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Donde reside el Daimon y la jodida lógica - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Cuando le preguntaba hace unos meses a Ana Vallés acerca del teatro, de lo que para ella es teatro, venía a explicarme que el teatro debe acercarse a la forma de ser real de las personas: “no me gusta el teatro hecho desde ningún tipo de falsedad o impostura, máscara o personaje, necesito que se hable desde un “yo” creíble”. Y lo que ocurre es que las personas tenemos muchas formas de vernos desde el interior y de mostrarnos hacia el exterior. Cuando hablábamos de esa cuestión, apenas estaba comenzado a diseñarse el Daimon en su cabeza, y faltaban por llegar los ensayos y, con ellos, su desarrollo definitivo.

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Donde reside el Daimon y la jodida lógica

Regresa Matarile con otro análisis del “yo

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Daimon y la jodida lógica

Celeste González en primer plano, junto a Ana Cotoré y parte del elenco. Foto: Rubén Vilanova, cortesía de Matarile Teatro.

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Daimon y la jodida lógica

Celeste González en primer plano, junto a Ana Cotoré y parte del elenco. Foto: Rubén Vilanova, cortesía de Matarile Teatro.

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Julio Castro – La República Cultural

Cuando le preguntaba hace unos meses a Ana Vallés acerca del teatro, de lo que para ella es teatro, venía a explicarme que el teatro debe acercarse a la forma de ser real de las personas: “no me gusta el teatro hecho desde ningún tipo de falsedad o impostura, máscara o personaje, necesito que se hable desde un “yo” creíble”. Y lo que ocurre es que las personas tenemos muchas formas de vernos desde el interior y de mostrarnos hacia el exterior. Cuando hablábamos de esa cuestión, apenas estaba comenzado a diseñarse el Daimon en su cabeza, y faltaban por llegar los ensayos y, con ellos, su desarrollo definitivo.

El Daimon y su espacio no físico

Hace alrededor de una década decía Leonardo Boff “Necesitamos una ética que nazca del ethos, que es nuestra casa, la morada humana. Necesitamos organizar la casa, que es la tierra donde vivimos. Pero, la ética también nace del otro, del que esta frente a mí. Hoy no se trata de rechazarlo, ni castigarlo, ni destruirlo, sino de acogerlo”. Se trata del mismo Boff que en 2003 hablaba del “ethos” y el “daimon”, los dos conceptos desde los que los filósofos griegos observaban al individuo en su entorno, y hacia los que ya se refiriera Heráclito diciendo que “el ethos es el daimon del ser humano”, entendiendo el primero como morada, y el segundo como su genio protector. Para Boff, entonces, se había pervertido tanto el orden como los términos de lo que importa, lo que permite que la pérdida de la ética facilite a los jefes de Estado utilizar la mentira y engañar al pueblo. Hoy día, el ahora filósofo (que antes fuera sacerdote y creador de la Teología de la Liberación perseguido por el Vaticano) traslada esa necesidad del ethos a la salvaguarda del planeta, pero, indudablemente, tras él está nuestro daimon: para lo mejor y para lo peor.

Pero, una vez asumido que el ethos lo generamos, es el Daimon el que aquí nos ocupa, y el que moverá a quienes dirigen la obra de Matarile. Y ese daimon es más cercano quizá al de Hesíodo que al de Heráclito, al que hace referencia, es el ser del plano intermedio entre ambas dimensiones, humana y divina o, me atrevo a decir, que estará más cerca aún del homérico, donde el daimon rondará al humano, tendrá influencia sobre él, como un ser “pinchante” que, en uno u otro sentido, no nos deja vivir completamente ese libre albedrío, hace que nos levantemos de una u otra manera, con “nuestros demonios” cotidianos y vitales.

En esta casa escénica, los personajes, que son personas, huyen de la sombra de sí mismos, como ocurre evidentemente con Ricardo Santana cuando expulsa una y otra vez al demonio deforme de Jorge de Arcos, que elevado en sus zancos se le sitúa detrás como un shinigami tan japonés… y aquí, permítanme que me maraville del acercamiento que logra entre esos ángeles buenos y malvados que somos como daimon, y los dioses/demonios orientales que se asume como parte de la naturaleza humana y que entra tanto en el Kabuki, como en el manga. Porque damos la vuelta al globo terráqueo con el camino de este Daimon que se le ocurre a Vallés y a su equipo de creación y encontramos, de nuevo, lo que decía: esos “demonios cotidianos” que son tan nuestros.

Es posible, claro, ver otras sombras en el entorno creativo, o en su significado, pero también hay luces. Si libero la mirada, me atrevo a cosas que tal vez no están, como los chilenos cegados por la barbarie dictatorial chilena en estos meses de manifestaciones, a través del parche de Nuria Sotelo. Pero, claro, tal vez sólo haya sido una manera de llegar al mismo terrible lugar para mirar el entorno con un solo ojo, o habiendo perdido ese ojo de shinigami, precisamente, en las calles.

