Inma Luna – La República Cultural
Aunque el arte contemporáneo chino me atraía por lo inquietante que resulta, hasta ahora solo conocía superficialmente la obra de algunos creadores chinos como Zhang Huan, con mucha proyección internacional; o la de la artista Cui Xiuwen, cuyas fotografías y vídeos también han alcanzado cierto renombre, pero poco más.
Y algo así era lo que esperaba encontrarme en el museo de la ría.
Tengo que decir que la muestra es impactante, osada, arriesgada y, sobre todo, con un impulso crítico y subversivo verdaderamente loable. Es arte al servicio de la idea; de la idea y de la ruptura de la idea.
La muestra del museo de Bilbao, que permanecerá en las salas de exposiciones temporales hasta finales de septiembre, recoge bajo el título Arte y China después de 1989: El teatro del mundo, la obra de más de sesenta artistas y colectivos que ponen en entredicho su modo de vida, la manera en la que se relacionan, la imagen de China en el mundo y el concepto de globalización.
Es, por lo tanto, absolutamente recomendable y digna de ser recorrida con el tiempo suficiente como para apreciar todo lo que allí se propone.
Me resultó especialmente interesante la exposición del proyecto de Ai Weiwei, artista y activista chino que llevó a cabo una campaña de acción civil on line en los comienzos de la red social Twitter. En ella fue lanzando mensajes que conseguían escapar al férreo control de la libertad de expresión cuando se hacía referencia al lado más oculto del éxito chino. También lanzó una investigación, ayudado por 160 voluntarios, sobre el terremoto de Sichuan, que tuvo lugar en mayo de 2008 y en el que murieron más de 5.000 escolares debido a que las escuelas estaban mal construidas porque el dinero que había que haber invertido en ellas se destinó a la corrupción. Ahora se puede ver en el Guggenheim el listado con los nombres de todos los fallecidos. “Luchad por la libertad”, recomendaba Ai Weiwei a los jóvenes artistas, “olvidaos del arte”.
Esa misma consigna parece respirarse en toda la exposición, una lucha por la libertad creativa y vital por encima de todo. Y así se aprecia también en una de las piezas clave de la muestra, la que da título a la segunda parte de su denominación: El teatro del mundo. Se trata de de una instalación del artista Huang Yong Ping, una jaula en cuyo interior se mueven insectos y reptiles vivos y que constituye una metáfora de la globalización inspirada en la cosmología china y en la idea del panóptico como estructura de control.
También hay espacio para la performance, el videoarte, la fotografía y todo tipo de instalaciones que, entre otras cosas ponen sobre el tapete, la imagen que China quiso dar al mundo durante la celebración de los Juegos Olímpicos de 2008, o la reivindicación de la individualidad frente a lo colectivo.
El arte se muestra, pues, en esta exposición como herramienta de protesta social contra las represiones que siguieron a Tiananmén y que marcaron el fin de una década política, intelectual y artística relativamente abierta. La posición crítica de estos artistas nos recuerda lo imprescindible que resulta el arte para poner en evidencia la manipulación llevada a cabo por los gobiernos al ofrecer al mundo una imagen sesgada de la realidad, así como para romper con todas las barreras impuestas a la libertad de expresión y creación.