Julio Castro – La República Cultural
“Que mal quedan los pobres por las calles. / Sangre negra en sus ojos tan llorados / agrietando las aceras / con sus caras de muerto en cada esquina”. Dos máscaras se mueven, casi danzan, tras una verja, en un lugar oscuro. Al fondo, el perfil de la ciudad duerme, mientras los tétricos personajes, con un poema de Javier Bizarro, amenazan con “limpiar” la ciudad de mendigos, como una macabra “patrulla”: “Somos la patrulla que barrerá a bocados los albergues, / los refugios y ciertas iglesias bastardas que fomentan /la agonía de las pobres almas. / La tristeza será cosa del pasado”, aseguran.
Se trata del trabajo de los hermanos José y Javier Bizarro que las actrices Natividad Gómez y Sandra N. Maroto, de la compañía La Paranoia de Trastaravíes han puesto en pie en una historia que denuncia, de forma peculiar, la tragedia, la barbarie y, especialmente, la visión de l@s migrantes de manera desesperada.
Belén y Julia son dos mujeres españolas que, junto a una valla de frontera, trata de cruzar para huir a África ante el terror que se ha desatado en Europa. No son la únicas, sino que se hacinan otros muchos, ingleses, franceses, alemanes, gentes de países del norte, que tratan de buscar estrategias para dar el salto y ponerse a salvo en algún país del otro continente.
Si el público aguarda una fantochada en la que se le da la vuelta a la tortilla y vemos lo mismo de siempre, saldrá netamente satisfecha al comprobar que, tanto el texto, como el montaje, logran transferir al quienes están presentes algo mucho más duro y serio, que debe ser capaz de concienciar de otras vivencias a quienes no empatizan con quienes se encuentran en situaciones similares a día de hoy. Porque si esto no es capaz, sólo la dura realidad o nada podrá hacerlo.
Un espacio reducido a través del cual ambas actrices desarrollan su relación íntima de hermanas, a la vez que evidencian los riesgos de su entorno, la solidaridad entre ambas, la falta de solidaridad de otros y la desconfianza que genera su situación. El texto aborda cuestiones como el miedo, las diferencias entre sociedades, el condicionamiento de la religión, las realidades inventadas, pero, tras todo ello, la poesía sirve para desarrollar el camino de esta tragedia que aproxima a cualquiera a un mundo real y no fabricado.
Realmente interesante el texto tanto como la puesta en escena, y el complemento del mismo con los textos poéticos elegidos, de una tremenda realidad “Pero la sangre no huele en las pantallas, / los gritos no se escuchan en las fotos, / el dolor no atraviesa las murallas.”
Ambas actrices son fieles a los caracteres de sendos personajes, opuestos entre sí, pero que necesitan cada una del complemento de la otra hasta el final, y conducen el argumento hasta el otro lado de la verja, haciéndonos observar desde todas las perspectivas.
Es un trabajo que, desgraciadamente, cada vez cobra mayor actualidad, pero que en esta ocasión nos ofrece la cara más amarga y árida junto a la más solidaria y amable de los pequeños espacios de relación.