Del mundo eléctrico a la potencia pausada

Si la música de la percusión de Nacho Sanz tiene un recorrido tan amplio como para levantarnos en sus más duros golpes, o acomodarnos en suaves acompañamientos, Alba Loureiro puede enloquecer en todos sus registros musicales, a los que añadirá su primer plano performático y de movimiento, en un personaje de voz silenciosa, pero de eléctrica potencia. Se hace parejo con la tremenda Ana Cotoré, desbordante en la danza, primer plano de acción física que logra hacer saltar en varios momentos todo el escenario para llevarse a su propio daimon consigo, dentro, sin librarse de nada del mismo.

El daimon de Neus Villá acabará transformándose en la figura alada de luz, quizá no tanto por lo más tradicional de nuestro occidente, sino por lo efectista de su resultado y lo plástico de la imagen. Cristina Hernández Cruz también ha colaborado antes con la compañía, y no deja de lado la fuerza de su movimiento en escena, la voz y esos teclados que componen parte del sueño eléctrico de sus creadores.

Somos un sueño imposible que busca la noche”, canta Celeste González a Chavela Vargas durante la función en modo karaoke. No la canta desde la impostura de querer ser Chavela, sino desde la realidad de ser ella, y desde su personaje de esa noche que quiere imponerse ante el público, como realmente hará. En parte está recogiendo lo que hemos ido viendo, pero también es cierto que ese mismo trabajo de síntesis se viene haciendo en los diferentes formatos que abarca este trabajo, mientras sus distint@s integrantes enfocan la puesta en escena hacia la dualidad de los seres que comprenden ese yo y su daimon en los distintos espacios, que aquí son uno.

Si no hablo de la creación que rodea a la creación, no seré justo con una parte fundamental del trabajo. Y es que la parte del diseño técnico (iluminación, estética, sonido) hacen, como siempre, que Baltasar Patiño sea otro de los integrantes de la escena, que logra la mejor medida para que todo oscile entre un teatro que requiere el profundo análisis, y el espectáculo impactante que completa la belleza del movimiento. Su labor se convierte en mucho más que un mero diseño, o una puesta en escena, pasando a ser una pieza, a veces clave, a veces necesaria, siempre de agradecer.

Completar una propuesta

La trayectoria de Matarile en los últimos años, aparentemente, ha diversificado las propuestas escénicas para crear un recorrido. Sin embargo, desde un punto de vista global, podríamos concluir que lo que ha ido construyendo es un conjunto de lugares propios que, en distintos formatos, abordan el momento, pero no la actualidad como noticia, sino la vivencia del ser humano como actualidad.

Así que, por ejemplo, con su Teatro invisible, unipersonal que permite vincular el teatro y la tragedia de su situación de cuasi olvidado, a un profundo análisis filosófico de esa realidad compartida, esboza un camino de nuevos tiempos hacia escenarios más compartidos. Justo antes, aquel Staying alive, en formato danza teatro con elenco más numeroso, festejaba esa realidad de la que a veces nos olvidamos: la de poder contar nuevos momentos, no sólo de existencia, sino también de creación. Entonces ya preconizaba José Henríquez “actrices / bailarinas de cuerpos y movimientos tan distintos, sus juegos circenses y poéticos, sus ironías”, que encontraremos más tarde, como también, inmediatamente después, aparecería ese teatro invisible del que hablaba nuestro compañero crítico en su artículo. No olvido a los Hombres bisagra (que no he llegado a conocer), donde las referencias se mueven entre lo performático y lo musical. El cuello de la jirafa nos preparaba para una mirada lejana, tanto desde lo presente como hacia el futuro, en el recuerdo latente y en la cercanía de la construcción más diminuta. Quizá la primera gran explosión del pensamiento hecho acción sería Antes de la metralla, donde además exportan su investigación más allá de su entorno cercano, para arrastrarnos a la rebeldía en una mirada exterior: aquello ya exigía hacer algo. Enseguida llegaría su Circo de pulgas, en el que la sociedad se extendía desde la transgresión de la metralla hacia duda y al significado de las realidades opuestas. Los limones, la nieve y todo lo demás, un paso a dos entre espacios interiores, que promueve un equilibrio entre el movimiento y la reflexión, donde sus protagonistas se ligan íntimamente a través de sus respectivos formatos de expresión.

En definitiva, el teatro de Matarile desde su regreso en 2013 abarca el movimiento más vinculado a la danza, lo musical, el gran formato, el más reducido, lo performático, lo más teatral… en un repertorio que tiene todo el sentido del mundo en la trayectoria, haya sido buscada, o haya sido resultado de la evolución vital. Ninguna de sus propuestas es superficial, ni dejan indiferente y, probablemente, la más reciente sea la más potente de todas (impactante es), habrá que dejarla reposar y aguardar a la siguiente, para seguir completando el puzle.

Todos ellos son un camino que desemboca, desde sus respectivos planteamientos filosóficos, puntos de vista que surgen a partir de la mirada del patio de butacas. Es el primero en el que no vemos a la Vallés en escena, porque ha preferido ofrecer su mirada desde fuera, en la creación, la dirección, la propuesta de ideas, mientras ella continúa con otros de sus trabajos. Pero sus contenidos siguen integrando y envolviendo completamente el resultado durante su desarrollo escénico.

