Feed RSS
Julio Castro – La República Cultural
Los términos en los que el crimen se observa en la sociedad son diversos en función de los parámetros éste, del contexto, del momento histórico social y, sobre todo, del punto de vista de quien lo observa, lo analiza (o lo juzga). El texto ante el que nos encontramos jugará con estas y otras facetas del recorrido en el que, presentado el caso y las circunstancias que pueden ser explicadas, puede ser comprendido, pero nunca se podrá alcanzar el mismo punto de vista idéntico al de quien lo cometió.
Flora, la “Asesina de las Flores”, es una mujer con un carácter que, si bien amable y correcto, evidencia la represión de aquello que guarda en su interior: el trasfondo de la realidad que ha sufrido su personalidad para formarse a lo largo de años. Vive encerrada en una cárcel de mujeres por los crímenes que ha cometido contra varias menores mientras estaban a su cargo en cuanto a su formación, pero no parece sentir arrepentimiento, por lo que Narcisse acude bajo encomienda de las autoridades, a fin de determinar si sus capacidades mentales están mermadas o, por el contrario, es plenamente consciente de la gravedad de los hechos.
La ambientación discurre en el año 1934, en un ambiente que, si bien algo hosco, también tienen mucho de corrección del momento, y de interés en lo sociológico y en lo humano entorno a estos casos. El texto original de Juan García Larrondo plantea la obra con dos personajes femeninos, tanto el de la criminal como el de la psiquiatra, sin embargo, la compañía, en este caso, ha querido hacer un contraste con cambio de perspectiva de sexo, logrando una vuelta de tornillo más, al tratar de convencer la mujer al hombre de la mirada de su condición, así como de la dignidad que supone para ella asumir lo que ha hecho, con todas sus consecuencias, antes de que la declaren incapacitada mental y no se estudie ni se comprenda los fines de aquello.
“No creo que el crimen y la demencia sean realidades complementarias”, expone Flora muy al comienzo de la obra, Quizá estamos bastante acostumbrados a asumir que en un texto (dramático o no), así como en la vida misma, la comprensión se aproxime de la mano de personas del mismo sexo, de manera que la conclusión se traduzca en que, personas de similar sensibilidad debido a su condición (de mujeres en el caso del texto e Larrondo), sean capaces de asomarse más fácilmente al interior de su interlocutora, lo cual, visto de otra manera, desmerece el esfuerzo de quien quiere hacerse comprender. Desconozco si el texto original tomaba a dos personajes femeninos por razón de su cercanía, o si más bien obedece al momento histórico, al tratarse de una cárcel de mujeres, y a la voluntad de destacar a una profesional en el campo de la psiquiatría en aquella época. Lo cierto es que, visto desde este nuevo prisma, culminan la voluntad de Flora, sea cual sea la comprensión de Narcisse, porque no se doblegará a la exposición de aquel, que se inclina a salvarle la vida, antes que a recoger su pensamiento (ya sea perturbado o erróneo).
La propuesta, que es eminentemente un teatro textual, desarrolla un entorno aparentemente sencillo, en el que define los espacios de ambos personajes, jugando a la distancia y al acercamiento, a la invasión de lugares, a la invasión, el rechazo y, por qué no, la usurpación de la ética ajena, contraria y recíproca.
La obra, dirigida por Natividad Gómez, se estrenó en el elenco con María José Varo a la que ya vimos en Últimos días de una puta libertaria, también de la compañía La Paranoia de Trastaravíes, y Salvador Siguero que, entre otras, ha participado en La bruja, de Teatro del Sótano. En este caso con mejor desarrollo del papel a cargo de ella, que consigue explotar la superioridad de su situación en el drama, para aproximarse más al público desde la escena. “No soy una inadaptada, es que nunca he tenido la menor intención de adaptarme”, expresará su personaje en la obra, tomando así todo el protagonismo hacia los hechos cometidos.
Mientras Flora no tratará de convencer sobre el fondo del asunto, sino de la importancia de su convicción sobre los hechos, Narcisse quiere conocer una realidad subyacente que sustenta aquellos. Ambas cuestiones carecen de solución, porque los lenguajes separan la finalidad de cada uno de ellos, pero sí dará lugar a otro tipo de entendimientos entre ambos. En la historia y en su contexto encuentro paralelismos o proximidad con la de Hildegart, con sus grandes distancias, y con la separación entre realidad y ficción, pero con la sensación de que es posible identificar sucesos que nos hagan despertar a visiones diferentes de aquello que consideramos normalidad o corrección.
