Eliane Hernández Montejo – La República Cultural
El primer paso es la elección de la tela, tanto el material de la misma, normalmente lino y algodón, dada su finalidad, como el tamaño, puesto que no es lo mismo confeccionar unas cortinas que una mantelería o una colcha. Después, sobre ella, se marcan los elementos que van a formar la composición, y se coloca el primero de ellos sobre un pequeño bastidor.
Con todo ya preparado, llega el momento de iniciar la labor: sujetando el hilo con la mano izquierda por debajo de la tela, se va realizando el perfil mediante una cadeneta hecha a ganchillo, con la que poco a poco, se va dando forma al dibujo. Y después se procede a rellenar el interior.
Así explicado parece relativamente sencillo, pero lo cierto es que cualquier creación realizada mediante punto mallorquín es una pequeña joya, y cuando las manos que ejecutan el bordado son las de Francisca Artigues, el resultado pasa a convertirse en una auténtica obra de arte, puesto que los dibujos sobre los que se basa son creados por su hijo, Miquel Barceló. Un notorio trabajo en equipo en el que ella es la encargada de dotar de vida y volumen a las creaciones proyectadas por su vástago.
El resultado de esta llamativa cooperación puede verse en la exposición Vivarium, en el Real Jardín Botánico, en la que se exhiben un total de 13 de estos bordados, además de varios dibujos originales en acuarela de Miquel Barceló. Entre todos ellos destaca, sin lugar a dudas, la pieza que da nombre a la muestra, un gran tapiz, que empezó con varias manchas de color del artista mallorquín y que, poco a poco, se fue llenando con una inmensidad de seres vivos: criaturas marinas, aves, mamíferos e insectos comparten espacio con humanos y entes mitológicos, pero también lo hacen con objetos cotidianos como cuchillos, tijeras o tenedores. Y por supuesto, uno de los protagonistas principales de la sala, los pulpos.
Los cefalópodos aparecen por todas partes: en los ambientes marinos soltando tinta; como colofón de un extraño árbol entre cuyas “flores” también se encuentran pájaros, insectos y peces; en los dibujos en acuarela negra de una de las paredes; en el mantel en tonos azules con el que madre e hijo iniciaron su colaboración; como parte de las criaturas que dan forma a la isla de Mallorca; en algunas de las cortinas que lucen en las ventanas del pabellón Villanueva; y, como estrella central de un bordado en el que sostiene entre sus patas objetos tan variopintos como un ordenador portátil, un puro o un ramo de flores. Porque en esta exposición el talento se une a la imaginación igual que se han unido madre e hijo para llevarla a cabo.