En esta ocasión también nos sorprenden con una magnífica revista de gran formato conmemorando 30 años de escena, donde se recogen sus trabajos de los últimos años, más en imagen que en texto, y que promete un futuro, porque viene señalada con el “Nº 1”.

Más información

El último montaje de Matarile Teatro, estrenado en septiembre en Vigo, supone una explosión de danza, teatro, palabra, juego, filosofía, música en directo, investigación sobre el sonido, iluminación generadora de un espacio elocuente… con nueve intérpretes en escena. Su título se basa en un concepto mitológico que puede significar -según el contexto- “el destino, la voz de la conciencia, la intuición, ángel o demonio, el murmullo de la voz interior que detiene o empuja. Una presencia oculta, imprevisible, que determina actos y decisiones que no podemos explicar racionalmente” (Ana Vallés).

El trabajo con los intérpretes se centra en “buscar un equilibrio entre lo verdadero y lo verosímil” y de esta manera reflejar “el misterio, lo inexplicable que hay detrás de las personas, lo que mueve, impulsa y emociona”. Para ello, la directora artística ha contado con un elenco formado en parte por artistas habituales de la compañía (Celeste González, Ricardo Santana, Nuria Sotelo, Nacho Sanz, Alba Loureiro), y cuatro nuevas incorporaciones (Ana Cotoré, Neus Villà Jürgens, Cristina Hernández Cruz y Jorge de Arcos), dos de ellas fruto de dos convocatorias públicas a las que se presentaron más de 150 personas realizadas en el Azkuna Zentroa de Bilbao y el Centro de Danza de Zaragoza.

En cuanto al resto de elementos artísticos, vuelve a ser primordial la música original con presencia de los creadores sobre las tablas (Nacho Sanz, Alba Loureiro, Cristina Hernández y Baltasar Patiño, este último además es el productor musical). La producción musical es tratada de forma especial, ya que se producen modificaciones en la sonoridad de los instrumentos en tiempo real. Asimismo, la iluminación, sello de calidad de la Compañía, funciona como atmósfera creando lo que se ha llamado "espacio elocuente".

Fecha: el Domingo 11 de octubre de 2020

Horario: a las 19:00h

Lugar: Teatro de la Abadía - c/ Fernández de los Ríos, 42 (Madrid)

Para más información:

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Fecha: el Domingo 11 de octubre de 2020

Horario: a las 19:00h

Lugar: Teatro de la Abadía - c/ Fernández de los Ríos, 42 (Madrid)

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Fecha: el Sábado 10 de octubre de 2020

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro de la Abadía - c/ Fernández de los Ríos, 42 (Madrid)

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Fecha: el Viernes 9 de octubre de 2020

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro de la Abadía - c/ Fernández de los Ríos, 42 (Madrid)

Para más información:

Fecha: el Jueves 8 de octubre de 2020

Horario: a las 20:00h

Lugar: Teatro de la Abadía - c/ Fernández de los Ríos, 42 (Madrid)

Para más información:

Fecha: el Domingo 24 de noviembre de 2019

Horario: a las 20:30h

Lugar: Teatro de la Abadía - c/ Fernández de los Ríos, 42 (Madrid)

Para más información:

Fecha: el Sábado 23 de noviembre de 2019

Horario: a las 20:30h

Lugar: Teatro de la Abadía - c/ Fernández de los Ríos, 42 (Madrid)

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DATOS RELACIONADOS

Textos: Ana Vallés
Otros textos: Robert Burton, Ives Bonnefoy, Giuseppe Adami, libretista de la romanza Morire?, de Giacomo Puccini, Charles Baudelaire, Cristina Hernández, Ricardo Santana Celeste, Neus Villà Jürgens y Ana Cotoré
Dirección: Ana Vallés
Coreografías: Ana Cotoré, Ricardo Santana, Nuria Sotelo, Celeste, Cristina Hernández Cruz, Neus Villà Jürgens, Jorge de Arcos Pozo, Alba Loureiro, Ana Vallés
Intérpretes: Ricardo Santana, Nuria Sotelo, Celeste, Alba Loureiro, Cristina Hernández Cruz, Nacho Sanz, Jorge de Arcos Pozo, Neus Villà Jürgens, Ana Cotoré
Músicos: Nacho Sanz (batería procesada y teclados), Cristina Hernández (teclados, voz y batería), Alba Loureiro (viola procesada y teclado), Neus Villà Jürgens (guitarra eléctrica y voz) y Nuria Soleto (trompeta)
Iluminación, espacio y producción musical: Baltasar Patiño
Asistentes de dirección: Ricardo Santana y Baltasar Patiño
Arreglos musicales: Cristina Hernández, Nacho Sanz y Alba Loureiro
Vestuario: Matarile Teatro y Naftalina
Imagen gráfica y redes: Baltasar Patiño
Construcciones: José Faro y José Quintela
Soporte técnico: Matarile Teatro, RTA y PantinHaus
Asistencia técnica ensayos: José Quintela
Asistencia técnica en gira: Miguel Muñoz, José Faro y José Quintela
Producción y distribución: Juancho Gianzo

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