Eliane Hernández Montejo – La República Cultural
Ramsés, Tutankamón, o Keops, son nombres ampliamente conocidos y que conducen a pensar en un gran término en común: faraón. Y es que todos ellos fueron reyes del antiguo Egipto. Sin embargo, aunque creamos conocer perfectamente a qué nos referimos al usar la palabra faraón, lo cierto es que, más allá de algunos libros y películas de ficción sobre el tema, se trata de un concepto bastante difuso.
Por ejemplo, ni siquiera conocemos el nombre real de aquellos con los que estamos más familiarizados, puesto que aquel que usamos para denominarlos es solo uno de los cinco que tuvieron todos los reyes de Egipto desde el Reino Medio, su nombre de nacimiento. Aunque, actualmente, se considera que durante su reinado se les denomina principalmente por su nombre de entronización.
Así, todos ellos contaban con el nombre de Horus, con el que se identificaba al rey como la encarnación del dios Horus; el de Nebty o de las dos damas, las protectoras del Alto y Bajo Egipto; el nombre de Horus de oro, que simbolizaba la inmortalidad del faraón; el prenomen o nombre de entronización, que recibían al acceder al trono de las dos tierras; y el nomen, el de nacimiento, y que le confería el título de hijo de Ra.
Este y otros detalles, sobre los gobernantes de la tierra del Nilo desde el 3000 a. C. hasta el 30 a. C, forman parte de la exposición Faraón. Rey de Egipto, del CaixaForum Madrid, organizada con 164 piezas cedidas por el British Museum. Una manera de conocer un poco más a los principales protagonistas de una época dorada de la antigüedad, que comenzó con Narmer, primer unificador de las dos tierras, y finalizó con Ptolomeo XV, hijo de Cleopatra VII y Julio César.
La muestra está dividida en diez ámbitos: Egipto, la tierra de los faraones, Hijo de los dioses, Símbolos de poder, Templos: los reyes y los dioses, Festividades y memoria, La vida de la realeza: el palacio y la familia, Administrar Egipto: funcionarios y gobierno, Guerra y diplomacia, Extranjeros en el trono, y Una vida eterna: la muerte del faraón.
Y, debido a ese particular concepto, no está especialmente indicada para adentrarse en la historia del Egipto Antiguo, puesto que en cada a una de las secciones se encuentran entremezclados objetos y conceptos de diferentes dinastías, imperios y reinos. Pero, sin embargo, es la mejor manera de conocer a los reyes del valle del Nilo, tanto su verdadera identidad como la imagen de ellos mismo que pretendían proyectar gracias a estatuas, estelas, pinturas, papiros y todo tipo de construcciones, desde templos hasta enterramientos reales.