Julio Castro – La República Cultural
María Teresa León recibe la música en escena con el puño en alto, y pronto comenzará a echar a volar sus sueños como una paloma al aire. Luz Arcas abre su nueva pieza de danza con un solo al que acompañan tres músicos en escena: es el particular homenaje de la compañía La Phármaco a la vida y las ideas de la escritora y política.
Entre María Teresa y sus sueños
Un trabajo dividido en dos partes, que por su facción recuerdan sutilmente a la anterior propuesta (Miserere), por la separación en dos momentos y en dos significados, pero también por la dirección de un equipo (cercano también al anterior), con procesos de creación que se adivinan muy cercanos. Por supuesto, también por la música en directo, que en este caso no cuenta con la voz de Laura Fernández, pero sí con Carlos González y Cristian Buades, además de David Santacecilia (piano, percusión, viento…).
Si la primera parte se ejecuta con Luz Arcas en escena, aquella da paso a un gran equipo, con Elena González Aurioles, Ignacio Jiménez, Paula Montoya, Begoña Quiñones, Raquel Sánchez, Sara Burgazzi, Verónica Garzón, José Andrés López Morales, Itxasai Madiavilla, Patricia Roldán y José Luis Sendarrubias. Está claro que La Phármaco sigue creciendo, como se demuestra, no sólo en que la puesta en escena sea una coproducción con el Centro Dramático Nacional, sino en la apuesta por una creación ambiciosa, en la que la composición y dirección sobrepasa a la última, y en que la idea del juego escénico parejo a la dirección (conjunta con Abraham Gragera), que cuenta con tan importantes detalles a la hora de mostrarse, como lo que supone el conjunto y la manera de envolver al público en su mirada.
Como ya nos avanza Abraham en la presentación, no es una biografía, pero sí que se dirige a la idea de un pueblo “históricamente ninguneado internacionalmente”, que es capaz de soñar y lograr la democracia más avanzada del mundo, para luego ser destruido brutalmente. Está ahí, porque vemos a lo largo del recorrido que muestran la liberación de la mujer en tareas impuestas, el adiós a la religión impuesta, el trabajo rural que se levanta y lucha, la convicción de que se vencerá porque la libertad no se puede cercenar, la convicción de que el pueblo siempre puede todo…
La escritora que se perdió en el exilio
Hay una María Teresa León que se identifica con la idea de una República libre y ciudadana, la de una autora y luchadora comunista que, además, fue compañera de Rafael Alberti, hecho que ensombreció su figura en buena medida por la fama de él, pero junto al cual vivió la colaboración literaria (él comenzaría ilustrando los libros de ella), el teatro, la aventura de prensa cultural y política. Y, al final de la República, la guerra, la participación en la Alianza de Escritores Antifascista, la ayuda en el salvamento de las obras del Museo del Prado, y el posterior exilio.
Pero la puesta en escena del trabajo de la compañía se transforma en la traducción del pueblo ante esa nueva vida y su desaparición. Veremos a luchador@s comunistas, anarquistas, ciudadanía comprometida… y finalmente los recuerdos que van quedando como maniquíes congelados en la memoria, como restos de la masacre consumada contra el pueblo, y el final de la desmemoria de una mujer que regresa a su anhelada tierra con un Alzheimer que la separará definitivamente de su pasado y de su vida.
Trabajo de equipo y de profesionales
La propuesta física, ejecutada tanto en el solo como en el conjunto dice todo, no puedo señalar menos que afirmar que llega, me ha llegado claramente el contenido a través de su ejecución.
Y a partir de aquí es posible desglosar muchos detalles, como el ejemplo del diseño y la dirección solidarias y de equipo que, a partir de las diversas variaciones musicales sobre el Himno de Riego, generan un magnífico trabajo dentro y fuera del conjunto del cuerpo de danza, cuestión que ya ha demostrado anteriormente la compañía, evitando que cada persona se diluya siempre en el conjunto, prestando atención al efecto de un equipo fusionado y desglosando personajes individualizados, cada uno de los cuales tendrá su pasaje de protagonismo, a uno o a dos.
Este detalle llega al punto de haber diseñado vestuario individual para cada personaje, aunque se haya realizado desde una perspectiva uniforme en tonos y colorido, mediante la cual, el trabajo de cuerpo de danza se observa como uno, y el individual permite ser destacado a cada momento en las diferencias. Todo ello, y el cuidado que siempre pone La Phármaco en el respeto al equipo, son detalles que siempre se pueden observar en sus resultados.
Una madre del pueblo y un compromiso colectivo
El último canto (que no el cierre), un Stabat Mater, deja la sensación que plantean desde el inicio: una madre del pueblo que lucha con su pueblo, pero que finalmente sólo puede ver su sufrimiento, muerte y sometimiento como signo de la extinción final que se haría con la República, l@s republican@ y el exilio, una idea curiosa esta en la que quienes masacran al pueblo en nombre de la religión, logran que la maternidad sufriente sea la del pueblo oprimido con el golpe de estado, y no quienes vencen en su nombre.
Hay textos que se sostienen sobre lo físico, hay romance cantado, pero también palabras de la escritora, que ponen en su sitio muchas cosas, que ya quedaron así en su día, pero que hoy, a través del trabajo de Luz y de Abraham se subrayan notoriamente, dejando sobre la mesa la fuerza de la protagonista y de su pueblo en lucha.
María Teresa León recuerda pronuncia por radio un discurso en nombre de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, y recuerda el viejo romance castellano de La doncella Guerrera, que dejó la paz íntima de su casa, padre, madre, hermanos, y se marchó a pelear. Allí, entre otras cosas, se dirige a otras mujeres así: “[…] Mujeres del otro campo, mujeres de enfrente, que hacéis guardar vuestro honor de hembras por marroquíes engañados y legionarios sin escrúpulos. Da vergüenza pensar en vosotras; ¿cómo no detuvisteis los fusiles y desarmasteis a vuestros hermanos? Habéis seguido únicamente pensando en la torpe defensa de vuestros privilegios encargándola a generales deshonrados metidos a aprendices de dictadores. Las bombas y los obuses que matan a nuestros niños se volverán metralla de vuestro sueño ¡Malditas seáis por cada uno de nuestros niños asesinados, por cada gota de sangre que empañe la tierra de Madrid! […]” (La doncella guerrera, María Teresa León; 16 de noviembre de 1936, publicado también en diario ABC el 18 de noviembre de 1936).
Enseguida llegará el exilio al ritmo de un bolero mortuorio, mientras tanto, el continuismo de aquel desastre se va borrando de la memoria. La introducción del propio Abraham Gragera supone una declaración de intenciones que no tiene lugar a duda: el compromiso de La Phármaco siempre estuvo ahí.