Julio Castro – La República Cultural
“Soy hija de un hermano que me adoptó”, se confiesa a sí misma Felicia. Ella, con ciertos síntomas de esquizofrenia, cuida de un hermano ciego en silla de ruedas, y estamos uno de los mejores trabajos teatrales estrenados en el Surge Madrid 2018 es el que lleva a cabo el equipo de Taramabana Espectáculos, a partir de la creación y dirección de Manu Medina.
Cuatro personajes recreados
Su propuesta parte de ideas que sumergen al público en el mundo de Final de partida de Samuel Beckett, desde donde los personajes proceden a desarrollar un producto de protagonistas esquizofrénicos, locos e irreales, para abordar en lo más profundo la cuestión de la soledad del ser humano.
Los seres que Beckett proponía en su texto se transforman en otros, que mantienen la línea de locura que el autor original otorgó a su existencia, pero que adoptan otras figuras, mientras abordan la psique de quienes les trata de comprender, desplazándose entre espacios de extrañas ideas, a veces aparentemente inconexas, pero siempre aproximándose a la intención del montaje.
El protagonista, Solo, es un invidente de edad indeterminada que permanece sentado en su silla de ruedas, muy próximo al Hamm de Beckett, va evolucionando su propio desarrollo hacia la creación del personaje. Felicia, ayudante casi esclava de sus deseos, ronda a su alrededor con la misma idea del Clov de Beckett, de huir del lugar, amenaza que está presente a cada momento. Los otros dos personajes son Napoleón, un general con piernas de puta, y Babieca, que sugiere todo tipo de ideas absurdas. Hasta ahí el paralelismo claro con la obra original, con sus propias variantes, como que Napoleón y Babieca viven en un frigorífico y una lavadora respectivamente, y son muñecos de trapo con cuerpos rellenos de arena.
Una estética loca y clownesca
Se juega en los personajes con la explosividad en el discurso y en la aparente torpeza de la acción física de los dos más locos (Napoleón y Babieca), la locura pausada y el estilismo del teatro físico de Felicia y la también aparente inacción o desafección de presencia del personaje de Solo. Son contrastes que construyen un espacio inclinado, en el que el que debería ser protagonista absorbe la actividad ajena, mientras descarga su amargura en la culpabilización de los otros tres.
Hay mucho de clown, que les aproxima a la idea de Esperando a Godot, que encaja perfectamente en este desarrollo, y que se potencia mucho más en los personajes de los muñecos de trapo de Napoleón y Babieca. Así como hay un teatro físico casi coreográfico en el personaje de Felicia. Es evidente que cobran mucho más peso en la acción ellos tres que el personaje de Solo, más plano en la estética adusta de su posición, pero objeto de las acciones de los otros tres, que en cierto momento no dejan claro hasta dónde son reales y dónde comienza la imaginación creativa del personaje central.
La estética de la obra, apoyada en la locura de sus personajes, puede conducirnos en algún momento hacia el recuerdo de La naranja mecánica de Kubrick, pero también a través del entorno y el vestuario se juega al ajedrez, desde el tablero elástico que diseña el propio suelo, hasta los atuendos y movimientos que dan lugar a piezas del ajedrez, como no podía ser de otra manera. El movimiento de Felicia, con la estructura un tanto goyesca del miriñaque como una dama, pero con estilizados y marcados desarrollos de caballero (en este caso de amazona), y la displicencia del hermano Solo, con altanería hacia el resto, en pose de rey, resaltan el juego de Beckett. Para los otros dos reserva el montaje de Manu Medina ideas paralelas, en cuanto a que el loco de Nagg, se le asignará en su locura a Napoleón, en tanto que sitúa a Nell como soldado americano.
Todo el rato juegan al esperpento que recuerda a Valle Inclán, pero también me llevan en parte a la construcción del ambiente de Lucientes de Rakel Camacho, dejan resquicios a la vez para otra interesantísima pieza argentina que pasó hace tiempo por la misma sala en que se estrena esta, El fabuloso mundo de la tía Betty, creada por El Rayo Misterioso.
La soledad elegida y la explotación ajena
Es posible encontrar una proximidad al desequilibrio social, en un paralelismo que traza las diferencias entre quien recibe de los demás y quienes sólo tratan de entregar, hasta alcanzar la situación en la que se rompe el canal que funciona en una única dirección. Ese mismo desequilibrio se traduce en el plano de lo personal, en el que se centra más la obra, señalando los espacios de soledad que derivan de la explotación ajena, pero también de la indecisión, de la relación poco clara entre seres humanos, del egoísmo, de la falta de comunicación asumida que hace incapaz de expresar sentimientos al que maneja la cuerda. Como títeres se moverán los personajes de est@s Tullid@s, parejo a cómo lo hacen los de Beckett, y como lo harían en la sociedad quienes son fruto de una imposición o manipulación.
El tema de la soledad, como decía, pero también de la imposibilidad de ciertas cosas, frente a la superación voluntaria de las mimas, forman parte del argumento implícito en el montaje, aunque también es cierto que en estos tiempos cobra especial importancia el discurso de la violencia sexual y el abuso de menores, más evidente en el discurso explícito de la propuesta.