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El informe de Brodeck, de Philippe Claudel - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Philippe Claudel es un regalo en el panorama actual de la literatura, donde se cuecen demasiados refritos de enigmas históricos, elevados a bestseller de manera rápida, pensando tan solo en beneficios económicos. Pero este autor, que ha sido profesor de Liceos y Universidades, guionista y cineasta (su opera prima “Hace mucho que te quiero” es un ejemplo de elegancia y sobriedad), es un novelista a quién se le ha reconocido su brillantez siendo galardonado varias veces por sus trabajos. Asimismo por la novela que voy a referirles, El informe de Brodeck, premio Goncourt des Lycéens 2001. Sus obras planean, bucean y excavan en las profundidades del la mente humana. Entra de lleno en las oscuridades del hombre, lo deconstruye para construirlo. Sus tramas pueden pecar de minimalistas, teniendo en cuenta el panorama editorial de entretejidas telas de araña para rizar el rizo que parecen querer distraer demasiado al lector, en lugar de hacerle entrar de lleno en lo esencial. Y eso es lo que hace Claudel, centrarse en lo esencial sin perder el tiempo ni la tinta en descripciones físicas detalladas de personajes, ni datos tanto históricos como situacionales, al menos en la novela que nos ocupa. Según leo en la red, el autor, nacido en 1962, usa frecuentemente como fondo de sus historias, el horror de la guerra. Así lo hace en El informe de Brodeck. Y aunque no especifica que guerra está enfocada en esta historia, lo adivinamos. Si bien podría ser cualquiera, en un lugar cualquiera, en un tiempo cualquiera. La guerra al fin y al cabo está en nosotros, la llevamos dentro, viene a decirnos Claudel con su atormentado, inocente pero culpable personaje de Brodeck. Intuimos que habla de la II Guerra Mundial y sus secuelas, de los hermosos pueblos entre las montañas de Austria, lindante, quizá, con alguna frontera italiana, checa, alemana, o suiza. En todo caso eso es lo de menos, porque el paisaje abrupto del drama lo forman “todas las almas” (empleando un título de Javier Marías) que rodean a Brodeck. Y ¿quién es Brodeck? . ¿Es tan inocente como nos deja entrever el comienzo del libro? “Me llamo Brodeck y no tuve nada que ver”.

El informe de Brodeck, de Philippe Claudel

Der Anderer

El informe de Brodeck
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El informe de Brodeck

Portada del libro de Philippe Claudel "El informe de Brodeck".

El informe de Brodeck
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El informe de Brodeck

Portada del libro de Philippe Claudel "El informe de Brodeck".

DATOS RELACIONADOS

Título original: Le rapport de Brodeck
Autor: Philippe Claudel
Traducción: José Antonio Soriano Marco
Editorial: Salamandra
Páginas: 282
ISBN: 978-84-9838-186-3
Precio: 18 €

Der Anderer

Blanca Vázquez - La República Cultural

El placer de leer, en términos generales, depende del placer de descubrir y enterarse, de reflexionar o antagonizar, de captar las ideas expuestas y procesarlas. Una buena novela es un conjunto armónico entre lo estético, que obedece al plano formal, y lo intelectual, que depende del contenido”, expresa la escritora argentina Liliana Costa precisamente a propósito del escritor del que voy a hablarles, el francés Philippe Claudel.

Philippe Claudel es un regalo en el panorama actual de la literatura, donde se cuecen demasiados refritos de enigmas históricos, elevados a bestseller de manera rápida, pensando tan solo en beneficios económicos. Pero este autor, que ha sido profesor de Liceos y Universidades, guionista y cineasta (su opera prima “Hace mucho que te quiero” es un ejemplo de elegancia y exquisitez), es un novelista a quién se le ha reconocido su brillantez siendo galardonado varias veces por sus trabajos. Asimismo por la novela que voy a referirles, El informe de Brodeck, premio Goncourt des Lycéens 2001.

