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Benedetti - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

Están las imágenes de muchos años aquí cerca, en visitas frecuentes que, desde 2005, fueron ya imposibles. Están los recuerdos y está, sobre todo, la escritura, aquella empresa iniciada joven, allá por los 25 años, con “La víspera indeleble”, libro que luego no quería recordar. La poesía empezó seguramente con “Solo mientras tanto” (1950) y, sobre todo, con “Los poemas de la oficina” (1956), en los que aunaba cansancios y esperanzas, que son dos perseverantes situaciones de Mario, entrelazadas siempre a una palabra que él seguía haciendo vigente, una palabra rotunda como compromiso. Y el humor luego, y el amor siempre, como perseverancia y enigma que se ejemplificaba en el nombre de Luz, su mujer, a la que dedicó todos los libros y que murió allí en Montevideo en abril de 2006. Mario era un superviviente del amor y de la historia, que parecían haberse hundido en los últimos años, un superviviente tenaz a través de la escritura que ha mantenido hasta el final. La última conversación, telefónica, es de hace dos meses y creo que nos entendemos.

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Mario Benedetti
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Mario Benedetti

El escritor Mario Benedetti en Montevideo en agosto del año 2005.
Foto: cortesía de José Carlos Rovira Soler.

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Mario Benedetti

El escritor Mario Benedetti en Montevideo en agosto del año 2005.
Foto: cortesía de José Carlos Rovira Soler.

José Carlos Rovira Soler

Están las imágenes de muchos años aquí cerca, en visitas frecuentes que, desde 2005, fueron ya imposibles. Están los recuerdos y está, sobre todo, la escritura, aquella empresa iniciada joven, allá por los 25 años, con La víspera indeleble, libro que luego no quería recordar. La poesía empezó seguramente con Solo mientras tanto (1950) y, sobre todo, con Los poemas de la oficina (1956), en los que aunaba cansancios y esperanzas, que son dos perseverantes situaciones de Mario, entrelazadas siempre a una palabra que él seguía haciendo vigente, una palabra rotunda como compromiso. Y el humor luego, y el amor siempre, como perseverancia y enigma que se ejemplificaba en el nombre de Luz, su mujer, a la que dedicó todos los libros y que murió allí en Montevideo en abril de 2006.

Mario era un superviviente del amor y de la historia, que parecían haberse hundido en los últimos años, un superviviente tenaz a través de la escritura que ha mantenido hasta el final. La última conversación, telefónica, es de hace dos meses y creo que nos entendemos. Le anuncio que la Biblioteca Virtual Cervantes, la de nuestra Universidad, le va hacer un reconocimiento, y Ariel Silva, su secretario, se lo ha explicado previamente. Noto todas las distancias que ha creado el tiempo: aquel año 1999 en el que el escritor había cedido “lo que quisiésemos” para la Biblioteca y había saludado su inauguración con un preciso y precioso mensaje de anticipo de los nuevos tiempos virtuales y de la posibilidad social de los mismos.

Están los encuentros clamorosos con la Universidad de Alicante, los del Doctorado Honoris Causa y el Congreso que lo acompañó en 1997; también los conciertos A Dos voces con Daniel Viglietti que repetió aquí hasta tres veces “en defensa de la alegría”; los de los seminarios y recitales que empezaron aquí por 1990; incluso los encuentros por alguna afrenta (que hoy no voy a recordar; otra vez lo haré) contra la Universidad y contra Mario allá por el 98. La grandeza de Mario era responder a cualquier situación con la firme claridad que lo caracterizó siempre.

Están todos los libros allí, los más de ochenta volúmenes que escribiera, en los estantes de la biblioteca, en la disposición justa de la sorpresa que me fueron creando: allí está La tregua y al lado Primavera con una esquina rota, las dos novelas que me dejaron la sensación temprana de gran literatura.

Esta noche están sobre todo los recuerdos y la tristeza. Mario Benedetti se nos ha ido hoy diecisiete de mayo al atardecer de Montevideo. Aquí es noche avanzada y ésta se presenta con todo su desasosiego: ha muerto uno de los testigos principales de nuestra época, uno que supo vivirla con escritura, honestidad y coherencia.


    *José Carlos Rovira Soler es catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Alicante.
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