Eliane Hernández Montejo – La República Cultural
En la distancia, el broche parece estar compuesto por múltiples gemas que emiten pequeños destellos, y la tenue luz que lo rodea contribuye a destacar ese brillo teñido de verde y azul. Sin embargo, se trata de una joya creada en cristal esmaltado y oro, en la que se aprecian varias figuras en altorrelieve. A los lados aparecen los dos participantes de un torneo, que es precisamente el nombre de la pieza. Dos personajes a caballo, con armadura y yelmo, y la lanza en ristre, en el momento previo a la acometida. Unidas, o más bien separadas, por un dragón con la boca abierta.
El broche Torneo puede no ser la obra más emblemática de René Lalique, pero desde luego es un gran ejemplo de su capacidad para convertir el vidrio en una pieza única. Y es que el francés es conocido por utilizar en sus joyas materiales que no eran los habituales en joyería, como vidrio, cuerno, perlas, esmalte y marfil, ya que, para él, lo importante era lo que aportaban a su creación, y no su valor económico.
La exposición del Museo Casa Lis, dedicada al que es considerado el inventor de la joyería moderna, está compuesta principalmente por sus creaciones en ese área, todas ellas parte de la colección del Museo Calouste Gulbenkian de Lisboa. Pero tiene espacio también para otras de sus obras en vidrio, como sus características insignias de coches, utilizadas como tapón para el radiador de los mismos, los frascos que diseñó para diversas marcas de perfumes franceses; o sus jarrones, lámparas y demás piezas decorativas.
Y es que René Lalique quería ser pintor, y los dibujos preparatorios, que acompañan a algunas de las piezas expuestas, no dejan lugar a dudas sobre ello, pero la muerte de su padre, cuando tenía 16 años, le llevó a comenzar a trabajar como aprendiz del joyero Louis Aucoc. En esos primeros años ya destacó como diseñador de joyas, primero más tradicionales y poco a poco inspiradas cada vez más por motivos de la naturaleza: como animales, peces, plantas, flores, e insectos; pero también por formas humanas o mitoló¬gicas y composiciones geométricas abstractas. Todas ellas unidas a la influencia del arte japonés, tan presente en el modernismo.
Si bien sería la apertura de su propio taller la que sirvió para que pudiese seguir innovando también tanto con la materia prima como con las técnicas utilizadas. De tal manera que Lalique estuvo siempre en permanente evolución, lo cual puede apreciarse claramente en el natural progreso que se produjo entre ser el joyero que causó asombro en la Exposición Universal de París de 1900, con su característico aire Art Nouveau, a contar con su propio pabellón, del más puro estilo Art Decó, en la Exposición de Artes Decorativas e Industriales de París de 1925.