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Star Trek y la generación perdida - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

No se antoja tareafácil reinventar, reconstruir o redefinir una marca, unasaga y en cierto modouna religión como Star Trek. Desde queen 1966 Gene Roddenberry pusiera enmarcha su primer episodio televisivo,la saga ha ofrecido once largometrajes y etapas tan estables yestimables comola centrada en La nueva generación conJean Luc Picard como simbiosis de los otroraantagonistas Kirk y Spock. Esa tarea tan ardua y contraproducente harecaído enmanos del poper de la televisión J.J.Abrams (Alias, Lost) yrealizador de un buen par defilmes como Monstruoso o laestimulante Misión: Imposible III.Elresultado de esta nueva entrega cinematográfica esestimable, irreprochable ynos regala un libreto pleno de guiños, pero acaso desde elpunto de vista de untrekkie moderado exista una mácula en toda esta portentosaproducción: el poco riesgoen la imaginería y la ausencia de un diseño deproducción propio y másespecífico, a la altura de clásicos como BladeRunner o, ¿por qué no?, Laguerra delas Galaxias.

Star Trek y la generación perdida

Star Trek XI
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Star Trek XI

Una imagen de la película Star Trek.

Star Trek XI
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Star Trek XI

Una imagen de la película Star Trek.

DATOS RELACIONADOS

Nombre original: “Star Trek” XI
Director: J.J. Abrams
Guionista: Alex Kurtzman, Roberto Orci
Intérpretes: Chris Pine, Zachary Quinto, Eric Bana, John Cho, Ben Cross, Bruce Greenwood, Simon Pegg, Winona Ryder, Zoë Saldana, Karl Urban, Anton Yelchin, Leonard Nimoy
Año: 2009
Duración: 120’
Estreno: 08/05/2009

Luís Rueda

La República Cultural

No se antoja tarea
fácil reinventar, reconstruir o redefinir una marca, una
saga y en cierto modo
una religión como Star Trek. Desde que
en 1966 Gene Roddenberry pusiera en
marcha su primer episodio televisivo,
la saga ha ofrecido once largometrajes y etapas tan estables y
estimables como
la centrada en La nueva generación con
Jean Luc Picard como simbiosis de los otrora
antagonistas Kirk y Spock. Esa tarea tan ardua y contraproducente ha
recaído en
manos del poper de la televisión J.
J.
Abrams
(Alias, Lost) y
realizador de un buen par de
filmes como Monstruoso o la
estimulante Misión: Imposible III.
El
resultado de esta nueva entrega cinematográfica es
estimable, irreprochable y
nos regala un libreto pleno de guiños, pero acaso desde el
punto de vista de un
trekkie moderado exista una mácula en toda esta portentosa
producción: el poco riesgo
en la imaginería y la ausencia de un diseño de
producción propio y más
específico, a la altura de clásicos como Blade
Runner
o, ¿por qué no?, La
guerra de
las Galaxias
.

Ustedes
perdonarán la osadía, pero me atrevo a decir que
el filme más refrescante y
desacomplejado de Ciencia Ficción que he podido ver en los
últimos tiempos es Serenity,
la cinta de Josh Wedom (Buffy
Cazavampiros
) que redondeaba y ponía
colofón a la magistral serie Firefly.
Porfío mi introducción a esta
confesión para, ante todo, jugar con las cartas sobre la
mesa. La reformulada Star
Trek
11 es un filme de laboratorio en el que todo
está dosificado con
encomiable mesura: un guión trufado de guiños
trekkies, la consabida paradoja
espacio-tiempo que haría las delicias de Eduard Punset y una
afortunada apuesta
por la acción, que aunque a algunos les parezca un cambio
radical, cabe decir,
ya era elemento presente en los últimos filmes
protagonizados por la Nueva
Generación
. De este nuevo Star
Trek
bueno es reconocer que es todo un
acierto la elección de los jóvenes actores que
encarnan a los Bones Macoy (Karl
Urban), Mr. Spock (Zachary Quinto) y muy especialmente, James T. Kirk
(Chris
Paine). Paine conforma una excelente Capitán Kirk que
potencia el perfil
tabernario y un tanto irreverente (de personaje fordiano) que ya
irradiaba el
mítico William Shatner; hay quien ha querido ver en este
personaje a una suerte
de Han Solo, pero, a mi criterio, todas esas conductas de
indisciplinado, ya
estaban presentes en el personaje original. Si nos debemos a los
elementos más
fidedignos, debemos fijar nuestra atención a un Mr. Spock,
que no se sale ni un
centímetro de la esencia torturada y meditabunda de Leonard
Nimoy, con alguna
salvedad poderosa que no revelaremos, claro… En toda la
parcela del casting y
la confección de unos personajes excelentemente
dimensionados el filme resulta
sobresaliente. J. J. Abrams, todo un hacedor de blockbusters, raya en
la
perfección en su concepto del ritmo y el
espectáculo visual: soberbias batallas
espaciales, conflictos sheakespirianos en la sala de mandos, y una
historia de
amistad compleja y refrescante que tanto nos lleva en volandas a la
más
chispeante Buddy Movie como a la más sarcástica
escena de cuadrilátero.-con
toneladas de arrogancia y paroxismo geek en cada round-secuencia.

