Julio Castro – La República Cultural
Está anocheciendo en un viejo caserón, y la tormenta arrecia cuando el doctor Stevenson (Pablo Calvo) llama a la puerta. Una mujer abre y la hace pasar, ella acaba de encender las velas, para dar un toque mayor de penumbra a la estancia a la hora de recibirle.
Francisco de los Ríos crea esta propuesta teatral que se mueve entre el homenaje al teatro gótico, y el divertimento escénico. Su trabajo genera un ambiente de tragedia, dentro del cual el argumento sufre continuos cambios de rumbo, a medida que van desgranándose las historias de sus personajes.
La idea de un doctor que en el pasado trató a un enfermo moribundo por medio de técnicas que se apoyarían en los descubrimientos de Mesmer entorno al magnetismo, nos trasladan a la primera mitad del siglo XIX, cuando la idea de que se puede modificar la vida y la enfermedad, o bien restablecer a un ser muerto por medio de la intervención en sus campos magnéticos naturales, cobra cierta trascendencia social, hasta que se determina que mediante sus técnicas no había curas reales.
Las dos hermanas de la casa están confinadas a ese espacio, Emma (Jennifer Baldoria) se limita en su silla de ruedas, debido a un accidente del que hablará someramente, mientras que Joselin (Mariel Peralta) vive amargada dedicada al cuidado de la madre enloquecida y peligrosa y de la hermana impedida.
De manera paralela, el autor vuelve a tomar el tema de la violencia doméstica, mientras que acude a otros roles para hablar de trastornos mentales. Por medio de su trabajo pone al público en situación, sin desarrollar de manera intensa el sentimiento de terror, y sin abandonar el habitual tono clown de otros trabajos, de manera que intercalará momentos de humor con la tragedia.
También juega a la dualidad para generar otras sensaciones de engaño, de manera que el doctor cuenta a medias su pasado para no comprometerse, pero se verá embaucado por las dos hermanas, siendo Emma la encargada de apostar por la seducción y la pena, y Joselin la que adopta el papel de amargura y odio. Sin embargo, no siempre ha sido así… Aunque con un público estático, la propuesta quiere jugar a las adivinanzas con él, a la provocación y a la sorpresa.