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Alejandro Corrales – La República Cultural
Nos acercamos cada vez más deprisa al ecuador de la Semana Negra de Gijón mientras vemos desfilar por las carpas a una gran cantidad de escritores extraordinarios. Entre ellos están los novelistas Jon Arretxe (No digas nada), Javier Sagastiberri (Una tumba sin nombre) y Juan Infante (El precio del silencio), que abren los actos programados para este lunes 7 de julio con una mesa redonda moderada por Nacho S. Álvarez sobre la nueva narrativa negra vasca.
Los tres publican sus obras con la editorial Cosecha roja, al igual que su compañera Noelia Lorenzo Pino, que está nominada para el Premio Hammet con su obra Corazones negros. Y es justo la labor de la editorial, a la que estos autores se muestran muy agradecidos, la que explicaría el éxito de la novela negra en el País Vasco en opinión del escritor Juan Infante. Después pasa a explicar algunos de los rasgos específicos del género negro en esta región: los escenarios, la policía (normalmente la Ertzaintza), el desarrollo de las tramas, el estilo sobrio de la narración, etc. Incluso el sentido del humor, un aspecto que hemos oído mencionar en muchas otras presentaciones y que Javier Sagastiberri no tarda en denominar “humor vasco”: “Yo creo que es un poco tosco, pero precisamente en esa brusquedad parece que está su encanto. (…) Es algo que se nota en nuestras novelas y que puede unificarnos un poco”.
Otro lugar común de la novela negra vasca, al menos en su versión urbana, es la elección de la ciudad de Bilbao como escenario de la mayoría de las tramas. En esta mesa, el exponente de esta modalidad es Juan Infante, en cuyas obras se describe Bilbao de forma muy detallista y que, al hilo del debate entre este tipo de novelas y su contrapartida rural, recalca la importancia que tiene el entorno y su relación con el protagonista de la historia, en este caso uno puramente urbano. Para Jon Arretxe, sin embargo, en la Bilbao moderna no hay espacio para el género negro, a excepción del barrio de San Francisco: “Ahora está demasiado bonito. ¿Y qué le queda al Bilbao auténtico de novela negra? Para mí solo queda ese barrio de San Francisco, y por eso he situado allí mis novelas”.
El “rural noir” de Jon Arretxe
A pesar de todo, Jon, como descubrimos al acompañarle en su presentación justo después de esta mesa redonda, es en estos momentos un representante de lo que se denomina “rural noir”. Su libro, No digas nada, está ambientado en un pueblo del Pirineo Navarro llamado Orbe, que, como Jon nos confiesa, está inspirado en la localidad en la que vive, Arbizu. Su protagonista es Touré, un inmigrante ilegal nigeriano que ya había protagonizado antiguas entregas, y al empezar la novela se encuentra buscando refugio en este pueblo, donde acaba trabajando como ayudante de un pastor de la zona. Sin embargo, por avatares del destino, se verá envuelto en la investigación de un suceso ocurrido en Orbe.
Durante esta presentación también conocemos algo del pasado de Jon. Estudió Educación Física, es doctor en Filología Vasca, pianista, cantante de ópera, y además ha visitado numerosos países como Irán, Senegal y otros países africanos, que recorría con su bicicleta y en los que vivió muchas experiencias que plasmó después en sus novelas y libros de viaje.
El mundo de la prostitución y la psique del asesino
Al día siguiente tenemos también un gran surtido de novelas, como las que podemos conocer en la mesa redonda dirigida por Miguel Ángel de Rus con la participación de los escritores Enrique Pérez Balsa y Salvador Robles Mira.
Enrique nos trae a Gijón su primera novela titulada El edén de las manitas de cerdo, ganadora del premio Wilkie Collins. El libro trata sobre un hombre de unos cincuenta años que, por razones económicas, toma la decisión de convertirse en gigoló y se interna de esta manera en el mundo de la prostitución masculina, de modo que pronto se ve atrapado en una red criminal controlada por las mafias y los proxenetas. Además, como no puede ser de otra manera en el género negro, el protagonista también se ve implicado en un asesinato. Entre sus influencias, Enrique menciona a Charles Bukowski, Eduardo Mendoza y Tom Sharpe.
Después de la intervención de Enrique, Salvador Robles Mira presenta Una voz en la noche, la segunda entrega de una trilogía protagonizada por la investigadora Cecilia Fresnedo. El asesino de esta historia es un subdirector de banco que necesita dinero y decide desvalijar la casa de su madrina, pero es descubierto, así que toma la decisión de matarla y obligar a su marido a dejar una nota autoinculpatoria antes de asesinarlo a él también y manipular la escena del crimen para que parezca un suicidio. Para Salvador revelar la identidad del asesino en las primeras páginas está justificado: “A mí no me interesa una novela en la que el asesino se descubra al final, porque te impide descubrir el entorno del asesino, con quién se relaciona, por qué ha matado”.
Historias de crimen a los dos lados de la frontera
Más tarde asisto a la presentación cruzada que realizan la autora mexicana Elpidia García Delgado y Ricardo Vigueras en Espacio A Quemarropa.
Antes de ser escritora, Elpidia trabajó en la industria maquiladora, que surgió en los años 70 cuando se construyeron fábricas de montaje norteamericanas a lo largo de la frontera con México. Esta experiencia marcó la producción literaria de Elpidia, ya que muchos de sus relatos están relacionados con esta industria. Pero lo que la trae a Gijón es presentar su recopilación de cuentos titulada El hombre que mató a Dedos Fríos, que incluye un western sobre un célebre pistolero tejano, John Wesley Hardin, alias Dedos Fríos, cuya vida estuvo repleta de momentos legendarios y curiosidades.
Ricardo Vigueras, por su parte, presenta una antología de relatos de novela negra, Desierto en escarlata, un recorrido desde el punto de vista de este género literario por Ciudad Juárez, donde Ricardo trabaja como profesor universitario. Esta publicación aglutina a una veintena de autores, entre los que se está la propia Elpidia García, con un relato sobre una mujer que se une a la policía para investigar el asesinato de su hija. Sin embargo, Ricardo, que nació en Murcia pero lleva 25 años viviendo en Ciudad Juárez, no quiere centrarse simplemente en la violencia endémica de la región y hace hincapié en la importancia que tiene contar también la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad, que no tienen ninguna relación con la criminalidad, pero cuyas vidas se ven afectadas enormemente por ella.
