Quienes como yo estén libres de las referencias, condicionantes y expectativas que la lectura de "Ensayo sobre la ceguera" de Saramago habrían provocado, disfrutarán simplemente de una película de deslumbrantes argumentos. Meirelles captura poderosamente el espíritu apocalíptico de una epidemia de ceguera a nivel global. Retrata con acierto a una población desesperada que aísla a sus afectados poniendo patas arriba todo el orden social hasta entonces conocido. Desgrana la creación de las bases de una nueva sociedad, la lucha contra los diferentes conflictos y motivaciones, desnudando al egoísmo como verdadero motor de la condición humana. Consigue además transmitir con eficacia la paradoja de perder la vista como única forma de ver de verdad.
Nominación a la Palma de Oro, Cannes 2008.
La apuesta de Soderbergh por un formato hiperrealista que pule cualquier exceso sentimental o dramático (en las antípodas del acercamiento hollywoodiense al hecho histórico propugnado en “Valkiria”) termina jugando en contra de la propia tensión del filme. Porque el problema es que la primera parte contaba con un aluvión de datos y hechos para elevar el interés de una narración que, de otra manera, se habría visto arrastrada por el mismo tono excesivamente respetuoso marcado por Soderbergh. Algo que, desgraciadamente, ocurre en la segunda. Todo lo cual, evidentemente, no desmerece a un Benicio del Toro que vuelve a transformarse ante nuestros ojos en el ‘Che’.
Premio Mejor Actor para Benicio del Toro, Cannes 2008.
El dramatismo que la historia encierra se desperdicia entre tanto artificio y decorado, el envaramiento de sus personajes transmite frialdad y ausencia de alma, e incluso la voluntad del guionista por introducir ideales de amor o libertad avanzados se convierten en impostura de otra época —la actual— y se presentan tan falsos como las pelucas de sus cortesanos. La aventura amorosa con el joven Grey no tiene verosimilitud narrativa como tampoco la de la abnegada Bess, mientras que las escenas à trois en la mesa se cargan más de patetismo y vaciedad que de tensión o indignación.
Oscar 2008 al mejor vestuario.
La mejor manera de disfrutar la película es dejarse llevar por el conjunto que nos ofrece, que no es sino una emocionante aventura de valor y coraje que evidentemente no logra transmitir la profundidad inherente a lo que presenta, pero que deja un poso de satisfacción por la inteligente puesta en escena y por su consciencia de producto destinado a un público masivo, al que logra mantener pendiente durante su metraje. Si el equipo pretendía algo más ─no destila esta “Valkiria” mayores ínfulas ni pretenciosidades─, no se ha reflejado en el resultado final.