Sofía Basalo - La República Cultural
Llueve en una ciudad… que permanece tan sucia como siempre. Llueve y la lluvia no puede llevarse la miseria, los sueños incumplidos, el gris presente, la vida paralizada en los aforismos diluidos en el chocolate de unos bombones, el mañana envuelto en el flujo y reflujo de un mar hambriento de sus ojos, la inocencia confundida en una ignorancia que únicamente se atreve a mirar el mundo a través de unas ventanas empañadas por la eterna lluvia que no limpia, que no purifica…
Lali (María Valverde) es una prostituta que hace la calle. Ansía salir de su amarga rutina junto a Carlos (Víctor Clavijo) su chulo. David (Toni Cantó) por su parte, quiere burlar su soledad y el dolor por la pérdida de su esposa en brazos de Lali; a un tiempo este hombre solitario y al que le sudan las manos de forma insistente, quiere a Lali en exclusiva; tras su rostro noble, tras la aparente intención de hacer de la joven una "señorita decente", tras su porte de pigmalión… descubriremos que no deja de ser un "chulo con traje", un "chulo con cultura"… Un chulo de peor estirpe que Carlos, porque al menos este último no engaña a nadie. David esconde tras su agraciado rostro, tras sus refinadas maneras, la baja estopa del hombre machista que quiere a la mujer como objeto de su propiedad… la mala ralea de la persona que pone precio a un ser humano… de aquel que avanza por la vida escondiendo sus verdaderas intenciones y su verdadero rostro.
Un triángulo peculiar, frágil y oscuro que sobrevive entre los signos de la ciudad oculta, del consumismo, de la globalización y del universo hueco, falso y ruin de la "alta cultura… y baja humanidad"…
Es la segunda vez que veo esta obra. El anterior montaje llevaba por título Lluvia en el raval creo que fue en el Festival de Otoño, lo dirigía Mario Vedoya quien interpretaba a David. Sin que esto pueda ser algo peyorativo, no he descubierto nada nuevo en el montaje que en la actualidad ha dirigido Francesco Saponaro; quizá esta propuesta ha sido agilizada, dura tan sólo una hora, quizá la acción resulta más cercana, de hecho nos situamos en el interior de la destartalada casa de Lali y Carlos… y no hay terraza… hay unos grandes ventanales, para lo que se ha querido aprovechar los ventanales propios del edificio del mismo teatro.
Pero no hay nada más. Los intérpretes son quizá conocidos, eso mediaticamente resulta favorable e incluso, para según qué público, más atractivo pero no hay nada nuevo… bajo la lluvia.
Toni Cantó, Víctor Clavijo y María Valverde están francamente bien. El lenguaje que la pareja utiliza, maltratando el castellano, es perfectamente llevado por la pareja protagonista.
Los tres defienden sus personajes de una manera solvente y, la verdad es que María Valverde es la inocencia personificada. El deseo de saber, de conocer. La ilusión por dibujar en su vida una nueva realidad luminosa, próspera y en definitiva, buena…
El final vuelve a ser desolador. El final vuelve a convertir el agua en plomo. El final vuelve a dibujarnos una realidad preñada de ruindad, de vileza, de engaños, de mentiras…
Qué sola está Lali… qué indefensa… qué ilusa… Qué desasosiego nos invade al verla cándida comer con fruición un perrito caliente entre sus dos verdugos…
Sigue lloviendo en Barcelona… y la ciudad tal vez, el Raval tal vez, continúa estando lleno de mierda.