Julio Castro – La República Cultural
El espacio propio frente al lugar de los otros, genera unas visiones diversas en las que, posteriormente, se desarrollará la realidad, que nada tiene que ver con lo que imaginábamos. Es la idea central que parece ofrecernos el nuevo trabajo de Carmen Werner en solitario, aunque tras del telón de lo que se anuncia, se encierra mucho más.
Una vez despojada de su personalidad, que abandona en el suelo del proscenio, los personajes de esta protagonista se mueven o se detienen en sillas. A través de ellas se enfrentan o se alejan, se comunican o se detienen a esperar otros sucesos a su alrededor. El trabajo mueve el análisis de los individuos entre luz y oscuridad, que serán los extremos que acompañan al movimiento más expresivo de su danza, que parece crear juicios de valor hacia ambos lados, hasta alcanzar el enfrentamiento cara a cara, del que ella quedará más al margen. Pero tampoco ahí queda todo.
Seguramente se trata de uno de los trabajos más potentes entre los solos que he visto de Carmen Werner, donde soy capaz de apreciar matices nuevos en su expresión, en los que movimientos, gestos y la posición del cuerpo del cuerpo y, en especial, de las manos, cobran su importancia por separado y en conjunto, y me sugieren un trabajo en el que vuelca el resultado de otras influencias más lejanas.
Hay una concordancia muy interesante entre el movimiento, el espacio y la respuesta ante la luz y la sombra que, al verlo en un escenario algo más acotado, seguramente importan más al resultado, y que quizá en un lugar más amplio se podrían diluir o perder en parte.
Resalta el juego escénico entre lo más sencillo y lo más perverso, desde el que podríamos fácilmente caer en la tentación asumir que se trata de una muestra del análisis de dos tendencias o personalidades. Sin embargo, la propuesta recoge la lucha y el enfrentamiento, y también la caída y el sufrimiento “Ella era más débil y ella era más fuerte, yo lo sabía”, apunta Carmen, y su denuncia física se transforma en denuncia verbal “por estas cosas, nosotras morimos”.
Creo que es complicado volcar toda la expresión de un trabajo físico como este en una sentencia de acusación, de defensa ante la situación que se vive a diario en nuestra sociedad, pero el propio título del trabajo lo anticipa De parte de ella y, aún así, son las maneras de encajar la idea del trabajo a través del movimiento, en las consecuencias del mismo, entre las que está su potente salida del escenario y la caída de su contenido sobre nuestras cabezas. Movimiento y expresión logran ir a la par en la evolución del desarrollo del trabajo, que es la mejor forma de entregarlo al público y a la sociedad.