Sus obras planean, bucean y excavan en las profundidades del la mente humana. Entra de lleno en las oscuridades del hombre, lo deconstruye para construirlo. Sus tramas pueden pecar de minimalistas, teniendo en cuenta el panorama editorial de entretejidas telas de araña para rizar el rizo que parecen querer distraer demasiado al lector, en lugar de hacerle recapacitar sobre lo esencial. Y eso es lo que hace Claudel, centrarse en lo esencial sin perder el tiempo ni la tinta en descripciones físicas detalladas de personajes, ni datos tanto históricos como situacionales, al menos en la novela que nos ocupa. Según leo en la red, el autor, nacido en 1962, usa frecuentemente como fondo de sus historias, el horror de la guerra. Así lo hace en El informe de Brodeck. Y aunque no especifica que guerra está enfocada en esta historia, lo adivinamos. Si bien podría ser cualquiera, en un lugar cualquiera, en un tiempo cualquiera. La guerra al fin y al cabo está en nosotros, la llevamos dentro, viene a decirnos Claudel con su atormentado, inocente pero culpable personaje de Brodeck. Intuimos que habla de la II Guerra Mundial y sus secuelas, de los hermosos pueblos entre las montañas de Austria, lindante, quizá, con alguna frontera italiana, checa, alemana, o suiza. En todo caso eso es lo de menos, porque el paisaje abrupto del drama lo forman “todas las almas” (empleando un título de Javier Marías) que rodean a Brodeck. Y ¿quién es Brodeck? . ¿Es tan inocente como nos deja entrever el comienzo del libro? “Me llamo Brodeck y no tuve nada que ver”.

Un asesinato, fruto de la intolerancia, rompe la tranquilidad retornada (un año después de la guerra) de un pueblo perdido entre hermosas montañas, de fríos y nevados inviernos y veranos calurosos. Es, precisamente, un calor asfixiante el que va a rematar las fantasías espeluznantes que la mayoría de sus habitantes se van haciendo con respecto a un extranjero recién llegado, denominado Der Anderer, (el Otro), y del que no se llega a saber en ningún momento su nombre. Brodeck, que una vez fue elegido por sus vecinos para estudiar en la Universidad con el fin de que sus conocimientos sirvieran a la comunidad, es el encargado de redactar un informe sobre el suceso.

Con un lenguaje preciso, claro, fluido, fresco y certero, Philippe Claudel nos lleva de la mano por el doloroso laberinto de la guerra. En realidad Brodeck, que gusta de escribir, redacta dos informes, uno el requerido por sus vecinos y otro para él mismo, para interrogarse sobre lo acontecido, y al mismo tiempo sobre su persona, su pasado, sus pesadillas de guerra y su supervivencia. “He aprendido a no hacer demasiadas preguntas, así como a adoptar el color de las paredes y el polvo de las calles. No es tan difícil. No me parezco a nada”. Y es por medio de este segundo informe tan personal que conocemos al verdadero Brodeck, la verdadera cara de sus convecinos, la verdadera cara del extranjero, aunque nunca sepamos su nombre. Este Otro (“Se teme a quien calla. A quien no dice nada. A quien mira y no habla. ¿Cómo saber qué piensa quien permanece mudo”) va a representar lo diferente, el misterio, la cultura y el conocimiento, el amor a la belleza, el amor al placer, el amor a los animales. Provocará un miedo atroz en una gente que ha sufrido la ferocidad de otros en sus propias carnes. ¿Qué quiere decirnos Claudel? ¿Que cualquier hombre puede convertirse en un verdugo?

Es como si la vida le viniera grande por todas partes a Brodeck, el nihilista Brodeck. Página a página, del libro, del informe, leemos el itinerario de los horrores de la guerra, las humillaciones de este joven, el sacrificado, el elegido, un Fremdër, un extranjero también. El escritor compone una alabanza a todos aquellos supervivientes, a todos aquellos que consiguieron volver y vivir a los campos de concentración. “La guerra es una mano inmensa que barre el mundo. Es la coyuntura en que el mediocre triunfa y el criminal recibe la aureola de santo, ante quien todos se arrodillan, a quien todos aclaman, a quien todos adulan. ¿Tan insoportablemente monótona es la vida para los hombres, que desean la matanza y la destrucción de ese modo?”.

Con exquisitez lingüística Claudel va deslizando por esta historia triste una profundidad que nos hace pararnos, dejar el libro y pensar. Nos administra la información a saltos, como en un juego. Ahora saltamos al pasado, ahora estamos en un ayer cercano, ahora en el presente para hacer balance. Pero el autor, con previsión, va dejando lo esencial para el final, tanto que nos mantiene en un hálito de curiosidad. Claudel nos seduce con su sencillez, y con su limpidez. Nos pone sobre la mesa la responsabilidad de todos como grupo: “La muchedumbre en sí es un monstruo…Detrás de las sonrisas, las risas, las músicas y los eslóganes hay sangre que se calienta, sangre que se agita, sangre que gira y enloquece al verse revuelta y removida en su propio torbellino”.

Visitando a cada uno de los implicados en la desaparición del extraño recién llegado, Brodeck indaga en su propia responsabilidad, en sus decepciones, de las que no se salva ni aquél que creía intachable. Brodeck se libera a través de la escritura. Estamos ante un aliento de la sociedad. Un viaje por el vivir del hombre. En el que al final, hay siempre una alternativa, volver a empezar.

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