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Tiempo de exilios y memorias, en la Semana Negra de Gijón ’09 - LaRepúblicaCultural.es - Revista Digital

La Semana Negra de Gijón avanza, a su ritmo, dentro de una vorágine uterina que va fogocitando a unos escritores mientras otros desembarcan. Siento que el miércoles es el día que más cambian los rostros, como si hubieran repartido media semana entre unos autores y otros. Pasado el ecuador, voy conformando mis recuerdos y anécdotas que la harán irrepetible en mi memoria. Hoy finalizó la tertulia “Historiadores/Historias” en la carpa del Encuentro. Paco Ignacio Taibo II arrancó contando las premisas que se autoimpuso a la hora de contar la biografía del Che Guevara. Son sin duda básicas, la de investigar y verificar cada trozo de documentación, incluyendo las leyendas negras, pues desconfiar de las fuentes resulta síntoma de buena salud. Es un deber con los lectores, con los personajes y con uno mismo como autor. Saberlo todo se hace importante, independientemente de que se utilice el conocimiento completo después, en esa hora del mano a mano con la narración. Saberlo todo para olvidar lo que uno quiera a la hora de contarlo, pero sin perder la perspectiva de la honradez, no se puede mentir abusando de la credibilidad del lector.

Tiempo de exilios y memorias, en la Semana Negra de Gijón ’09

Crónica del miércoles 15 de julio

Semana Negra de Gijón
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Semana Negra de Gijón

Alejandro M. Gallo.
Foto: Javi Álvarez.

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Semana Negra de Gijón

Nacho Guirado y Fernando Marías.
Foto: Javi Álvarez.

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Javi Álvarez – La República Cultural

Desconfiando de las fuentes. El escritor de biografías debe ser riguroso y honrado

La Semana Negra de Gijón avanza, a su ritmo, dentro de una vorágine uterina que va fogocitando a unos escritores mientras otros desembarcan. Siento que el miércoles es el día que más cambian los rostros, como si hubieran repartido media semana entre unos autores y otros. Pasado el ecuador, voy conformando mis recuerdos y anécdotas que la harán irrepetible en mi memoria.

Hoy finalizó la tertulia Historiadores/Historias en la carpa del Encuentro. Paco Ignacio Taibo II arrancó contando las premisas que se autoimpuso a la hora de contar la biografía del Che Guevara. Son sin duda básicas, la de investigar y verificar cada trozo de documentación, incluyendo las leyendas negras, pues desconfiar de las fuentes resulta síntoma de buena salud. Es un deber con los lectores, con los personajes y con uno mismo como autor. Saberlo todo se hace importante, independientemente de que se utilice el conocimiento completo después, en esa hora del mano a mano con la narración. Saberlo todo para olvidar lo que uno quiera a la hora de contarlo, pero sin perder la perspectiva de la honradez, no se puede mentir abusando de la credibilidad del lector.

Recorrer los puestos de libros me resulta siempre otro de los placeres de esta feria. Tenemos de todo, puestos de librerías, de alguna editorial, de segunda mano y los que se dedican a vender los que vuelven a los almacenes. De estos últimos hay uno que destaca porque todos los libros tienen el mismo precio: un euro. No suelo detenerme en él, pero esta vez, quizá porque tenga más metros de sombra que otros me paré a echar una ojeada. Y sí, compré un libro: A la sombra del granado de Tariq Alí y editado por El País.

Múltiples formas de exilio pero un dolor único

Todos los años en la Semana Negra de Gijón la Fundación Juan Muñiz Zapico organiza una mesa redonda con el objetivo de preservar la memoria del movimiento obrero asturiano y difundir la cultura del sindicalismo. La de este año, que se encargó de moderar el escritor Alejandro M. Gallo, llevaba por nombre Memoria y Exilio y se celebró en la carpa del Encuentro. No usó el moderador demasiadas palabras para presentarla, pues tenía en la mesa suficientes voces para representar las diferentes formas que tomó el exilio asturiano tras la guerra civil. Quizá, dijo, falte una, la de aquellos a los que el fascimo se encargó de “exiliar forzosamente con un tiro”.

Después cedió la palabra a Evelyn Mesquida, autora de La Nueve. Los españoles que liberaron París, que habló de su trabajo para recuperar un trozo de nuestra historia. Recordó a aquellos jóvenes que lucharon en la guerra civil y que al perder la contienda cruzaron la frontera francesa dónde fueron recibidos en campos de refugiados, en los cuales recibieron humillaciones y maltrato. Jóvenes a los que se les planteó volver a la España franquista o incorporarse a la Legión extranjera para luchar primero en la guerra de Túnez y posteriormente en la segunda guerra mundial. Se convirtieron en fuerzas de choque, por su gran experiencia militar, donde fueron diezmados porque siempre eran los primeros que entraban en liza. Liberan París, y sus tanquetas son las primeras en entrar en la capital gala. Liberaron Alsacia, continuaron a Estrasburgo y llegaron hasta el bunker de Hitler. Pero su historia se borró de sus anales y se negó por su origen español y republicano.

Irene Díaz Martínez, coordinadora del Archivo de Fuentes Orales para la Historia Social de Asturias, nos habló de los testimonios orales que han podido recoger para el archivo. Suman dos mil horas de grabación a la disposición de todos. Habló de dos tipos de exilio, el primero que se realizó en septiembre de 1937 y en el que básicamente salieron de España niños evacuados por el hambre y la guerra y el segundo, con la guerra ya terminada. Del primero habló como de un viaje de aventuras para aquellas criaturas y también del cariño y la solidaridad con que fueron recibidos, tanto en Francia como en la Unión Soviética. La segunda, en el 39, tras la guerra, con la derrota a cuestas no presentaba las mismas caras amigables al otro lado de la frontera. Los nuestros llegaban desde una tragedia, habiéndo dejado todo atrás, casi sin pertenencias y vencidos. A su paso van viendo que son mirados de lejos, con la distancia del recelo que despiertan y cierto temor. Todas estás voces narran en primera persona el periplo vital de cada uno de ellos, son testimonios valiosísimos que permiten reconstruir la memoria del exilio, de aquellos que se fueron para unos meses y tardaron muchos años en poder volver a su país. Como muestra, Irene lee un testimonio sobrecogedor de Luis Álvarez que cuenta el momento de cruzar la frontera.

