Julio Castro – La República Cultural
Al igual que no es posible decidir siempre cómo será su propia vida, en algunas ocasiones, tampoco elegimos las amistades que nos acompañarán a lo largo de un tiempo. Los condicionantes externos pueden ser los que limiten la realidad, de manera que nos veamos inmersos (más que atrapados) en una relación que comparte momentos no buscados o deseados, pero que nos podrán aportarnos cosas positivas, siempre que sepamos y queramos buscarlas. Es una parte de la situación descrita en la obra “Fugadas”, obra de Ignacio del Moral, que en sus orígenes (hace unos 15 años) fuera dirigida por Ernesto Caballero.
En esta historia, un hilo accidentado y complejo con flashbacks, dos mujeres se enfrentan de manera diferente a las situaciones complejas a que la vida les ha conducido, de las cuales se entrevén atisbos de nostalgia por una vida diferente si hubiesen elegido, mezclados con la firme decisión de cambiar todo apoyándose en la última rama a la que aferrarse: la de una amistad poco probable.
No es un esquema personal el que describe el texto de la obra. Ni siquiera dos (los de los personajes), sino situaciones muy diversas, por medio de las cuales se van tratando temas complejos de abordar, a veces traídos con símiles muy hermosos y sorprendentes, como el del autobús y la parada que se dejó pasar para llegar al final de la línea y descubrir otras vidas. Otras vidas que suponen descubrir personajes con situaciones igualmente complejas, pero con puntos de vista diferentes. Este fragmento de la historia, que recoge la línea argumental que relacionará y afirmará la ligazón más o menos casual y ficticia de ambos personajes, nos trae también la idea del deseo de embarcarse en una relación (el viaje de autobús), para saltarse la parada habitual y la gente conocida del barrio que representan esa rutina cotidiana. Desgraciadamente, el encuentro con una persona diametralmente distinta (que puede suponer el otros aprendizajes), tiene consecuencias que también limitan a ambas partes y que pueden desembocar en algo peor.
Fugarse de la propia realidad no tiene por qué conducir al desastre, pero antes o después hay que afrontar las situaciones, y eso no siempre es fácil o agradable. Entre quien no quiere recordar de su pasado o quien tan sólo piensa en su futuro, la ansiedad de que te observe un extraño entre la multitud, como si te acosara, o que nadie te vea como si fueses invisible. La costumbre de llegar tarde, frente a la necesidad de ser excesivamente puntual… Finalmente, la coincidencia puede ser la de no decir la verdad para no afrontar la posibilidad de una ruptura y la pérdida de una amistad. Así se debaten estas dos mujeres entre lo que dicen y lo que realmente piensan.
Una buena interpretación por parte de ambas actrices, Estela Fernández, Georgina de Yebra, en medio de un atrezzo sin complicaciones, con lo básico (unas cajas de cartón) para crear distintos paisajes y que finalmente, consiguen plantear, más que nada, muchas dudas en el espectador, antes que soluciones o respuestas.
La simple historia no nos dirá nada, pero el trasfondo de las narraciones y la buena representación de los dos diversos caracteres que protagonizan la obra, consigue ir sugiriendo el debate en lo personal. Nada dogmático, desde luego.