Julio Castro – La República Cultural
De un modo poético, las sibilas van dejando sus mensajes a la interpretación del público. Entre música y proyecciones, Luciana Pereyra y Mariu del Amo desarrollan su acción performativa que dirige Mónika Rüle, donde el oráculo sirve de hilo conductor para expresar las diversas líneas históricas de mujeres oprimidas.
No se trata un momento único, sino que la acción discurre entre lo que es, lo que se decide ser y lo que será, para lo cual sirve muy bien la idea de las mujeres que desde el presente tratan aspectos del pasado y del futuro. Si bien se citan las diez sibilas (con la ironía de añadir una, la de Lavapiés), se alude tangencialmente a otros tiempos y lugares, donde podría abordarse el chamanismo, la adivinación céltica o la propia brujería.
En todos los aspectos recibimos la idea de una dualidad en la propuesta: la mujer utilizada como necesidad para adivinar la fortuna del futuro, frente a la misma mujer perseguida por su posibilidad de conocer más. Encontraremos una fuerte alusión al himno latino medieval del Dies irae, donde la sibila (en esta acepción como Sibylla) es aludida como el oráculo que preconiza el fin del mundo.
El desarrollo de la acción es muy interesante en la manera de abordarlo, con un desarrollo temporal y geográfico, en el que los momentos se marcan por el cambio de aspecto de sus dos protagonistas. Se ha compuesto un elaborado conjunto de imágenes en formato de composición videográfica, que ofrece un fondo continuo en alusión al tema que se aborda, mediante la recopilación de obras de arte de muy diverso tipo que cubren toda la duración del trabajo.
Por otra parte, la puesta en escena incluye una parte musical, junto a los textos en castellano, griego y latín que ha elaborado Pilar Campos Gallego. La propuesta puede adquirir diferentes formatos, en función del espacio en el que se lleve a cabo, adaptándose a la disponibilidad de iluminaciones o no, si bien creo que el juego de luces y contrastes con la oscuridad, siempre enriquecerá la idea sobre la que se trabaja.
“No volverán a ser esclavas. He hablado”, afirman en un momento dado. Si bien por una parte la propuesta deja libre la idea de captar y posicionarse, en ciertos momentos es claramente propositiva y posicionadora, que habla en primera persona para la exposición declarativa, pero también habla de un futuro presente de liberación propia esperando que “”miles levanten las manos ensangrentadas y golpeadas y griten ‘ya no tenemos deudas con ningún dios, por fin podemos conciliar el sueño, soy una mujer corriente que se deja llevar por la corriente’”.
Esta propuesta no quiere dejar al margen al público, sino que le induce a involucrarse en su actitud, le inquiere un resultado desde el propio espectáculo “¿y tú a qué has venido? ¿qué estás dispuesta a dar?”. La propia sociedad debe dar respuestas, no estamos ante una cuestión del momento, sino que nada se ha avanzado y lo peor se iguala entre pasado y presente, en ocasiones empeora, y no hay que ser oráculo para vaticinar un futuro sin cambios para las mujeres.