propuesta muy interesante a caballo entre la parodia y la comedia que, realmente, se ubica en el lugar de la tragedia griega como punto de origen, dando traslado de los elementos más identificables en ésta, para hacer una denuncia mordaz, intensa y acusadora de lo que el ser humano permite en nombre de un conformismo poco comprensible.
Literatura, teatro, cine, televisión, música, incluso la danza, y por supuesto las artes plásticas, han mostrado en numerosas ocasiones un mundo apocalíptico que nos espera, tras la destrucción de la arquitectura básica de vida que conocemos, ya sea por medio de guerras, de accidentes, de sucesos propios o ajenos del ser humano. Cualquier arte se ha ocupado de ello en distintos momentos, y la ciencia ha seguido su curso, o bien ha encabezado ese temor amenazador que dibujaría más tarde cualquier expresión humana de comunicación.
El Apocalipsis como presente y la visión de hechos consumados
Sin embargo, todo es diferente cuando el punto de vista no preconiza ninguna destrucción, sino que cambia la perspectiva desde la que el público receptor verá la posición de su vida común e individual. El Prometeo encadenado de Circo Interior Bruto habla de una sociedad apocalíptica, no pre, ni post, sino que precisamente lleva inmersa en esa situación desde hace tiempo sin percatarse de ello. Seguramente es un punto central de atención del trabajo que ofrece el Circo Interior Bruto, aunque la percepción de acerca de esta circunstancia tan sólo sea interiorizada durante el proceso, y el análisis quede a cargo de cada espectador.
En su Prometeo encadenado, todo podría ir relacionado con el mero hecho de la mitología clásica, y señalar la descriptiva de un extraño relato antiguo, desde el que la compañía montara un circo peculiar. Sin embargo, tanto la secuencia como el propio texto y su puesta en escena, están gritando a su entorno que quieren que el público, cada individuo, sea consciente de lo que es, de su posición en el entorno, de unas rebeldías muertas, marcadas por el conformismo reconocido antes que por la ausencia de necesidades.
Los dioses sustancian el poder terreno
Si Prometeo es condenado por entregar la herramienta suprema a los humanos, se muestra el juego entretenimiento de las divinidades, cuando prefieren el sufrimiento de sus criaturas, antes que la facilidad de aquello que podrían poseer.
El status quo, llevado a la visión desde el plano de los dioses, permite reírse fácilmente de la situación, pero también, señalando a las jerarquías divinas, se está mostrando la equiparación de la realidad humana frente a una sociedad de castas establecidas y difusas como es la nuestra.
El ser efímero y cobarde
Prometeo es encadenado y colgado del techo, es un saco de entrenamiento, no se mueve, sólo puede permanecer allí, tan sólo podría recibir golpes o ser descolgado, pero no hará nada más, igual que el titán hijo de Jápeto (y de atribución materna poco conocida, de lo cual también se ocuparán aquí Belén Cueto y Marta de Gonzalo).
Todo es aparentemente parodiado en esta propuesta, de manera que el águila que devorará continuamente las entrañas del titán, será cambiada por una gallina, pero todo se transforma en un símil del ser humano actual, donde se asume la evidencia como un proceso inevitable. “De antemano conozco los males que me esperan”, dicen, y unos cuartos de pollo son descuartizados mediante unas cadenas. Una y otra vez hablan de lo efímero del ser “¡Efímeros, que sois unos efímeros!”, dice una y otra vez Jaime Vallaure al público.
Pero a la vez que el ser es efímero, y las jerarquías están establecidas, la propuesta de Circo Interior Bruto nos conduce de nuevo a las carencias humanas, dado que el propio ser terreno copia esas anomalías, las asume y las practica, porque si no levantan la voz por el prometeo castigado que les ha entregado el mayor regalo ¿serán capaces de defender a los suyos? Y la respuesta es obvia: la obsolescencia del individuo frente al poder es un hecho, de la misma manera que asumimos que una democracia puede tener un rey impuesto, o que una sociedad absolutamente perseguida con medios electrónicos es libre frente al quien la controla.
Así pues, el ser humano es efímero y cobarde, pero y se preconiza y evidencia incluso desde que milenios atrás Prometeo ya era encadenado incluso antes de la Grecia de Esquilo. La diferencia es que hoy se le puede mostrar y nada cambia.
La poética del apocalipsis y la mujer en el centro
El texto y su desarrollo establecen un formato muy próximo al teatro clásico, salvo que contienen la ruptura de un proceso muy contemporáneo, que, al menos a mí, me redescubre unos puntos de conexión tremendamente interesantes entre la visión que podría ofrecer el clasicismo de los autores teatrales griegos y cosas que hoy se salen en mayor medida de lo convencional, para explorar otras posibilidades.
Dentro del mismo, la poética no deja de encontrarse inmersa en las ideas, pero también en las expresiones y en su conducción, como la manera de comprender que las víctimas apoyen a los asesinos: “Te prometo que los nietos de los maltratados votarán con alegría a quienes les maltratan”, dicen en un momento dado acerca de la situación actual del poder en España tras la dictadura (y podríamos buscar los paralelismos en cualquier lugar). Pero es que el montaje se desarrollará con la elaboración de un caldo a partir de los pollos descuartizados, de manera que la violencia y las palabras son cocinadas en la olla con el caldo, y el resultante, junto con restos de entrañas, ser reparte al público una vez acabado. Así que, nos condenamos, descuartizamos al Prometeo que nos da la herramienta de libertad, para comernos su resultado, en un acto de puro canibalismo que aniquila a un posible libertador.
El papel de la mujer cobra una y otra vez su lugar destacado, ya sea porque Pandora es la que cocina, ya sea porque es la que denuncia. Se preguntan y reclaman tener un nombre y un lugar, donde antes se escondió su posición y, para ello, Ío y Pandora no dejan de crear (como no podía ser de otra manera) un coro de voces, que acabarán por conducir y dirigir señalando una vez más al formato de la tragedia griega.
La ciencia frente a una realidad inerte
En el contexto en que se desarrolla la evidencia de una realidad a cambiar, aparece la ciencia como demostración de lo existente, así que Newton viene a colación para probar que las manzanas siguen cayendo por la gravedad sobe nuestras cabezas de ojos tapados. Pero, más tarde, será la teoría de Max Weber sobre la fuerza del Estado, la que aportará otro ladrillo en el muro de nuestra situación, con la idea del Estado como monopolio de la violencia.
Finalmente, me quedo con las ganas de levantarme y pedir ayuda para descargar a Prometeo del techo con sus cadenas, pero viene muy al caso el planteamiento que hace la pregunta: “¿es más fácil ser víctima o plantar cara?”. Y ahí, la demostración, aunque desoladora, es la mera evidencia.