Jorge Belarmino Fernández Tomás, nieto de Belarmino Tomás, nos habla de dos tipos de exilio. De uno duro, el de Francia y de otro más amable en México, un país que se convirtió en la tierra del asilo por excelencia durante el siglo XX. Dice más amable porque allí se mantenía la República con un gobierno en el exilio. Pero no nos dejemos engañar, los que se fueron a México vivieron un proceso muy dramático, encerrados en una vida fantasma, pues sus pensamientos e ideas seguían manteniendo una realidad que dejaron atrás pero que ya no existía. Cuando regresaron volvieron a una España distinta, donde había desaparecido toda seña de su identidad, esas que ellos habían sustentado durante todo el tiempo. Al volver se veían obligados a reinventarse de nuevo.

Finalmente tomó la palabra Constantino Alonso González, “Tinín el de Turón”, que con sus casi 87 años que cumplirá a finales de septiembre aún conserva la mayor parte de su vitalidad. Él es uno de los “niños de la guerra” que viajó a otro país sin desear salir de su valle asturiano. A Francia llegó en la bodega de un barco, huyendo de los cañonazos franquistas, con otros niños asturianos y vascos. Allí le acogió una familia comunista que tenía cuatro hijos. Su hermano estaba cerca, con otra familia en el mismo pueblo. Guarda buenos recuerdos de aquellos días, y se acuerda especialmente de las campañas de recogida de alimentos para los republicanos españoles, campañas a las que le llevaban como mascota. Se vió obligado a volver a España cuando estalló la segunda guerra mundial. Viajó en tren y recuerda que al cruzar la frontera los soldados españoles se ensañaban con ellos. La primera noche la pasaron en un convento, donde las monjas se encargaron de vaciar sus maletas de la comida que traían. Después la vuelta a casa, en la que se respiraba un terror indescriptible y una vida atemorizada cargada de silencios, donde muchos vecinos habían sido asesinados o encarcelados. Aquí se calla, el tiempo de la mesa ha terminado sin que pueda contarnos su experiencia como enlace de la guerrilla, sus años de cárcel, su participación en las huelgas mineras de 1962, sus destierros y otras muchas historias de su lucha sindical y humana.

La lista de los 14 conmueve porque es una novela escrita con el corazón

En la carpa A Quemarropa se vivió uno de los momentos más sentidos de esta Semana Negra de Gijón. Se trató de la presentación de la novela La lista de los 14, escrita por Nacho Guirado y editada por MR Ediciones.

Guirado es uno de esos autores que forman parte de las tertulias de las 17:00. Bastante callado y siempre muy atento. Un buen chico en resumidas cuentas. Fernando Marías, su anfitrión en esta presentación, representa lo contrario: en las tertulias habla por los codos, realiza preguntas inquietantes y se encarga de cambiar de tercio, llevándose la charla a nuevos terrenos si le dejan. Esta vez, no tuvo necesidad de preparar una historia inventada, se bastó con la propia, la de su padre y con ella preparó los sentimientos de los presentes antes de darle la palabra al autor.

La lista de los 14 es una novela histórica, escrita desde una mirada de la izquierda, hecha desde el corazón y manteniendo una fuerza desgarradora. En ella el lector encontrará a un hombre que perdió la guerra y que viene a Asturias a trabajar de esclavo en las minas. De su mano se encontrará con el entramado de la mina y toda una generación donde hay seres humanos de toda calaña. Se presenta con una mirada, desde la posguerra, de lo que fue la guerra, fabricada de hombres honestos que lucharon y perdieron, pero que jamás dejaron de creer en sus ideales.

Cuenta Guirado que con quince años solía ir a casa de sus abuelos Ignacio y Luisa a jugar a las cartas. Ignacio abuelo, forjado en el carácter adusto que se asocia a los castellanos, estaba hecho de silencios: “Yo hablo poco y la mitad de lo que digo me sobra”. En aquellas partidas contaba a su nieto alguna anécdota, pero nunca le habló de la guerra. Tras la guerra estuvo prisionero en Guadalajara con su padre y su hermano, pero tuvo algún problema que le llevó a pedir el traslado. Las condiciones de la nueva cárcel eran aún peores, así que su padre y su hermano, que siguían en la prisión de Guadalajara, guardaron parte de su ración diaria que luego vendieron para lograr enviarle un giro. Cuenta también hasta la emoción, cuando ya mayor su abuelo Ignacio le hace un regalo a su mujer, una caja de pañuelos, y con su letra temblona le escribe sobre la caja “Si volviera a nacer, me volvería a casar contigo”. Así continúa desgranando momentos mágicos de ese material que subyace en la escritura de esta obra, con su misma emotividad. Dice Guirado que la novela es una deuda y una necesidad, la de responderse a sí mismo una pregunta que nunca le hizo a su abuelo, la de saber en qué momento un hombre se plantea que quiere seguir viviendo a cambio de dejar atrás toda su trinchera ideológica.

Este hombre que dice venir de las ciencias en lugar de las letras, siente que por dicha causa sus cinco novelas anteriores han sido una preparación -un aprendizaje- para encontrar el camino que le ha permitido escribir ésta.

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