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Luís
Rueda –
La República Cultural
En
ocasiones parece que esto
de hablar de cine sea gratuito y más subjetivo de lo que
recomienda un manual
de estilo, una postura rebelde y un sesgo de notoriedad, les digo esto
por que
en contra de lo que opina casi todo el mundo me parece que
Slumdog Millonaire
es una película llena de carencias.
Dany
Boyle es un director
con gran pericia en lo visual y un eclecticismo genérico del
que hace gala
gracias a una filmografía dispar, eso en apariencia, a mi
juicio su deambular
por diferentes géneros es un síntoma
inequívoco de su incapacidad para generar
un discurso válido más allá de la
adrenalina cinéfaga de Trainspotting.
Los
personajes de Doyle, huyen a ritmo endemoniado, se ensimisman en
tragedias
inocuas y casi nunca trasmiten autenticidad. Repasemos sus
últimos filmes: 28
Días después era un intento por hacer
del cine de terror una tesis
apocalíptica utilizando un patio trasero y la
iconografía de un Londres
devastado, si bien la relativa originalidad del producto era
inquietante, el
secuela que hizo el director canario Carlos Fresnadillo era tanto mejor
y más
decoroso en honestidad. No contento con su intento por jubilar a George
A.
Romero, Doyle, proyectó su idolatría en el
mesianismo existencial del
inigualable Kubrick, a remolque de la obra maestra de la ciencia
ficción 2001:
Una odisea del espacio, se puso en harina y rodó
Shunshine, mediocre,
prescindible, inflada película new age
con más personajes huyendo. ¿De qué
huyen, del poco talento de Boyle?
En
el caso de la vacía y
efectista fábula Slumdog Millonaire,
Doyle utiliza las mismas armas para
recrear la historia de un joven de origen humilde que llega a un famoso
concurso, a través de las preguntas del concurso (mediante
unos flashbacks
interminables), Jamal (Dev Patel), va recordando la historia de su
niñez en un
barrio pobre de Bombay. Jamal, su hermano mayor y la joven Latika,
¿cómo no?,
huyen al compás endemoniado de ritmos tribales, samplers con
reminiscencias Bollywood
y más traca que pedigrí. Excelente es el montaje
vertiginoso de Chris Dickens y
el look del filme, muy parejo en intención
estética a los adrenalíticos
thrillers de Jonnhy To (que copioncillo eres Dany), pero el
mérito está ahí,
quizá el único del filme.
Más
allá de esta
improbable
trama, de puro fantastique con el azar como sino, hallamos un retrato
de la
India irreal por tópico y tendencioso: reflexionen, ustedes
que curan sus
carencias espirituales al calor de la ONG de turno, el Bombay de Boyle
es
parejo en inexactitud al improbable Edimburgo de
Trainspotting (doy fe).
Piensen, mediten, ¿es este un documento
cinematográfico válido para denunciar
la situación de los desvalidos de la India? Para este
realizador británico, que
está a años luz de compatriotas como Michael
Winterbotton o Neil Jordan,
cualquier representación del exceso vale como epicentro para
el gran videoclip.
Que la India es un país con carencias, injusticias,
prostitución, hambre y gran
tasa de mortalidad ya lo sabíamos, pero también
es una tierra con una
maravilloso tejido cultural del que directamente Boyle se chotea. El
discurso
de cariz documental de Slumdog Millonaire es
aún más falso y de un barroco
insustancial que el propio numerito Bollywood que organiza al final del
filme,
después nos quejamos de la Bacelona que retrata Woody Allen
o de la Sevilla que
recrea John Woo.
Se
me ocurre que emular al
Fernando Meiralles de Ciudad de Dios tampoco
cuela Sr. Boyle, lo disfrace
usted de bazar exótico o de thriller en un plató,
su discurso carece de alma.
Me sonroja que en un año de tan buena cosecha
cinematográfica (Gomorra,
El
luchador, The Reader, Frost
contra Nixon, El curioso caso de Benjamin
Button…), sea esta la película con
mayor acogida popular: Somos unos frívolos
con carga de conciencia; si ir a ver Slumdog Millonaire es nuestra
aportación a
la denuncia global, créanme, yo no me sumo a la cuota: me
quedo con la intensa
sinceridad de la excepcional Gomorra. Incluso la
muy estimable Camino sabe
conjugar con más talento la fantasía y la cruda
realidad (por cierto, puestos a
competir en los Oscars mejor le hubiera ido a la Academia de
las Artes y las
Ciencias Cinematográficas de España
con esta grandilocuente fábula de la
España negra que se agazapa tras el rosario).
