Eliane Hernández Montejo – La República Cultural
Ahora, que hasta existe un día internacional del selfie, parece que un buen retrato se basa únicamente en que el retratado sepa poner morritos o hacer la última pose de moda. En plasmar ese instante sin mayor propósito que el de ser consumido masivamente de manera tan fugaz que ni el recuerdo del mismo sea necesario.
Pero basta echar un vistazo a cualquiera de las fotografías de Cecil Beaton para darse cuenta de lo erróneo de ese planteamiento tan actual, de que en ese instante se puede captar no solo el momento, sino atrapar la esencia del modelo, de forma que se refleje no solo su imagen, sino también su verdadera naturaleza.
Las instantáneas de personajes claramente famosos como Marilyn Monroe, Marlon Brando, Audrey Hepburn o John Wayne, muestran, a través de su cámara, su lado menos conocido. Mientras que artistas como Salvador Dalí o Francis Bacon aparecen rodeados de sus creaciones, y personalidades de otros ámbitos, como la reina Isabel II o Jacqueline Kennedy, lo hacen en un ambiente familiar, la primera mirando al príncipe Carlos en la cuna y la segunda junto a su hermana, Lee Radziwill.
Todo ello sin descuidar la puesta en escena, puesto que para Beaton, sobre todo en su etapa inicial, el fondo era casi tan importante como el personaje retratado. Así, los decorados sobrecargados, llenos de elementos brillantes, como lentejuelas, telas de plata o cúpulas de cristal, se convirtieron en una de sus primeras señas de identidad.
No en vano había colaborado, durante su época de estudiante, con el Club Dramático Amateur de la Universidad de Cambridge, pintando escenografías y diseñando decorados y vestuario, labor con la que continuaría a lo largo de toda su carrera, llegando a ganar tres Óscars, por sus diseños para Gigi y My Fair Lady.
Y es que aunque la exposición de la Fundación Canal, Cecil Beaton. Mitos del siglo XX, se centre sobre todo en su faceta como retratista de personajes del mundo del arte y la cultura, la moda, la sociedad y la política, lo cierto es que su labor profesional fue mucho más diversa y prolífica.
Así, además de lo ya mencionado, publicó 38 libros sobre fotografía y viajes, además seis volúmenes de diarios; fue cronista de moda; realizó múltiples ilustraciones y cuadros; y durante la Segunda Guerra Mundial cubrió el conflicto en Inglaterra y en el extranjero para el Ministerio de Información, fruto de ese trabajo es la fotografía de Eileen Dunne que ocupó la primera página de la revista LIFE del 23 de septiembre de 1940 y que, junto con otras de sus portadas en revistas de la época, complementa la muestra.