Dicho esto, y dejando
algunas otras bondades que ahondaría en el tejido del filme
en su poderosa
historia, trufada de instantes prodigiosos. ¡Qué
maravilla el alcance, la
explicación y la dosificación dentro del devenir
argumental del mítico
teletransportador! El trabajo de los guionistas Roberto Orci &
Alex
Kurtzman (Transformers, MI: III)
es posiblemente los mejor del
filme. No pierdan detalle de la trágica belleza del instante
del rescate en
Vulcano, o de los secundarios de lujo como Scotty, el acento highlander
en una
nave, la monumental Enterprise donde hasta Abrams da cabida
a una suerte de
pequeño Chewei que redondea la idea de autoparodia. El tono
alejado de la pompa
de la obra maestra de Robert Wise, se da en forma de elemento
desmitificador,
necesario para hacerse con la complejidad de las nuevas generaciones,
algunas
de ellas impermeables hacia la magia de la película y
disfuncionales ante la
paradoja temporal que plantea –para un fan de Star
Wars
ese ejercicio posibilista a lo Carl Sagan es todo un
suplicio: le es difícil ver más allá
de una espada láser de colores, para un
trekkie es una gracioso truco de magia que embriaga (que no se me
enfaden los
seguidores de George Lucas, J. J. Abrams es el paradigma que rebate mi
broma
maliciosa (de trekkie cabrón que diría el propio
Bones MaCoy. Dicho esto, mi
personaje favorito junto al citado Jean Luc Picard).

Pero una vez
confesos a la causa de Abrams nos toca ser críticos y poner
en solfa aquellos
elementos que impiden que este filme sea una obra maestra
(sí, exigente, como
buen trekkie cabrón). Entraremos en detalle mediante unos
pocos ejemplos, ¿por
qué todo el episodio en el helado planeta Holt –el
destierro de Kirk- es un
pasaje copiado sin escrúpulos de la fenomenal El
Imperio contraataca?
¿Por qué
este filme tan taimado y exacto en sus líneas maestras es
indeciso
estéticamente y solo adquiere personalidad cuando la
acción se circunscribe al
interior del puente de mando del Enterprise? ¿Por
qué tras su pálpito visceral
y valiente se halla un inoportuno remiendo de referentes televisivos y
cinematográficos? Ahí están V,
Babilon 5
y hasta Starship Troopers. Sin ser
una mácula definitiva o un error de peso,
alguien debería haber insistido a J. J. Abrams en trabajar
con mayor
determinación y riesgo aspectos como el Diseño de
Producción o incluso el score
del filme. Si hemos asumido que se trata de reinstaurar una saga que
comienza,
que da sus primeros pasos, estas indecisiones resultan perjudiciales y,
diría
más, doy por sentado que la comunidad trekkie hubiese
reaccionado con
inteligencia y distanciamiento (virtudes que la caracterizan) ante esa
reformulación integral. A algunos protomodernos seguidores
de Abrams (la tribu
Losts) les ha dado por atizar a la comunidad trekkie con
alevosía y total
injusticia tratándoles de talibanes: puestos a ser groseros,
quizá a los que
deberían desterrar del planeta Hoth es los guionistas de Losts,
auténticos corsarios
catódicos que llevan un vergel de
cuatro mástiles sin timón, ancla y constantes
vías de agua –algunos lo llaman
el arte de la improvisación-.

Los amantes de la Sci-Fi,
todos sin
excepción, deberíamos estar de enhorabuena por el
alcance de este espléndido
filme que se aferra a la esencia de un género que amamos por
su sofistificación
y por aquello que no se nos muestra, la belleza cifrada de un universo
tan
peligroso y arduo como lo fuera el Oeste americano. La conquista es la
curiosidad y Star Trek , como Dr.
Who

o Firefly forman parte de un culto
que empezó con Asimov, Clark, Brown y tantos otros y una vez
más nos abre una
ventana rectangular al infinito soñado por los hombres. Yo,
como Spock, pido
permiso para subir a bordo.

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